Hace algunos años enseñé una clase a un grupo de profesionales en un salón cuyas ventanas se mantenían abiertas; sin embargo, además del aire que nos refrescaba, también entraban las moscas en gran cantidad. Muchos de estos indeseables visitantes, cuando intentaban salir, se impactaban en el límpido cristal de las ventanas, se levantaban y lo intentaban de nuevo, hasta que morían. Cada día había que sacar el montoncito de moscas que habían fallado al querer salir.
Tal como estas moscas, los seres humanos a menudo persisten en un curso de acción que no les ha dado buenos resultados. Desperdician tiempo y energía en lo que no beneficia.
Tal vez 2016 dejó en usted un rastro de desilusiones y caídas a causa de la repetición vana de un curso de acción equivocado. La ecuación del éxito para un año nuevo victorioso requiere un cambio de estrategia que incluya evitar errores pasados. San Pablo, quien durante muchos años cometió el error de oponerse a Jesús, ofrece en su Epístola a los Filipenses una fórmula para enfrentar el futuro con éxito. La fórmula incluye olvidar el pasado y proyectarse al futuro con inteligencia y optimismo.
El olvido
La iglesia de Filipos, en el territorio de Macedonia, fue fundada por San Pablo en su segundo viaje misionero (Hechos 16:12-40), y posteriormente le escribió una carta. En esta epístola el apóstol elogia su devoción a Dios y agradece a los filipenses por el apoyo que le otorgaron durante su injusto encarcelamiento por causa de la predicación del evangelio (Filipenses 1:3-7; 4:14, 15). También les hace un llamamiento a la unidad y les advierte acerca de “los enemigos de la cruz de Cristo” (Filipenses 2:3, 4; 3:2, 18). Estos enemigos eran personas que predicaban la salvación por obras meritorias que incluían mutilaciones corporales. El mismo San Pablo, antes de conocer a Jesús, también intentó ganar su salvación por obras propias. Ahora alude a la torpeza de sus esfuerzos legalistas previos y alienta a los conversos filipenses a creer en Cristo por fe y obedecerlo por amor, sin confiar en sus buenas obras para ser salvos.
Pablo reconoció la futilidad de sus acciones pasadas, renunció a sus viejas creencias y prácticas y escribió estas palabras memorables: “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante” (Filipenses 3:13). El concepto paulino de “olvidar” en esta declaración no se refiere a tener mala memoria sino a descartar o no tener en cuenta algo, pues había discordias entre los creyentes (ver Filipenses 2:2; 4:2).
El cambio
El concepto paulino de olvidar el pasado no excluye el deber de aprender de los errores. En realidad, una de las lecciones que Pablo compartió con sus lectores es que no debían repetir los mismos errores improductivos pasados. Las acciones improductivas debían cambiarse por su contraparte positiva.
San Pablo reconoció sus equivocaciones y cambió su cosmovisión y su comportamiento. Declaró arrepentido que las persecuciones injustas y las blasfemias pasadas contra los seguidores de Cristo, las había hecho “por ignorancia, en incredulidad” (1 Timoteo 1:13); y cambió el derrotero de su vida. Todos hemos experimentado la verdad de la máxima clásica que reza: Si siempre hacemos lo mismo que hemos hecho hasta hoy, de la misma forma y bajo las mismas circunstancias, obtendremos los mismos resultados.
El cambio restaurador requiere el abandono de acciones y actitudes improductivas, y la continuidad en las acciones y actitudes positivas. El apóstol abandonó su legalismo independiente, y en su lugar adoptó la dependencia en Cristo. Por eso declaró: “No teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo” (Filipenses 3:9). Lo que antes era para Pablo ganancia, ahora lo estimaba “como pérdida por amor de Cristo” y lo tenía todo por basura, “para ganar a Cristo” (Filipenses 3:7, 8).
La proyección
En su Epístola a los Filipenses, el apóstol reconoció sus yerros y se proyectó hacia el futuro en procura de la excelsa meta: “Extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (vers. 13, 14).
El fracaso generalmente marcha acompañado de una vida desordenada y sin proyección. Salomón afirmó que “el necio no tiene meta fija” (Proverbios 17:24, DHH).* Si no sabemos adónde vamos, cualquier camino nos conducirá a un lugar desconocido y sin significado. Fallar en proyectar es planificar el fracaso. Un año nuevo exitoso requiere proyectarse al futuro con fe y entereza. Significa escribir la historia futura considerando las lecciones de la historia pasada.
Antes de su experiencia con Cristo en el camino a Damasco, los esfuerzos de Saulo por agradar a Dios eran enormes por su proyección miope y errática. Su encuentro con Jesús cambió su cosmovisión y su meta. Ahora su vida se proyectaba hacia cosas más grandes y mejor dirigidas. Su meta era el cielo y su proyección enfocada en la ciudadanía celestial. En esta epístola, el apóstol abre su corazón y confiesa su extravío a fin de exhortar a los filipenses para que se proyecten hacia lo que tiene valor permanente. Por eso les recuerda: “Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20). En nuestro caso, cualquier plan exitoso para el año nuevo debe incluir a Cristo como guía y al cielo como destino.
La actuación
Un ritual antiguo asociado con el año nuevo consiste en hacer resoluciones que incluyen asuntos personales, como bajar de peso, aprender un idioma o hacer ejercicio. Estas metas son encomiables, pero generalmente enfrentan dos inconvenientes: ignoran los deberes religiosos y no se concretan.
Las proyecciones para restaurar un pasado sin éxito no deben posponerse; deben implementarse con presteza, aunque sean metas de largo alcance. Cuando Saulo de Tarso se encontró con el Señor Jesús, fue transformado en el apóstol Pablo, y se embarcó en un peregrinaje por el resto de su vida. Por eso, cuando escribió la Epístola a los Filipenses afirmó que todavía no había alcanzado su objetivo, pero que lo perseguía: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (vers. 13, 14). Esta declaración se refiere a la tenacidad y la perseverancia que deben ejercerse al ejecutar nuevos planes. Se requiere firmeza, diligencia y perseverancia.
Un futuro exitoso requiere crecimiento continuo y progresivo. Salomón ilustró este ideal mediante la comparación del crecimiento cristiano con la iluminación progresiva del sol durante el día, hasta que llega a su cenit, y lo dijo así: “Va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18). Un año nuevo mejor implica abandonar lo negativo del pasado y abrazar una causa motivada por ideales nobles y perdurables.
* Cita tomada de la Biblia Dios habla Hoy® 3a edición, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996. Utilizado con permiso.
El autor es catedrático de la Universidad Andrews en Berrien Springs, Michigan.