El ritmo acelerado de vida y las exigencias de la sociedad moderna han generado un problema de salud globalizado denominado estrés. Este mal ha llegado para quedarse y tendremos que acostumbrarnos a vivir con él. En los Estados Unidos se estima que el 43 por ciento de los adultos sufren a causa de los efectos perniciosos del estrés, y se calcula que entre el 75 y el 90 por ciento de visitas a las instituciones de salud están relacionados de alguna manera con el estrés.1
En su afán por liberarse del estrés, muchos han pasado por alto el remedio divino para el estrés, y no están gozando sus beneficios. El Creador del mundo y del ser humano instituyó un día de reposo semanal para favorecer a sus criaturas, de modo que pudiesen disfrutar de su compañerismo y de la paz interior que ello produce.
Conscientes de la importancia de este remedio divino para el estrés, en el ocaso del segundo milenio, el papa Juan Pablo II hizo un llamado para revalorar el propósito y significado del día del Señor. Su sucesor, Benedicto XVI, ha continuado con este énfasis, haciendo que este tema adquiera mayor importancia al comienzo de la segunda década del tercer milenio.
El cuarto mandamiento de la ley de Dios, que ordena el reposo sabático, es un memorial de la creación, porque tiene sus raíces en el acto creador de Dios: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el día séptimo; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20:8-11).
A lo largo de la historia del cristianismo se ha tergiversado el propósito divino por el cual fue instituido el cuarto mandamiento. La observancia del sábado debía mantener en la mente de cada persona la existencia de Dios como su creador, para establecer una relación de compañerismo con él. Esta experiencia le hubiera proporcionado al ser humano un oasis en el tiempo, donde pudiese encontrar el reposo y la paz en Dios.
Al introducirse el pecado en el planeta tierra, Dios puso en marcha el plan de redención para rescatar a los seres humanos del yugo de Satanás. En este contexto salvífico, la observancia del sábado adquirió nuevos significados. Además de recordar al Dios Creador, el sábado llegó a significar para Israel la celebración de su independencia de la esclavitud egipcia.
Cuarenta años después de haber salido de Egipto, Dios repitió su ley a Israel. En el cuarto mandamiento se observa la intención divina de mantener en la mente de su pueblo que él es el Creador, añadiendo que además es su Libertador. Les recuerda que fueron liberados del cautiverio egipcio y que este acto divino de liberación debe ser conmemorado cada semana. Dios les dice: “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (Deuteronomio 5:15). Así, la observancia del sábado es también un acto conmemorativo de la liberación concedida por Dios.
Dios quería que su pueblo recordara cada sábado no solo su independencia de la esclavitud egipcia, sino también de cualquier cosa que oprime al ser humano. Hoy las exigencias de la vida moderna, el status social, la competencia académica y laboral ejercen una enorme presión, al punto de que la sociedad vive cautiva del sistema que ella misma ha generado. El descanso sabático libera a las personas de las cargas que amenazan su bienestar y felicidad.
Samuele Bacchiocchi ve en la liberación del cautiverio egipcio un símbolo de una liberación que no se limita a un determinado pueblo o tiempo, sino que puede ocurrir en cualquier época y lugar.2 Por eso, todo aquel que ha experimentado la liberación divina, no puede dejar de expresar su gratitud celebrando el reposo divino.
El descanso sabático, como recordatorio del acto liberador de Dios, ayudaba al pueblo de Israel a ser más considerado con sus esclavos o empleados.3 El pueblo de Dios debía conceder esa misma libertad a quienes no eran libres, de modo que pudiesen observarlo.4 Asimismo hoy, quienes experimentan la liberación divina deben ser sensibles a las necesidades de su prójimo. Si esto se practicara, ¡qué diferente sería la sociedad!
Asociado con el significado de liberación está el concepto de reposo. El sábado señala el descanso que Dios ofrece a su pueblo. Tal como explica Abraham Joshua Heschel, el reposo sabático “significa, en la mentalidad bíblica, felicidad y tranquilidad, paz y armonía”.5 Estas bendiciones se disfrutan cuando se entra en el reposo sabático. Este descanso incluía a los amos y señores, a la servidumbre y a los animales. Es decir, era el propósito divino que en el sábado no hubiese diferencia de estatus social sino que todos, en un plano de igualdad, gozaran de libertad para adorar a Dios. El Señor desea que todos se presenten ante su presencia en las mismas condiciones, sin distinción de clase. Esto podría ser considerado como un anticipo de la experiencia que se vivirá en el cielo.
Jesús tuvo en mente este énfasis liberador cuando afirmó que “el día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (S. Marcos 2:27). El Creador del ser humano sabe que éste necesita descansar de todas sus cargas y preocupaciones de la semana, por eso señaló un día para liberarlo de las tensiones cotidianas. El creyente debe entrar en el reposo sabático como si se hubiese acabado con todo el trabajo de la semana, como si no hubiese nada pendiente. De otra manera no será posible descansar, si se tiene en la mente las cosas que han quedado inconclusas. La observancia del sábado le permite al ser humano liberarse del estrés ocasionado por el trabajo de la semana, proveyéndole un oasis donde experimentar la paz interior en medio de una sociedad convulsionada por la violencia y la sensualidad.
Atrévase, apreciado lector, a disfrutar las bendiciones que trae consigo el reposo divino; experimente el gozo de liberarse completamente del estrés una vez a la semana, y disfrute el compañerismo de Dios.
El autor es doctor en Teología sistemática y escribe desde Medellín, Colombia.