La crucifixión de Cristo congregó a todos los grupos de seres inteligentes. Ahí estuvo la Divinidad: el Padre, envuelto en misericordiosas tinieblas; el Espíritu Santo, sosteniendo la vida espiritual del Redentor; y sobre la cruz, el divino Cordero, ofreciendo su vida en sacrificio.
Acudieron también los seres angélicos, los leales y los rebeldes, unos para alentar a su Creador, otros para atacarlo.
Y los seres humanos, representados por género, estratos y etnias vinieron al Gólgota. Los autores intelectuales y materiales de la crucifixión de Cristo estuvieron ahí. También sus simpatizantes. Los gobernantes y los delincuentes, los romanos y los judíos, los varones y las mujeres, fueron convocados por la grandeza de un Hombre que moría ofendido pero no envilecido, ejecutado pero no derrotado.
Ante la cruz de Cristo, bisagra de los tiempos, se reunieron los siglos: los pasados, para volcar ahí sus profecías mesiánicas, y los del futuro, en el relanzamiento de la historia. Bajo los fulgores del fanal de la cruz se abrió el sendero de la esperanza. “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció” (S. Mateo 4:16). “El Cordero de Dios” vino a quitar “el pecado del mundo” (S. Juan 1:29), y ante su cruz congregó a quien lo envió, a quien lo ungió, a quien lo resistió y a quienes benefició.
Hoy como entonces, Cristo en la cruz sigue repitiendo su llamamiento multicultural: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (S. Juan 12:32).
Encuentro
Desde hace mucho tiempo los caminos
dejaron de llevarnos hacia Roma,
ahora nos conducen a una loma
en donde se deciden los destinos.
El día que unos labios purpurinos,
en medio del pesar y el hematoma,
vertieron como vierte la redoma
quebrantos de dolor alabastrinos,
la ruda pena de la Calavera
se alzó como parada postrimera,
y ahí la humanidad está reunida,
mirando con temblor, estupefacta,
aquella mano recia y tumefacta
que esta jugando un pulso por la vida.
El autor es redactor de El Centinela.