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Acababa de cumplir 25 años y estaba soltero. Yo me encontraba llevando a un grupo de jóvenes que asistirían a un campamento juvenil en el sur de California. Los muchachos tenían grandes expectativas: conocer otros jóvenes, hacer nuevos amigos, participar en juegos sociales, etc. En realidad, el fin de semana lucía para ellos muy prometedor. Al entrar al campamento, de pronto vi a una chica de espaldas, alta, elegante, pelo castaño, muy bien recortado. No podía creerlo. “¿Será ella?”, me pregunté.

Mi mente me transportó cinco años atrás, cuando en una visita al norte de California había conocido a una chica encantadora, alta, esbelta, bella, de cutis fino y facciones que parecían las de una diosa griega. Tuve la oportunidad de escucharla cantar y tocar el piano, y hasta su caminar era el de una princesa. Lo más cerca que pude estar de ella había sido el día que nos presentaron: Habíamos estrechado las manos y después el destino pareció separarnos tan súbitamente como nos había permitido conocernos. Ella partió, según me informé, hacia el sur de California; y yo partí de regreso a Oregon, donde residía. Habían pasado cinco años desde aquella “gloriosa” experiencia, y ahora estaba allí, totalmente absorto por la presencia de una chica que prometía ser la misma que me había robado el corazón hacía cinco años.

La atracción es poderosa. La atracción es excitante. La atracción es vida pura. Nacemos con una gran necesidad de conectarnos con otras personas, de desarrollar vínculos emocionales que nos traigan bienestar social, emocional y psicológico, que nos motive y nos dé energía para alcanzar nuestros sueños y planes personales. El vínculo emocional es la gasolina del ser humano que impulsa a la persona hacia la actividad productiva, a una existencia significativa y a la felicidad.1

Todo noviazgo comienza con una “simple” atracción física; sin embargo esta atracción implica varios factores:

El biológico.Nos gusta y nos atrae la gente que es biológicamente diferente a nosotros, del sexo opuesto, de diferente color de tez, cabello, altura, forma y color de ojos, etc.

El ADN: Los científicos creen que la gente se atrae de acuerdo a ciertos elementos genéticos parecidos.2

La química: La feromona es una sustancia química que provoca una reacción específica en la otra persona por medio del sentido del olfato.3 Hasta ahora se creía que los efectos de las feromonas solo se daban en algunos animales, como los perros. ¿Haz notado cómo se olfatean estos animales cuando se encuentran? Bueno, lo que hacen es oler sus respectivos perfumes naturales dados por el Creador para conectarse e identificarse. Pues bien, tú y yo tenemos un aroma natural que el cuerpo exuda y atrae al otro.

El amor que nos resulta familiar. Esto representa el elemento psicológico de la atracción. Nos encantan las personas que nos recuerdan cómo hemos sido amados en nuestra niñez.4

La admiración. Buscamos socializar con las personas que tienen rasgos físicos, características personales, sociales, psicológicas o emocionales que admiramos y apreciamos, y, a menudo, que nosotros no poseemos.5

Luego de la atracción física, la pareja entra al segundo estado del vínculo emocional: la infatuación. Generalmente nos referimos a esta etapa como “la del verdadero amor”, a causa de todas las sensaciones corporales, psicológicas y las “maripositas” que experimentamos en este período. Pero lo que ocurre en realidad es que durante el estado de infatuación el cuerpo experimenta una inundación de adrenalina, acompañada de los neurotransmisores dopamina y norepinefrina, como también una abundancia de otro neurotransmisor llamado feniletilamina, comúnmente abreviado PEA.6

Todos estos compuestos orgánicos crean un efecto alterado de la mente, que uno atribuye directamente a la presencia, los encantos, las caricias y palabras de nuestro príncipe azul o nuestra princesa dorada. Bajo estos efectos, los novios dicen y hacen cosas que bajo condiciones normales no harían. Recuerdo que en cierta ocasión, cuando yo estaba bajo los efectos del PEA, viajé un total de diez horas en una autopista a gran velocidad para sacar a mi novia a cenar por una hora (la misma chica del campamento), para luego volver a mi casa. Lo hice sencillamente porque “tenía” que verla.

La presencia del PEA baja las defensas emocionales; los novios se vuelven vulnerables y es fácil abrir el corazón y decir cosas como: “Contigo puedo hablar cosas que nunca he podido hablar con nadie”. “Por ti soy capaz de hacer cosas imposibles”. Las características positivas de la pareja son magnificadas y las negativas son minimizadas, porque el PEA es activado por el otro; la otra persona es un agente catalizador. Buscamos la proximidad a todo costo, y si no, soñamos despiertos, experimentamos grandes fantasías. El PEA es un estimulante que crea un estado eufórico que hace que sintamos que todo es maravilloso. Erradica el dolor, la depresión, los sentimientos de ira y eleva el nivel de la libido.

