Tal vez porque nací en una familia de escasos recursos, mi mayor anhelo cuando niño era que llegara el día de los regalos. En los Estados Unidos ese día se conoce como el día de Navidad. En el país donde nací era el día de los reyes magos. Ese era el día de los juguetes, las sorpresas y mucha algarabía. Era el día cuando mis hermanos y yo nos levantábamos más temprano que nunca y lo primero que hacíamos era mirar debajo de la cama para ver qué juguetes nos habían traído Santa Claus y los reyes magos.
¡Qué alegría! ¡Cuánta emoción! Quizá lo que hacía que ese día fuera tan especial era que mis hermanos y yo solo recibíamos regalos y juguetes una vez al año. El día de los reyes era el día en que cifrábamos nuestra mayor esperanza. Pero a lo largo de los años aprendí a anticipar otros días con una emoción igual o superior. He aquí algunos de ellos.
El día del matrimonio
El día del matrimonio es un día de gran esperanza. Una de las fotos más interesantes en nuestro álbum de bodas es la que me sacó el fotógrafo en el mismo momento en que yo, como novio impaciente, daba una larga mirada a mi reloj, como suspirando y preguntándome: ¿Cuándo llegará la novia? El día del matrimonio es un día muy esperado por los novios. También fue un día de gran esperanza para mí. Pero quiero proponerte que hay una esperanza mayor.
El día del nacimiento de un bebé
Para la mayoría de las personas la llegada de un bebé produce una gran esperanza. Por cierto, para mí la llegada de mis dos hijos fueron momentos de gran anticipación. Tanto era mi deseo de ver a mi primer bebé que llevé varias veces a mi esposa embarazada al hospital antes de tiempo, solo para que nos enviaran de regreso a la casa. Cualquiera pensaría que con el segundo bebé aprendería la lección, pero no fue así. Tanto era mi anhelo de ver a mi preciosa criatura nacer, que estuve dispuesto a dejarme llevar por las falsas alarmas de nacimiento prematuro. El nacimiento de un bebé es un gran motivo de esperanza. Pero hay una esperanza mayor.
El día de reunión después de una larga separación
El 5 de agosto del año 2010, 33 mineros chilenos quedaron atrapados en el corazón de la tierra a más de 700 metros de profundidad. Estos mineros quedaron completamente separados de sus familiares y seres queridos. Por casi tres meses ellos añoraron volver a reunirse con sus familiares. Por su parte, los familiares también esperaban con ansiedad el día de la reunión. Tanto así que el campamento de tiendas de campaña que se levantó para esperar el rescate fue llamado Campamento Esperanza. Definitivamente, reunirse con nuestros seres amados después de una larga separación produce una gran esperanza. Pero hay una esperanza mayor.
La mayor esperanza de mi vida
Antes de su ascensión al cielo, Jesús hizo una promesa a sus discípulos: “Me voy, pero vendré otra vez” (ver S. Juan 14:1-3). Esta promesa ha constituido la gran esperanza del cristiano hasta hoy. La Biblia nos invita a vivir “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). La segunda venida de Cristo es el evento que cumplirá nuestros más caros anhelos. Es la garantía de que muy pronto todo el sufrimiento pasará.
La segunda venida nos llena de esperanza en el futuro, esperanza en medio del sufrimiento, esperanza en el dolor, esperanza en la soledad, esperanza en la opresión, esperanza en medio del racismo, esperanza en medio de la injustica, esperanza en una vida mejor, esperanza en la muerte, esperanza en la desesperación. El profeta Isaías dice: “Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isaías 25:9).
Saber que Jesús viene y cómo será su venida es de vital importancia, porque el mismo Señor Jesucristo declaró que en los últimos días vendrán personas que engañarán a muchos respecto de su venida. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos (ver S. Mateo 24:23-26). Mi experiencia me ha llevado a la conclusión de que solo los que estudian la Biblia y siguen sus preceptos serán protegidos de los engaños satánicos en torno a la segunda venida de Jesús. Depender de las interpretaciones populares es ciertamente peligroso. ¿Cómo dice la Biblia que vendrá Jesús?
