Los treinta congregantes apenas cabían en la rústica casita de madera que pasaba por iglesia, y que recibía de ellos una reverencia propia de una catedral. Resonaba en aquel ambiente sencillo una música cuya dulzura armoniosa dejaba al espectador sin aliento. La entonaba un cuarteto de tres hombres y una dama, y al preguntar se me dijo que era una imitación del famoso cuarteto Los Heraldos del Rey. Más tarde llegaría a saber que aquellos piadosos feligreses de Forest City, Florida, eran devotos no sólo de Los Heraldos sino también del programa radiofónico donde estos artistas figuraban regularmente. Era imposible para el visitante adentrarse en aquel universo sin “tropezarse” con La Voz de la Esperanza.
Durante dos años fui instruido con dos prácticas semanales invariables: estudios de la Biblia el sábado de tarde, y la audición de La Voz de la Esperanza el domingo, sin falta. Buena receta para un catecúmeno, ¿no le parece? Para ese entonces, el programa de La Voz brindaba dos maravillosas voces de cadencia acogedora, las dos muy parecidas en su timbre y tesitura. La una pertenecía al legendario orador y fundador del programa, Dr. Braulio Pérez Marcio, finísimo poeta y escritor insuperable. La otra, a un abogado joven, apuesto e intelectual, el Dr. Milton Peverini García, que empezaba a fungir como orador electo de La Voz de la Esperanza. ¡Qué dos años aquellos! Calaron hondo en mi alma, alimentando la incipiente espiritualidad de la más sana y cristocéntrica doctrina, fundamento al cual debo eterna gratitud y al que sigo devotamente ceñido.
Por fin llegaría el feliz y anhelado día de mi bautismo: el sábado 6 de abril de 1974. La alegría que nos provocara ese glorioso hecho pronto se vería cubierta por un velo grande de tristeza: Dos días más tarde, el lunes 8 de abril de 1974, pasaría al descanso el querido Don Braulio. Habría sido inimaginable entonces anticipar que a mí me tocaría años más tarde continuar la bendecida gesta de este ministerio.
En el universo de La Voz
Muchas personas aún recuerdan al pastor Braulio Pérez Marcio. Como orador de La Voz de la Esperanza, nunca he visitado un lugar sin que salga a colación nuestro insigne fundador. La gente evoca a Don Braulio con la reverencia reservada a un santo, pero también con el afecto destinado al círculo más íntimo de seres queridos. Tres incidentes me vienen a la mente.
Estábamos en Tabasco, México. Los organizadores locales habían escogido el espacioso Expo-Feria de Villahermosa, con cupo para 16.000 personas, para el anunciado Festival de Fe de La Voz de la Esperanza. Amigos del programa se habían dado cita, abarrotando las gradas. ¡Los tabasqueños aman La Voz de la Esperanza! El público entusiasta aportaba sonrisas y sonoros “amenes” a la música de los artistas del programa.
Ya me habían presentado y me dirigía al podio para entregar mi discurso. De repente, algo extrañísimo aconteció. La plataforma se vio invadida por individuos desconocidos. Su gesto era adusto; el ceño, fruncido; y la actitud, autoritaria. En un santiamén y con singular eficiencia, los extraños decidieron quién había de permanecer en la plataforma y quién debía abandonarla.
Por fin, el líder del grupo se dirigió a nosotros con una sonrisa en el rostro que delataba respeto y hasta simpatía. “No se preocupe usted, Dr. González, ésta es una invasión amistosa. Usted y los congregantes recibirán en breve la visita de nuestro gobernador, el honorable Luis Manuel Andrade”. Primero me sentí feliz y después avergonzado: ¡No lo habíamos invitado! Pero igual, allí estaba. Llegó acompañado de su gentil esposa y ambos portando Biblias. Por supuesto, en seguida le pasamos el micrófono. Nunca olvidaremos lo que dijo: “Cuando supe que La Voz de la Esperanza iba a estar en mi territorio, no pude dejar pasar esta oportunidad. Yo tengo una deuda de por vida con este programa. Cuando era niño escuché muchas veces al Dr. Braulio Pérez Marcio, y todavía escucho el programa. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que yo no sería quien soy sin la aportación que este bendecido programa hizo a mi vida. Hoy es mi oportunidad para testificarlo públicamente, y así pagar algo de esa deuda”.
En una visita a las oficinas de la Iglesia Adventista en el sur de México, su presidente, el pastor Javier Pérez, nos participó de una conversación que entablara con el honorable Pablo Salazar Mendiguchía, gobernador del Estado de Chiapas. Los sentimientos expresados allí han sido exteriorizados públicamente por el gobernador en más de una ocasión.
