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El cristiano que ama a su Maestro tiene el privilegio de seguir el ejemplo de Jesús en todas las cosas, incluyendo la observancia del sábado.

NAZARET. Los 63 miembros del tour por fin llegábamos a esta histórica ciudad, a 102 kilómetros al norte de Jerusalén.

Parecía un sueño. Uno tras otro habíamos visitado lugares cargados de historia. El mar Muerto. Jericó. El mar de Galilea. Las ruinas de Capernaum. El Monte de las Bienaventuranzas...

Y ahora estábamos en Nazaret, con sus 42.000 habitantes y con lugares sagrados a cada paso. Esta ciudad había sido la aldea natal de José y María, y todavía puede visitarse una antigua fuente, la Fuente de la Virgen, de donde María, según la tradición, obtenía el agua para su familia. Y aquí fue donde Jesús pasó la mayor parte de sus primeros 30 años, y donde trabajó fielmente en la carpintería de su padre.

Un ejemplo digno de imitar

Fue precisamente en Nazaret donde Jesús dejó un ejemplo valioso no sólo para los cristianos, sino para la humanidad en general, según lo relata el evangelista Lucas:

“Y Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Y conforme a su costumbre, el día sábado fue a la sinagoga” (S. Lucas 4:16, NRV 2000. Todas las referencias bíblicas están tomadas de esta versión, a no ser que se indique de otro modo).

Esta sencilla declaración muestra claramente que Jesús guardaba habitualmente el sábado, obedeciendo los mandamientos de su Padre (S. Juan 15:10), y observando el día de reposo que Dios mismo había establecido al comienzo de la historia de la humanidad (Génesis 2:1-3).

El hecho de que Cristo, al estar en la tierra, guardó el mismo día que observaban los judíos, muestra también que no se había perdido el orden de los días desde que se dio la ley en el Sinaí, ni desde la creación. ¡Cuán agradecidos debiéramos sentirnos por este hecho! Esto elimina toda duda sobre la identidad del día de reposo.

El cristiano que ama a su Maestro tiene el privilegio de seguir el ejemplo de Jesús en todas las cosas, incluyendo la observancia del sábado. “Si me amáis, guardaréis mis Mandamientos” (S. Juan 14:15), nos dice nuestro Salvador.

Imitar a Jesús en esta práctica abarca por lo menos dos asuntos fundamentales: Adorar a Dios en ese día, como Cristo lo hacía al ir el sábado a la sinagoga (S. Lucas 4:16), y hacer bien a los demás en esas horas sagradas. El Señor enseñó esto último con su ejemplo, sanando a los enfermos y enseñando a las multitudes en sábado, y mediante su prédica: “Es lícito hacer el bien en los días de reposo” (S. Mateo 12:12, RV, 1960).

El Señor del sábado

Jesús no sólo guardó el sábado. También declaró que es el Señor de ese día santo: “El sábado fue hecho para el hombre ?les dijo a los fariseos?, no el hombre para el sábado. Así, el Hijo del Hombre es también Señor del sábado” (S. Marcos 2:27, 28).

Aquí el Señor enseñó tres asuntos importantes:

  1. Para quién es el sábado: para el hombre, para toda la humanidad.
  2. Cuál es el propósito del sábado: beneficiar al hombre, y no que éste se vea sometido a exigencias legalistas respecto a la observancia del día santo.
    En efecto, los fariseos quisieron prohibir a los discípulos que arrancasen espigas de unos sembrados en sábado, y Cristo les hizo frente con las palabras que estamos comentando, las que excluyen todo legalismo.
  3. También el Salvador hizo bien claro el hecho de que él es el Señor del sábado. Él tuvo autoridad para establecerlo en un principio; tuvo autoridad para escoger como tal a uno de los días de la semana: el séptimo, y no otro; y tiene autoridad para indicar cómo ha de observarse. Además, el hecho de que Jesús sea “el Señor del sábado” indica que el sábado es el “día del Señor”.

Un día de liberación

Por sus enseñanzas y por su ministerio de curación, Cristo exaltó el sábado como un día especial de liberación, un día en el cual él se deleita en redimir al hombre.

El sábado, un monumento a la libertad. Unos 1.500 años antes de su encarnación, Cristo había proclamado los Diez Mandamientos en el monte Sinaí, en cuya ocasión les ordenó a los israelitas: “Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto, y que Yahveh... tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado” (Deuteronomio 5:15, Biblia de Jerusalén). Cada sábado el pueblo de Israel debía recordar que Dios los había librado de la esclavitud. Y por eso debían adorarlo y amarle.

La analogía para los cristianos es tan obvia que no requiere mucha explicación. Cristo nos libró de la esclavitud del pecado y del diablo, y gracias a su sacrificio en la cruz llegamos a ser “una nueva creación” (2 Corintios 5:17). Cada sábado, al adorar a Dios en el día que él apartó para rendirle culto, debemos expresarle nuestra profunda gratitud por la prodigiosa liberación que nos dio en Cristo Jesús.

Milagros de redención. Los Evangelios registran siete milagros hechos por Cristo en sábado, los que muestran el amor y el poder de Cristo, a la vez que enseñan el verdadero propósito del día de reposo: glorificar a Dios y hacer bien al prójimo (S. Mateo 12:12).

Estos milagros ?en favor de un endemoniado, de una mujer enferma durante 18 años, de un hombre paralítico por casi cuatro décadas, de un ciego de nacimiento, y otros— manifiestan en forma impresionante que para Jesús no hay ningún caso difícil. Toda persona puede recibir su bendición.

No importa la esclavitud que nos agobie. Malos hábitos. Drogas. Vicios. Pecados secretos que no podemos vencer... Jesús es el poderoso y compasivo Libertador. Y él ha escogido manifestar su amor redentor especialmente en el día de reposo, cuando vamos a adorarlo. Nuestra parte es creer en él de todo corazón.

