Un reciente documental asegura haber encontrado la tumba de Jesús de Nazaret. Ese Jesús no es hijo de un carpintero, estaba casado, tenía un hijo, no había sido crucificado ni había resucitado de los muertos. ¿Será ese el Jesús de Nazaret a quien veneran millones de cristianos?
Los productores de cine James Cameron y Simcha Jacobovici estremecieron al mundo con la noticia que haría rescribir todos lo libros de historia que hablan de la vida de Jesús de Nazaret. Jacobovici se dirigió a Talpiot (Jerusalén) para buscar los restos de una tumba excavada en 1980. Jacobovici buscó evidencia, logró entrar ilegalmente a la tumba que había sido sellada, usó estadísticas, y al final pudo probar su teoría de que había encontrado los huesos de Jesús. ¿Pero a que Jesús encontró?
El hijo del carpintero de Nazaret
Las tradiciones más tempranas sobre Jesús de Nazaret lo describen como hijo de un carpintero, de una familia pobre que vivía en Nazaret, cerca del mar de Galilea. El Jesús de la tumba en Talpiot no era un pobre campesino, pues su tumba estaba excavada en una roca. Ese tipo de tumba pertenecía a gente adinerada, y la familia de un carpintero no la podría haber adquirido. Hagámonos la idea de un mausoleo. Aunque Jesús fue puesto en la tumba de un rico llamado José de Arimatea, en Jerusalén, jamás su familia hubiera podido tener una tumba del tipo de la de Talpiot. En ese tipo de tumba se enterraban familias enteras, tenía lugar para 30 o más cuerpos.
Jacobovici asegura que en Talpiot estaban los huesos de José, el padre de Jesús de Nazaret, y que ésa era su tumba familiar. Pero la tumba de José debería haber estado en Belén o en Nazaret. Era costumbre que las tumbas familiares se excavaran en el lugar de origen de la familia. Aun cuando en Jerusalén hay algunas tumbas de judíos que no eran jeruselamitas, en las lápidas se inscribía el origen de la persona enterrada allí, como “Simón de Cirene” o “Juan de Antioquia”. La arquitectura de la tumba y su ubicación atenta contra la teoría de que la tumba pertenecía a la familia de Jesús de Nazaret. El padre de ese Jesús era un José, pero no un carpintero de Nazaret.
La familia de Jesús
Jacobovici ubica nueve osarios (cajitas donde se colocan los huesos) que habían sido sacados de la tumba. Al revisar los osarios, él corrobora que en su exterior están inscritos los nombres de Jesús hijo de José, María y José. Además está el nombre de Mariamenou, Judas hijo de Jesús y Mateo. Cualquier aficionado que escucha estos nombres se llena de emoción por la importancia que tienen estos personajes para los cristianos.
Esos nombres ya habían sido publicados por Amos Kloner en 1986 en una revista científica. No habían causado sensación, porque los expertos en materiales del primer siglo de nuestra era saben que esos nombres eran muy usados en esa época. Richard Bauckham, de la Universidad de St. Andrews, ha preparado un catálogo con los 2.625 nombres que se han encontrado en inscripciones del primer siglo. Entre los hombres, el segundo nombre más común es el de José, el cuarto el de Judas, y el sexto el de Jesús. Entre los nombres de mujeres, María era el más usado durante el período romano temprano, apareciendo en el 21.4% de todas las inscripciones.
Las creativas sugerencias de Jacobovici no terminan aquí: él propone que un osario de Talpiot que se extravió en 1980 es el de “Jacobo”, el hermano de Jesús. Pero no hay forma de conectar ese osario con la tumba encontrada en Talpiot. Las pruebas de petina (formaciones minerales adheridas a objetos antiguos) que usa Jacobovici no son convincentes, pues no tenía suficientes ejemplos para comparar las muestras. Además, el osario perdido en 1980 no tenía ninguna inscripción, y el de Jacobo sí tiene. En el museo canadiense que se exhibió en el 2001, pude leer esa inscripción claramente: “Jacobo, hijo de José, hermano de Jesús”. Si usamos la evidencia histórica tampoco podemos situar la tumba de Jacobo en Talpiot. Eusebio describe la tumba de Jacobo cerca del Monte de los Olivos, lejos de Talpiot.