- La venida de Jesús será algo literal
Jesús no viene en forma simbólica, ni metafórica. El Jesús que se fue al cielo era el mismo que había estado con sus discípulos por más de tres años. La Biblia es clara: de la misma forma que se fue, así mismo regresará. “Este mismo Jesús —escribió San Lucas—, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:9-11).
- Jesús vendrá en forma visible
La venida de Jesús no será secreta ni invisible. Los discípulos vieron a Jesús cuando ascendió al cielo (Hechos 1:9-11). De la misma manera, cuando él regrese, todo ser humano lo verá con sus propios ojos (Apocalipsis 1:7).
- Jesús vendrá en forma audible
El regreso de Jesús no será silencioso. Dice la Biblia que se tocará la trompeta, habrá aclamación, se oirá la voz del arcángel, las tumbas se abrirán y los muertos resucitarán (S. Mateo 24:31; 1 Tesalonicenses 4:16-17; Isaías 26:19). Habrá una verdadera explosión de sonido.
Causa alegría y satisfacción a mi corazón saber que cuando Cristo venga por segunda vez ya no será como el niñito que nació en Belén. Tampoco viene como el Cordero manso que fue crucificado en la cruz del Calvario. Esta vez Jesús viene con gran poder y gloria para dar a cada uno su recompensa (S. Mateo 24:27-31).
Los creyentes a menudo nos hacemos la pregunta: ¿Cuándo vendrás, Señor? El día y la hora no sabemos, pero todas las señales indican que Jesús viene pronto y cumplirá su promesa (S. Mateo 24:36-42).
En el año 1993, en el país de Turquía, ocurrió un devastador terremoto de 7,3 en la escala de Richter en el que murieron miles de personas. Ese mismo día de mañana el padre de Amán llevó a su hijo a la escuela, le dio un beso y le dijo: “Hijo, pronto regresaré a buscarte”. Tan pronto pudo después del terremoto, el padre de Amán corrió desesperado a la escuela donde había dejado a su hijo y la encontró totalmente destruida. Se dirigió al área donde había estado el aula de clases de Amán y comenzó a cavar con sus manos a la misma vez que llamaba desesperadamente: “Amán, Amán”.
Otros padres estaban en el área, llorando y diciendo: “Todos están muertos. Ninguno se salvó”. Pero el padre de Amán les dijo: “Vengan, ayúdenme a cavar. Mi hijo Amán está aquí. Yo le prometí que volvería por él. Continuó cavando hasta que sus manos quedaron totalmente ensangrentadas. Los socorristas le dijeron que tenía que irse, que ya no había nada más que hacer. Pero él continuaba gritando: “No, no, mi hijo está aquí. ¡Por favor, ayúdenme! ¡Yo le prometí a mi hijo que regresaría!”
Después de cavar por más de treinta horas, el padre gritó en la oscuridad: “¡Amán, Amán!” Entonces oyó una voz conocida que respondió: “¡Papá, papá!” Amán y varios de sus amiguitos se habían escondido en una grieta pequeña y todavía estaban vivos. Amán se asió del cuello de su papá y le dijo: “Papá, papá, yo sabía que vendrías a buscarme. Dije a mis amigos que no se preocuparan, que tú vendrías a buscarme”.
Amigo lector, esta ilustración no está muy lejos de la realidad espiritual de la venida de Cristo. Quizá tú también te sientes atrapado por las circunstancias y el dolor. Quizás el sufrimiento te ha paralizado y no encuentras salida. Te ruego que recuerdes que Jesús pronto volverá a rescatar a sus hijos. Yo no te conozco, pero sé que eres un hijo o una hija de Dios. Dios te ha escogido para ser salvo. Él desea que vivas con esperanza, que seas feliz. Hoy mismo puedes decirle: “Padre que estás en los cielos, ayúdame a vivir con esperanza y a prepararme para el día de tu regreso. Perdona mis pecados y recíbeme como tu hijo”.
El autor es dirigente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en el Noroeste de los Estados Unidos. Escribe desde Portland, Oregon.