Un día de reposo

El sábado no sólo es un día de liberación. Por su ejemplo y sus preceptos, Cristo nos enseñó que también es un día de reposo. Un día que Dios ha establecido como una señal de su obra creadora y de su obra redentora.

Señal de la creación. Cristo, el principal agente de la obra creadora (Colosenses 1:15, 16), descansó en el día sábado al término de la semana de la creación: “Y acabó Dios en el séptimo día la obra que hizo, y reposó en el séptimo día de cuanto había hecho. Entonces Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de cuanto había hecho en la creación” (Génesis 2:2, 3).

¿Qué significa esto para nosotros?

Que hemos de seguir su ejemplo y adorarlo en sábado como nuestro Creador, porque así lo ha establecido: “Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para Yahveh, tu Dios... Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó” (Éxodo 20:8-11, Biblia de Jerusalén).

Durante la semana de trabajo estamos absorbidos por nuestras tareas corrientes, en un mundo de tensiones y presiones desgastadoras. Dios nos ha dado el sábado para descansar. Para renovar el cuerpo y el alma. Para poner nuestra existencia finita en contacto con un Creador poderoso y compasivo. Para recordar y adorar a quien nos ha dado la vida y nos la sostiene.

Señal de la redención. Dios nos dice en su Palabra: “Guardad mis sábados, porque el sábado es señal entre vosotros y yo por vuestras generaciones, para que sepáis que Yo Soy el Señor que os santifico” (Éxodo 31:13).

Cristo Jesús vino a esta tierra para salvarnos y santificarnos, y el sábado es una señal de esa obra de amor. En ese día, más que nunca, debemos recordar con inmensa gratitud su muerte expiatoria en la cruz.

Por amor a nosotros pecadores, Jesús fue arrestado como un criminal. Fue escarnecido y torturado. Fue crucificado para morir una muerte cruel y vergonzosa. Lo peor de todo: llevó la culpa de nuestros pecados y sintió la angustia de sentirse eternamente separado de su Padre. Por esto lanzó el clamor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (S. Mateo 27:46)

Finalmente exclamó: “¡Consumado está!” (S. Juan 19:30), y murió.

Ahora Jesús descansaba de su obra redentora. Ese sábado que siguió a la crucifixión, reposó como un vencedor en la tumba de José. De ese modo Dios unió para siempre la obra de la salvación con el sábado. Este día no sólo es la señal del poder creador de Dios, sino también de su poder redentor.

Sí, Jesús completó la redención. No necesitamos esforzarnos o sacrificarnos para que Dios nos acepte. En Jesús somos plenamente perdonados y aceptados. Por la fe en él tenemos el privilegio de entrar en el reposo espiritual que Dios nos ofrece gratuitamente mediante Jesucristo.

“Queda un reposo sabático para el pueblo de Dios” (Hebreos 4:9), dice el apóstol. Y ese reposo del alma sólo se encuentra cuando al pie de la cruz aceptamos a Cristo como nuestro Salvador personal.

Un día para la familia

Además de ser un día de comunión con Dios y con otros creyentes, el sábado es un día en el que los miembros de la familia gozan de compañerismo y bendiciones especiales.

Después que Dios creó a Adán y Eva en el día sexto de la semana de la creación, el primer regalo que les dio como pareja fue el sábado, al día siguiente, en el cual pudieron enriquecer el amor a Dios y el amor conyugal.

Hoy en día necesitamos, más que nunca, disfrutar de esa bendición. Como bien lo señaló el Dr. Samuele Bacchiocchi, “las ocupaciones diarias dispersan a los miembros de la familia en distintas direcciones. Las presiones laborales nos obligan a menudo a privar a los hijos de nuestra compañía, y a descuidar incluso las relaciones conyugales. Por exigencias del trabajo o los negocios, muchas personas tienen que salir de casa temprano por la mañana y volver muy tarde, llegando a convertirse en extraños para su propia familia.

“Sin embargo, el sábado reúne a la familia y le da tiempo para la convivencia. Libres todos de las obligaciones de las tareas cotidianas, el descanso del sábado les brinda la oportunidad de estar juntos de nuevo... La llegada del sábado crea una corriente de simpatía y afecto que fortalece y estrecha los lazos familiares”.*

Apreciado lector, Dios nos ha dado el sábado como un día de reposo y de liberación. Como un día para adorarlo como nuestro Creador y Redentor. Como un día de servicio a los demás y de compañerismo especial entre los miembros de la familia. Al observarlo con el espíritu y en la forma como lo hizo nuestro Salvador, descubriremos que es una “delicia” (Isaías 58:13), que es el día más feliz de la semana.

Este regalo de amor que Dios nos ofrece está al alcance de todos. Sólo hay que aceptarlo.

*Samuele Bacchiocchi, Reposo divino para la inquietud humana, pp. 181, 182.

Guía de Estudio

  1. ¿Qué ejemplo nos dejó Jesús en cuanto a la observancia del sábado? S. Lucas 4:16; Mateo 12:12.
  2. Según Jesucristo, ¿para quién fue hecho el sábado? S. Marcos 2:27, 28.
  3. Además de recordarnos que Dios es el Creador, ¿de qué otra cosa es señal el sábado? Éxodo 31:13.
  4. ¿De qué modo la observancia del sábado beneficia a la familia?
  5. Si amamos a Jesucristo, ¿qué haremos con los mandamientos de Dios, incluyendo el del sábado? S. Juan 14:15.

El autor tiene un doctorado en Educación y fue director de El Centinela desde 1972 a 1997.

Cristo y el día de reposo

por Tulio Peverini
  
Tomado de El Centinela®
de Marzo 2007