El matrimonio de Jesús
Tal vez el argumento más impresionante fue la prueba de ADN de algunos fragmentos de hueso. ¡Los ADN de Jesús y de María eran diferentes! ¿Será eso algo tan impresionante? El hecho es que las mujeres que eran enterradas en las tumbas familiares, tipo mausoleos, siempre tenían un ADN diferente a sus esposos. Esa “María” (Mariamenou) podía haber estado casada con ese Jesús, Judas, Mateo o José. Las mujeres, casi siempre terminaban en la tumba de sus esposos, con quienes no deberían tener una compatibilidad exacta de ADN. A esa “María” no la podemos conectar con el “Jesús” de la tumba de Talpiot ni con el de Nazaret.
La mención de María se hace al estilo de Dan Brown, quien popularizó en El Código Da Vinci la teoría de que María Magdalena era la esposa de Jesús. Pero no hay evidencia histórica o arqueológica en favor de esta teoría. Simcha Jacobovici propone que María Magdalena hablaba griego y que era una líder prominente en su ciudad. La “María” de Talpiot tiene su nombre escrito en griego, y Jacobovici argumenta que se debe a que ella venía de la cosmopolita ciudad de Magdala. Pero durante el primer siglo, Magdala era una minúscula villa de algunos cientos de habitantes que hablaban arameo y no griego como su idioma principal.
La crucifixión
El Jesús que apareció en Talpiot no fue crucificado. Los judíos ortodoxos modernos exigen que se entierren los huesos de quienes han sido encontrados en excavaciones arqueológicas. Eso fue lo que se hizo con los huesos del “Jesús hijo de José” que se encontró en Talpiot. Esos huesos no eran de un crucificado, de haber sido así hubiera sido un descubrimiento importantísimo. Los excavadores hubiesen guardado esos huesos para exhibirlos. Solamente hemos encontrado un hueso con evidencia de crucifixión, y está en exhibición en el Museo de Israel.
Finalmente, el “Jesús hijo de José” cuyos restos fueron enterrados en Talpiot nunca resucitó. Los primeros seguidores de Jesús tenían tanta confianza en que Jesús había resucitado, que muchos dieron su vida bajo esa premisa. Pablo, un seguidor de Jesús de Nazaret, le escribió a la gente de la ciudad de Corinto que “si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Corintios 15:14). Los judíos creían que la resurrección era un evento corporal y no “espiritual”, como lo sugiere Jacobovici. La doctrina de la inmortalidad del alma surge en la teología cristiana siglos después de la resurrección, por influencia de la filosofía griega. Los cristianos confiaban en la resurrección corporal que tendrá lugar en la segunda venida de Cristo (ver 1 de Tesalonicenses 4:13-18). Por lo tanto, la resurrección de Jesús de Nazaret es fundamental para la fe cristiana.
Consecuencias teológicas
Si se acepta la teoría de Jacobovici, hay que descartar los escritos más antiguos que se han encontrado de la vida de Jesús de Nazaret. Me refiero a los relatos de Marcos, Mateo, Lucas y Juan, además de Tácito, Suetonio y Josefo. Este “Jesús hijo de José” no es hijo de un carpintero ni su origen es Nazaret ni era hermano de Jacobo. Quizá tuvo un hijo, porque hay un osario de un “Judas hijo de Jesús”, aunque no podemos conocer el nombre de su madre. No fue crucificado y nunca resucitó. La tumba de ese Jesús no está vacía.
Pero la tumba de Jesús de Nazaret sí está vacía. Yo la he visitado y miles lo hacen cada día. La de Jesús de Nazaret, un pobre carpintero que murió en una cruz horrible, está vacía porque ese Jesús resucitó. Su resurrección es imposible probarla arqueológicamente, se requiere más que una excavación para que exista fe. La resurrección es una realidad sólo en aquellos corazones que están dispuestos a creer en el que dijo: “Yo soy la resurrección y la vida”.
El autor es arqueólogo y profesor en el Departamento de Teología de la Universidad Adventista de las Antillas, Puerto Rico.