¿Qué es el amor? No lo sabemos, pero por sus beneficios podemos decir que el amor es la motivación de Dios y el germen del bien. Por amor Dios creó y pobló el universo, a fin de compartir su vida y su felicidad con sus criaturas. No me avergüenza no poder definir el amor, porque nadie puede hacerlo. Intentarlo sería un atrevimiento de la ignorancia, pues ¿quién puede definir un misterio y explicar al Eterno, ya que “Dios es amor” (1 Juan 4:8)?
Después de lo que Jesús hizo en la tierra, puedo afirmar que el amor es la fuerza más poderosa. Que un hombre desarmado, sin títulos nobiliarios ni académicos, sin respaldo político, sin ejército ni aliados, enfrentara a hombres y a demonios, al sepulcro y a la muerte y los venciera a todos sin perder una batalla, habla del poder del amor. Esa fuerza desatada en el Calvario sometió, avergonzó y exhibió a Satanás ante las inteligencias celestiales, pues fue por amor que vino el Hijo de Dios a salvar al hombre. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (S. Juan 3:16).
En el conflicto de principios que tuvo el cielo como epicentro y nuestro mundo como zona de ruptura, el amor prevaleció sobre el orgullo y reconquistó la tierra, el único lugar del cosmos donde el egoísmo es el principio rector.
Ese amor que asombra por su desprendimiento, es un atributo comunicable del Dios bueno y providente. Pidamos el amor de Dios en oración y seamos ennoblecidos.
El autor es redactor de El Centinela