Marta y Mario acudieron a mi consultorio en busca de consejería marital. Marta quería abandonar a Mario, pues ya no lo amaba como al principio. Él quería salvar su matrimonio.
Luego de un año de casados, en el que habían disfrutado mucho la relación marital, Marta consiguió un trabajo muy absorbente, y desde entonces no llamaba a Mario durante el día, y casi no tenían relaciones íntimas. Ese distanciamiento emocional la llevó a fijarse en un compañero de trabajo. En vez de apegarse a Mario, se sentía muy bien junto a ese hombre.
Marta pensaba que se le había terminado el amor hacia su esposo, y ambos necesitaban consejo. Este es también el caso de muchas parejas. Conozcamos lo que conviene hacer cuando creemos que el amor se ha acabado.
El amor eros
El amor proviene de Dios, pues “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Y así como no se puede comprender plenamente a Dios, es difícil sondear el misterio del amor.
Los griegos clasificaban el amor con estas palabras: storgé, filía, eros y ágape. Storgé era el amor en el sentido de afecto, especialmente entre padres e hijos, filía era el amor expresado mediante la amistad, eros era el amor romántico y apasionado, y ágape, el amor incondicional de Dios.
En nuestra sociedad, al amor se lo ha relacionado más con la atracción física y el deseo sexual. El Diccionario de la Real Academia Española define eros como el conjunto de tendencias e impulsos sexuales de la persona.1 Para los griegos, la palabra eros designaba al dios de la atracción sexual, el amor y el sexo.2
El Nuevo Testamento no registra la palabra eros, pero el Antiguo Testamento registra estas palabras en referencia a una dama apasionada: “Ven, embriaguémonos de amor hasta la mañana” (Proverbios 7:18). El Cantar de los Cantares presenta cuatro cualidades básicas del amor eros:
Es un sentimiento hermoso. El esposo dice a su amada: “He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí eres bella; tus ojos son como palomas” (Cantares 1:15). Y ella responde: “He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce; nuestro lecho es de flores” (vers. 16).
Es romántico. “Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; has apresado mi corazón con uno de tus ojos” (4:9). Ella responde: “Ven, oh amado mío, salgamos al campo” (7:11).
Es una aventura emocionante. Eufórica, la amada exclama: “¡La voz de mi amado! He aquí él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados”(2:8).
Es un deleite exquisito. “Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar. Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor” (2:3, 4).
La química del amor eros
Desde la perspectiva de la bioquímica, la experiencia del amor eros está relacionada con una sustancia química llamada feniletilamina (FEA). Esta sustancia juega un papel muy importante en el deseo sexual de dos personas que se gustan. Cuando el cerebro se inunda de esta sustancia, responde con la secreción de dopamina, un neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que genera placer. Algunas de las otras hormonas vinculadas con el deseo sexual son la oxitocina, conocida como “la hormona del amor”; la serotonina, el neurotransmisor de la felicidad; y la norepinefrina, que produce excitación sexual y genera exceso de energía.3
Con el paso del tiempo, la euforia y el deseo sexual que producen estos compuestos químicos no siempre mantienen los mismos niveles. Después de la luna de miel y el primer tiempo de romanticismo, algunas parejas comienzan una etapa de consolidación en la que disminuye la producción de dopamina. Comienzan a ver al cónyuge ya no tan atractivo física y sexualmente, sino también como a alguien con quien desean compartir un amor diferente, incondicional: el amor ágape.
Este era el problema de Mario y Marta. Por la disminución natural de la dopamina, el amor eros no pudo mantener el intenso deseo sexual del principio. La disminución se debió a que los receptores neuronales se habían acostumbrado a ese exceso de flujo químico, y ahora necesitaban aumentar la dosis para seguir sintiendo el mismo nivel de excitación. Por eso Marta decía: “No siento lo mismo hacia Mario”. Cuando esto ocurre, el cerebro necesita un proceso de recuperación para volver a los niveles normales de flujo químico.
Además, Mario y Marta necesitaban experimentar otro tipo de amor, porque el amor eros no basta para mantener una relación a largo plazo. Necesitaban el amor ágape, un amor ético, incondicional y “abnegado”. Cuando el eros y el ágape se fusionan, la relación comienza a reflejar la imagen de Dios: una relación de igualdad e independencia, en la que se recibe y se comparte el amor divino.
El amor como emoción
El amor es principio y emoción. Las teorías cognitivas de la emoción argumentan que la emoción surge como consecuencia de cierta actividad cognitiva.4 Y si la emoción es una actividad cognitiva, puede ser controlada por el poder de la voluntad. Por ejemplo, ante la ira, San Pablo aconseja: “Airaos, pero no pequéis” (Efesios 4:26). Es posible controlar la emoción de la ira mediante la razón y la voluntad.
Y así como la ira, también el amor es una emoción que puede controlarse y cultivarse por las mismas facultades. Me gusta este pensamiento: “Cuando el principio celestial del amor eterno llena el corazón, fluirá a los demás… porque el amor es el principio de acción que modifica el carácter, gobierna los impulsos, domina las pasiones, subyuga la enemistad y eleva y ennoblece los afectos”.5
Cinco consejos para cuando creas que se acaba el amor
Llena el tanque de amor de tu cónyuge. Descubre su lenguaje favorito y usa ese lenguaje para expresar tu amor. Los cinco lenguajes del amor son estos: palabras afirmativas, tiempo de calidad, actos de servicio, regalos, y caricias.
Comunica tus sentimientos a tu pareja sin atacarla ni culparla. Luego, con empatía, escucha su versión de la historia.
Comparte con tu cónyuge la gracia que recibes de Dios. Busca a Dios cada día para recibir su gracia, y así poder darla a quien está a tu lado en la vida.
Dedica tiempo de calidad a tu relación íntima. Dale ese toque de pasión y juego erótico. Imagina que están en su primera cita de amor.
Ejerce control. Permite que el Espíritu Santo te ayude a controlar tus emociones mediante la razón y la conciencia.
En resumen, recordemos que el amor que se expresa en la sexualidad es una combinación de eros y ágape. El equilibrio de ambas fuerzas reproduce la imagen de Dios en la relación matrimonial.
El autor es doctor en Terapia Matrimonial y Familiar. Escribe desde Hialeah, Florida.