El PEA tiene un elemento peligroso: Se incrementa por la acción del miedo y de las situaciones de riesgo y peligro. Por eso, cuanto más riesgosa sea una relación romántica, más apasionadamente se experimenta. Por eso, las relaciones “secretas”, las relaciones “prohibidas”, pueden ser tan confusas y excitantes como también un gran dolor de cabeza para los padres. Otro aspecto negativo de los efectos del PEA es que tiene una duración muy limitada: de tres a seis meses, en condiciones normales, dependiendo de cuántas veces la persona lo ha experimentado. Cuando se termina, las cosas comienzan a verse muy diferentes. La chica que se nos parecía a Jennifer López, ahora la vemos simplemente como Juanita y el mozo con la sonrisa de Tom Cruise, ahora es un simple Tomás.

Pero esto no es todo, porque el PEA es adictivo; deja un terrible apetito y deseo por más de lo mismo. Por lo tanto, cuando una relación deja de producirlo, se lo busca en otra. Esta es la razón por la que existen personas que están continuamente saltando de una relación romántica a otra, buscando la experiencia estimulante del PEA. La pareja que sobrevive la etapa de la infatuación —enfocada en la satisfacción personal y motivada por sentimientos egocéntricos que pueden tornarse en abuso y explotación— pasan a la última fase del noviazgo: la del vínculo o apego romántico.

En esta etapa, la pareja demuestra un apego romántico verdadero. Aman con sencillez, negocian, escuchan, dialogan, validan, colaboran, animan, ministran, enriquecen y dan. La pareja manifiesta armonía. El corazón y la mente se sintonizan y crean una especie de congruencia emocional, mental y física. Estas personas por lo general son las que terminan casándose. La pareja aprende a apreciarse no solamente por las características positivas externas que posee, sino por los valores, principios, y dones intrínsecos que comparte. Muchas personas se casan en la etapa de la infatuación, y piensan que se aman y que tienen un compromiso total con su cónyuge, solo para despertarse, meses después, a la cruel realidad de que fueron víctimas de un baño hormonal.

Las relaciones románticas pueden ser peligrosas si no tenemos un conocimiento claro de quiénes somos, qué queremos de nuestro futuro compañero/a, quién es Dios en nuestra vida, y un deseo ardiente de honrarlo sobre todas las cosas. Toda atracción física, experimentada como baño hormonal, necesita ser dirigida y supervisada por el Espíritu de Dios, que entra a la vida de modo intencional mediante la oración.

La presencia de Dios en tu vida te ayudará a discernir lo que es correcto e incorrecto, puro e impuro, apropiado o inapropiado, pues su Palabra nos promete: “Entonces tus oídos oirán de ti la palabra que diga: Este es el camino, andad por él y no echéis a la mano derecha, ni tampoco os desviéis a la mano izquierda” (Isaías 30:21, Reina-Valera 1995).

Si eres dirigido/a por el Espíritu y aconsejado/a por las Escrituras, sabrás elegir con quién establecer una relación (el consejo bíblico es que sea creyente; ver 2 Corintios 6:14-18), bajo qué circunstancias lo haces y qué es lo que haces con tal persona. Todo lo tienes que hacer para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31). Con el Señor en tu corazón sabrás qué clase de límites debes establecer en tus relaciones con el sexo opuesto, para evitar la impureza (Proverbios 5), y de quién debes escuchar consejo. Los padres, amigos y personas amantes de Dios son los mejores consejeros (Proverbios 4:5-7). Un buen noviazgo debe brindarte satisfacción personal, aprecio, motivación para vivir y ser productivo, como también ayudarte a crecer espiritualmente. Busca esto en tu noviazgo; y si ya lo tienes, aliméntalo; si no, analiza y haz los ajustes apropiados; y si es necesario descártalo.

1Bowlby, J., Attachment and Loss, tomo 1 (Nueva York: Basic Books, 1982).
2Cashdan, S., Object Relations Therapy (Nueva York: W.W. Norton, 1988).
3Carlson, J. & Sperry L., The Intimate Couple (Ann Arbor, Michigan: Edward Brothers, 1998).
4Fisher, H. E., Anatomy of Love (Nueva York: W.W. Norton, 1992).
5Hendrix, H., Getting the Love You Want: A Guide for Couples (Nueva York: Henry Holt, 1988).
6Fisher, Ibíd.


El autor es pastor adventista en San José, California, y tiene un doctorado en Psicología, con especialización en Consejería Familiar.

Radiografía de una relación romántica

por César de León
  
Tomado de El Centinela®
de Febrero 2010