La cruz es el símbolo religioso más conocido en el mundo. Forma parte de la arquitectura de iglesias, es usada como adorno, y es venerada como si poseyera poderes sobrenaturales. El vasto reconocimiento de la cruz está asociado con la crucifixión de Cristo. Su muerte representa el fin del pecado y la divulgación de un mensaje que apela a todos los grupos sociales, incluyendo a los pobres, mujeres y niños (Gálatas 3:28). San Pedro afirma que solo en el sacrificio de Cristo hay salvación (Hechos 4:12); por esta razón sus seguidores predicaron “a Cristo crucificado” (1 Corintios 1:23).
La muerte de Cristo es un mensaje que debe transmitirse a toda etnia, pues la sangre del sacrificio redime a “todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Apocalipsis 5:9). Esta verdad convierte a la iglesia cristiana en “casa de oración para todos los pueblos” (Isaías 56:7). Se trata de un mensaje inclusivo que ha convertido a la iglesia cristiana en la más representada en el mundo y ha convertido a la cruz en un símbolo multicultural.1
La cruz en el Imperio Romano
La palabra cruz se origina del griego stauros y del latín crux y palus, que aluden a palos enterrados verticalmente, utilizados en los días del Imperio Romano con dos propósitos: para rodear poblaciones con empalizadas a fin de protegerlas de los enemigos, y como instrumento de tortura en los que los ofensores más serios de la ley eran colgados hasta morir, como oprobio público por sus delitos.2 Según el historiador Josefo, Varus crucificó a dos mil insurgentes después de la muerte de Herodes.3
Aunque en los días de Cristo existían varios tipos de cruces, lo más probable es que Jesús muriera en una cruz formada con una estaca vertical y un travesaño horizontal colocado aproximadamente a un tercio de distancia de la parte superior del madero. Este tipo de cruz era conocida en Roma como crux immissa,4 y el diseño armoniza con el relato bíblico del sacrificio de Cristo con sus manos clavadas, las heridas de los clavos y el letrero sobre su cabeza (S. Juan 20:25; S. Mateo 27:37).
Política y leyendas asociadas con la cruz
Durante los primeros siglos posteriores a la muerte de Jesús, los cristianos no pensaban en adoptar la cruz como su símbolo representativo. Aceptar un objeto de muerte como emblema de su devoción les era inconcebible. Todo cambió en el siglo IV, cuando el cristianismo llegó a ser la iglesia oficial del Imperio Romano; lo que otorgó unidad y estabilidad al Imperio.
Entre los cristianos más notorios de la época del Imperio Romano se encontraba Elena, la madre del emperador Constantino el Grande. Con el fin de identificar los sitios bíblicos donde Jesús vivió, Elena organizó una peregrinación a la Tierra Santa. El informe expedicionario alega que identificaron los lugares exactos donde Jesús nació, creció y realizó su ministerio. Además, reclama haber excavado y encontrado la cruz en la que Cristo fue crucificado. La leyenda dice que la identidad de la cruz fue verificada con el saneamiento milagroso de una mujer paralítica, que caminó cuando fue recostada con los brazos extendidos sobre la cruz.5
Antes del descubrimiento de la cruz por Elena, su hijo Constantino declaró haber visto en el cielo una cruz en llamas acompañada con las palabras: “En este signo vencerás”.6 El joven Constantino era un militar exitoso que, para ganar el poder en Roma, debía competir contra tres rivales, veteranos de guerra formidables en la batalla que contaban con ejércitos superiores al suyo.7 El historiador Eusebio escribe que para combatir a los enemigos, Constantino, dudando del poder de los dioses romanos, oró al Dios de la Iglesia Cristiana, quien le reveló una cruz en llamas. Después de la visión, Constantino ordenó a sus soldados que colocaran una cruz en el exterior de sus escudos, y arremetiendo contra su enemigo con la cruz expuesta al frente, venció a un ejército superior, y se hizo nombrar emperador de Roma.8
Los supuestos poderes sobrenaturales de la cruz son reconocidos todavía, al punto que se fabrican amuletos y cruces pequeñas, las que son llevadas en el cuerpo y colgadas en la entrada de las casas para “proteger de los poderes malignos”. También se creó la práctica de persignarse con “la señal de la cruz”, un gesto emblemático que dibuja la cruz con la mano derecha como señal de bendición, respeto y reverencia.
