Los gatos tienen la fama de caer siempre parados. ¿Los has visto? No lo dudo. Lo curioso es saber por qué siempre caen de pie. Hay un par de razones. Su estructura ósea es muy flexible, facilitándoles el giro fácil de su cuerpo.1 Y si has sido observador, después de que el gato cae sobre sus miembros delanteros, sacude la cabeza. ¿La razón? Hay un líquido alojado en su oído interno que posibilita el equilibrio. Cuando el animalito salta, “se desencadena un reflejo auto corrector que les asegura casi siempre caer de pie; una vez en el suelo, el líquido vuelve a su sitio con un rápido movimiento de cabeza”.2
El ser humano, de mayor valor que un gato (lo cual no justifica el maltrato de ningún animal), necesita aprender a mantener el equilibrio ante las presiones extraordinarios sobre su moral. Esto es de vital importancia para la salud mental y la felicidad.
Norma de equilibrio
Hay cosas que son definidamente malas o buenas, porque la Biblia, fuente escrita de la moral cristiana, así las define. Ella es la norma que pone a prueba lo que somos. Ella enseña, redarguye, corrige e instruye, a fin de que el hombre “esté preparado para hacer siempre el bien” (2 Timoteo 3:17; Biblia de Jerusalén). Pero hay otras cosas que no son morales en su esencia; es decir, no son ni buenas ni malas en sí mismas. Por ejemplo, la televisión, la Internet, los deportes, el arte, la cultura, los celulares, las redes sociales, las riquezas, etc. Afirmar que la Internet sea pecaminosa porque en ella haya millones de sitios pornográficos es simplemente ignorancia, porque pasa por alto que en ella también hallamos otros millones de páginas con elevados valores morales. Pero esto no implica que los medios de comunicación masiva no generen riesgos para la salud mental, moral y social.
De acuerdo a un estudio realizado por Kaiser Family Foundation con 2.000 estudiantes de tercero a doceavo grado, y publicado por The New York Times,3 la calificación promedia de quienes consumieron al menos 16 horas por día de su tiempo frente a alguna pantalla electrónica no superaba un nivel de C. Dicho estudio también demostró que quienes hacían un uso excesivo de los medios electrónicos mostraban rasgos de tristeza y de aburrimiento, estaban envueltos en problemas con su padres y eran infelices en la escuela.
En un mundo cada vez más globalizado, no hay posibilidades de que desaparezcan los medios de comunicación masiva y las redes sociales. Por eso necesitamos aprender a usarlos, para no ceder nuestra salud mental y moral.
Para permanecer de pie
Los Diez Mandamientos funcionan para que el ser humano alcance el equilibrio pleno (Éxodo 20:8-11). Los primeros cuatro legislan sobre el amor a Dios, y los siguientes seis sobre el amor al prójimo. En ambas tablas, el énfasis es proteger las relaciones. Su equilibrio es inmejorable. Si lo aplicamos a la vida, podremos aprender a “permanecer parados” en ella. Veamos cómo aplicarlos en el uso de las redes sociales:
Primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. El amigo de la red ocupa el lugar de Dios si tu dignidad, tus sentimientos, tus valores y decisiones dependan de los suyos.
Segundo mandamiento: “No te harás imágenes”. Presentarse ante otros con una imagen falsa e irreal, es síntoma de inseguridad y engaño. Vernos como Dios nos ve, es amarse a uno mismo como él nos ama. Y el amor echa fuera el temor y la inseguridad.
Tercer mandamiento: “No tomarás el nombre de Dios en vano”. Si un comentario que cuelgas en el “muro” no honra a Dios, tampoco calificará para expresarse en forma privada.
Cuarto mandamiento: “Acuérdate del sábado”. Se nos ha dado seis días para realizar las obligaciones diarias, como trabajar y/o estudiar, y vivir con Dios para ingresar semanalmente en su santo día, el sábado. La calidad de las relaciones humanas depende de nuestra relación con Dios.
Quinto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre”. La vida social no empieza ante una pantalla, frente a alguien virtual, sino en un “cara a cara” con los más cercanos en el hogar.
Sexto mandamiento: “No matarás”. Si por la red social sacrificamos horas de sueño, tiempo para estudiar y hacer deportes, o aun comer bien, entonces estamos sembrando para el fracaso.
Séptimo mandamiento: “No cometerás adulterio”. Las imágenes verbales o visuales que induzcan a placeres prohibidos por Dios, conducirán a caídas precipitosas, nada virtuales.
Octavo mandamiento: “No robarás”. Todas las redes sociales tienen el derecho sobre tus imágenes y todo lo que publicas. Pueden robar tu privacidad.
Noveno mandamiento: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”. Cuando hablamos de otros nos describimos a nosotros mismos. La falsedad se engendra en el propio corazón.
Décimo mandamiento: “No codiciarás”. Lo bello atrae, pero solo al codicioso atrapa. Desear lo de otros expone la necesidad de ser saciados por Dios, el único capaz de satisfacer el vacío del ser humano.
El equilibrio de Dios
El equilibrio de Dios no tiene nada que ver con mezclar “un poco de lo bueno con un poco de lo malo”.4 Hay cosas que él aborrece porque destruyen la felicidad humana (Proverbios 6:16-19); y por amor, las prohíbe sin ningún miramiento. Así, estos principios del decálogo, aplicados al uso de las redes sociales, no son “gravosos” (1 Juan 5:3), sino de “agrado” (Salmo 40:8) para el corazón que ha recibido a su Autor.
Por eso, querido lector, mientras estemos en esta vida, obedezcamos su Ley para que él sea glorificado (1 Corintios 10:31). Si así lo hacemos, perteneceremos al grupo que estará “en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios” (Apocalipsis 15:2). Haz tuyo este reto.
El autor es escritor y reside en el Estado de Washington, desde donde escribe para El Centinela.