El pastor Javier Pérez nos relató lo feliz que se puso cuando le fue concedida una entrevista con el mencionado gobernante. Eran varios los puntos que él quería tratar con el dignatario. Sin embargo, el gobernador tenía su propia agenda. Él quería testificarle lo que había significado para él escuchar desde niño a Braulio Pérez Marcio en La Voz de la Esperanza y su deseo de que el equipo de La Voz hiciera un recorrido por su Estado. Los “puntos” del pastor Pérez quedaron en el papel, subordinados a la influencia que tuviera aquel otro pastor Pérez en el alma de quien entonces era un niño y que ahora veía en su triunfo las huellas del recordado fundador de La Voz de la Esperanza.
Un milagro en Bruselas, Bélgica
Todavía está fresco el recuerdo de la campaña evangelizadora que tuve el privilegio de dictar en Bruselas, Bélgica. Bruselas es una de las ciudades europeas más hermosas, a lo que contribuyen la arquitectura de sus barrios, sus edificios públicos, la elegancia de sus palacios y casonas particulares. Por ser sede de las Naciones Unidas en Europa y de las Cortes Internacionales de Justicia y Derechos Civiles, se la considera con justicia “la Capital de Europa”.
Allí conocí a Don Mario Goudo. Hijo de padre belga y de madre peruana, Don Mario nació en el Perú, donde estaba destinado a una brillante trayectoria de impacto nacional. De alma noble y humanitaria, este recitador y orador talentosísimo dedicó su vida a la superación de su pueblo, con lo que se convirtió en uno de los políticos más capaces que ha conocido el Perú. Fundador de varios sindicatos y partidos políticos, en una ocasión fue candidato a la presidencia de su país.
Durante toda su carrera política cultivó secretamente una afición favorita: Era ávido radioescucha de La Voz de la Esperanza, y gran admirador de su entonces orador, el pastor Pérez Marcio. Don Mario sentía afinidad con el alma poética y la palabra elegante de nuestro fundador. Claro está, la poderosa Palabra de Dios fue penetrando profundamente en su corazón.
Con el visto bueno de su hija, me animé a hacerle una visita al hospital, pues se hallaba muy enfermo con altísima fiebre. Para nuestra sorpresa, Don Mario nos recibió como quien recibe a un viejo amigo. Enseguida nos comentó cómo había disfrutado los vídeos de Descubra, nuestro programa televisivo. Se trataba de un conversador ágil y entretenido. Pero lo más maravilloso fue que allí mismo el Sr. Goudo decidió entregar su corazón por completo a Cristo y ser bautizado. Y entonces sucedió algo milagroso: ¡la fiebre se esfumó! Esa misma noche Don Mario Goudo fue bautizado. ¡Qué maravilloso es nuestro Dios!
Al escribir estas líneas, Don Mario ha perdido su batalla contra el cáncer y hoy descansa. Pero nos gozamos al celebrar su victoria de fe, y la vida eterna que será suya y de todos los que también creemos en su Salvador. En esa vida venidera tendré el gusto de propiciar el encuentro de mi querido amigo Mario Goudo con Don Braulio Pérez Marcio. ¡Esa conversación no me la quiero perder por nada del mundo!
El autor es el director y orador del programa radiofónico internacional La Voz de la Esperanza. Este tributo aparece en el libro Vida de Braulio Pérez Marcio, publicado por Pacific Press y escrito por el Doctor Milton Peverini.
La Voz de la Esperanza cumple 65 años
En 1942, la Iglesia Adventista del Séptimo Día le pidió al Dr. Braulio Pérez Marcio, un pastor y evangelista nacido en España y emigrado a la Argentina cuando todavía era niño, que estableciera un programa radiofónico para el gran público de habla hispana. Durante más de 30 años, el Dr. Pérez Marcio se consagró a ese fructífero ministerio. Su erudición, su sensibilidad de escritor y poeta, y su profunda comprensión de la lengua y la cultura hispanas, lo convirtieron en una personalidad muy in?uyente. Pero sobre todo, fue un instrumento del Señor que, en forma gloriosa, exaltó la bendita esperanza del regreso del Señor.
La voz amable y comprensiva del pregonero de esperanza halló eco fértil en el corazón angustiado del público hispanohablante. En 1944, a menos de dos años de la fundación del programa, había 11 emisoras transmitiéndolo en todo los Estados Unidos. En poco tiempo más, La Voz de la Esperanza se estableció en todos los países de América Latina. A fines de 1969, el programa se transmitía por una red internacional de más de 500 radioemisoras. Actualmente, en los comienzos del nuevo milenio, sus mensajes orientadores llegan a millones de oyentes a través de 1.300 emisoras, esparcidas por 35 países del globo. Cada semana se emite el programa en lugares remotos como Australia, Suecia y Suiza. Y desde 1999, a través de La Red Internacional La Voz de la Esperanza, con base en América Central, el programa es transmitido diariamente por satélite. Además, gracias a Internet, La Voz de la Esperanza puede ser leída y escuchada en www.lavoz.org. El programa televisivo de La Voz—Descubra—puede verse en varias ciudades por Univisión y/o Telemundo.
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