Las historias milagrosas atribuidas a la cruz, aunque se cuentan por cientos o miles, no encuentran fundamento en la Sagradas Escrituras. Son mitos sin comprobación y sin apoyo bíblico.
La paradoja de la cruz
Las víctimas del cruel castigo de la crucifixión sufrían la afrenta de su transgresión, y antes de morir agonizaban durante muchas horas o días. Esta crueldad disuadió a los judíos
de crucificar a los infractores de sus leyes; en vez de eso, los lapidaban, una muerte violenta pero rápida. Paradójicamente, los judíos colgaban los cadáveres de los malhechores en una cruz como símbolo de maldición.9
El hecho de morir como criminal dificultó la aceptación de Cristo como el Mesías y Salvador del mundo. La predicación de un Salvador crucificado en la época del Imperio Romano era “para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura”. Sin embargo, por designio divino, es “poder de Dios” para los que se salvan (1 Corintios 1:18, 23). Esta es la paradoja de la cruz. San Pablo explica esta paradoja indicando que Jesús nació “bajo la ley”, en cumplimiento de la profecía, cargando sobre sí los pecados de los transgresores de la ley, y redimiéndonos “de la maldición de la ley. . . colgado en un madero” (Gálatas 3:13; 4:4-5).
Conclusión
La vergüenza de un Salvador crucificado como malhechor se desvaneció inmediatamente después de la resurrección. Este acontecimiento marcó la caída del poder de las tinieblas, vindicó la naturaleza mesiánica de Cristo, y afirmó la fe de los que lo aceptan como Salvador. San Pedro recalca que Cristo “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia”, y seamos sanados por su herida (1 Pedro 2:24). La muerte en la cruz representa la victoria sobre el pecado y sobre las potestades de las tinieblas para todo el que cree, sin importar el sexo, la cultura o el color de la piel (Colosenses 2:15).
1. De los 232 países y territorios reconocidos por las Naciones Unidas, la Iglesia Cristiana cuenta con mayoría de seguidores en 157 países (Pew Research Center’s Religion & Public Life Project, “Christians”, 18 de diciembre, 2012). Países en el mundo con más cristianos: EE.UU: 246,780,000 (79.5 por ciento de la población); Brasil: 75,770,000 (90.2 por ciento de la población); México: 107,780,000 (95 por ciento de la población) (Mary Fairchild, “General Statistics and Facts About Christianity Today” en: http://christianity.about.com/od/denominations/p/christiantoday.htm, accesado en enero, 2017.
2. Geoffrey W. Bromiley, The International Standard Bible Encyclopedia, tomo 1 (Grand Rapids, Michigan: William Eerdmans Publishing Company, 1979), “Cross”, p. 825.
3. Josephus, traducido por William Winston, Josephus’ Complete Works (Grand Rapids, Michigan: Kregel Publications, 1976), p. 372.
4. Everett F. Harrison, ed. Baker’s Dictionary of Theology (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1960), ver “Cross”, p. 152.
5. Elena realizó el peregrinaje a la Tierra Santa en 325 d.C., a la edad de 79 años. Historiadores y arqueógolos cuestionan seriamente que los lugares bíblicos donde nació y vivió Jesús pudiesen ser identificados casi tres siglos después de que ocurrieron los hechos. William P. Barker, Who’s Who in Church History (Grand Rapids, Michigan: Baker Book House, 1969), pp. 134, 135; Bromiley, tomo 1, p. 826.
6. En toúto ninika (griego) y In hoc signo vinces (latín). Constantino tuvo la visión ocho años antes de que se descubriera la “cruz de Cristo”, en 317 d.C., Eusebio, Vita Constantini I, p. 28. Ver Bromiley, tomo 1, p. 827.
7. Después de la muerte del emperador Cayo Galerio Valerio en mayo de 311, habían cuatro contendientes al trono, siendo Constantino uno de los más débiles. Barker, ver “Constantine I”, p. 78.
8. Dan Graves, In hoc signo vinces, Christian History Institute, en: https://www.christianhistoryinstitute.org/incontext/article/constantines-cross/, accesado en enero, 2017.
9. Deuteronomio 21:22; Josué 10:26; 2 Samuel 4:12. Ver Siegfried H. Horn, Diccionario bíblico adventista (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), ver “Cruz”, p. 283.
El autor es catedrático de la Universidad Andrews. Escribe desde Berrien Springs, Michigan.