Hay muchas promesas en la Biblia para los hijos de Dios. Durante algunos años me dediqué a poner un puntito verde junto a los versículos donde leía alguna promesa de Dios para mi vida. Después de un tiempo, cada vez que hojeaba rápidamente mi Biblia, podía ver cuánto “verdeaban” sus páginas.
Permítame hablarle de una de ellas. La encontramos en el Evangelio según San Mateo. Según el escritor, estas son palabras literales de Jesús después de su resurrección: “Id, y haced discípulos… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (Lea todo el pasaje en S. Mateo 28:18-20.)
Lo especial de esta promesa hecha al pequeño grupo de discípulos es que recobra su importancia en la vida de aquel que comienza a caminar con Dios. Me imagino que cuando una persona en los tiempos bíblicos recibía las buenas noticias de salvación y se bautizaba, también se le recordaba esta gran promesa de la presencia de Dios para siempre. Desde el día que comprendí y experimenté que Dios todavía cumple esa promesa en la vida de quienes aceptan a Jesús como su Salvador personal, no he dejado de dar gracias a Dios por su presencia continua en mi vida.
Todavía recuerdo con alegría aquel día de junio de 1987 cuando decidí entregar mi vida a Dios. En oración le dije que no sabía cómo iba a hacerlo, pero quería dejar el vicio del cigarro, el alcohol y otras drogas ilegales. Tiempo después me di cuenta que había sido el cumplimiento de la promesa de su presencia con nosotros “todos los días”, la que me dio poder para vencer.
El Dios amoroso creó al hombre con el propósito de convivir con él y hacerlo feliz. Tristemente, la gran mayoría de la raza humana no es feliz, porque ha tratado de buscar la felicidad fuera de Dios. No hay felicidad sin Dios. Durante muchos años pensé que había alcanzado la felicidad gozando los placeres del mundo, pero un día me di cuenta que era una felicidad falsa. El vacío interior persistía. En realidad, la felicidad llega cuando decidimos creer, confiar y poner en práctica las enseñanzas de la Palabra de Dios.
Desde la misma creación encontramos al enemigo de Dios tratando de echar por tierra los planes maravillosos que el Creador tenía en su corazón para la raza humana. Dios le pidió a Adán y a Eva que no comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal, para que no murieran (ver Génesis 2:17). Pero conocemos el triste desenlace de esta historia trágica: Nuestros primeros padres desobedecieron y perdieron el privilegio de estar delante de la presencia de Dios en el huerto del Edén. Sin embargo, Dios buscó a sus hijos. En Génesis 3:9 leemos: “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?”
Aunque las consecuencias del pecado son trágicas, el relato bíblico nos enseña cuán interesado está Dios por sus hijos. En Éxodo 25:8 encontramos a Dios pidiéndole a su pueblo Israel que le hicieran un tabernáculo para morar en medio de ellos. El Nuevo Testamento revela que al hijo de María lo llamarían Emmanuel, “Dios con nosotros” (S. Mateo 1:22-23). Esto era el cumplimiento de la promesa hecha por Dios al profeta Isaías (Isaías 7:14). La evidencia bíblica es que Dios siempre ha deseado estar cerca de sus hijos para brindarles apoyo en todo momento y hacerlos felices.
Por eso, si usted está enfermo, recuerde esta promesa. Si tiene problemas familiares, recuerde esta promesa. Si se encuentra solo, triste o desesperado, recuerde esta promesa. Si está feliz, agradézcale a Dios por esta promesa.
El autor es pastor de la Iglesia Adventista en el área de Vallejo, California.