“Venga tu Reino” . . . Creemos que esta petición será concedida, y que vendrá ese tiempo dichoso cuando será hecha la santa voluntad de Dios en este mundo. Creemos también que ese tiempo ya está muy cercano; porque las profecías que el Señor ha dado, se están cumpliendo rápidamente ante nuestros ojos” (El mensajero de la verdad, p. 8).
Estas palabras, que parecieran aplicarse a nuestros días, fueron publicadas por primera vez en julio de 1901, en la revista precursora de EL CENTINELA, con sede en Guadalajara, México. Requería bastante fe anunciar el regreso de Cristo a comienzos del siglo XX. Allá por 1900 reinaba un clima de paz y optimismo. La ciencia se preparaba para dar origen a una serie de inventos revolucionarios como el automóvil, el teléfono, el avión. También se difundían ideologías como el psicoanálisis, el evolucionismo y el materialismo.
Luego, separadas por pocas décadas, se sucedieron las dos guerras mundiales, con la muerte de millones de personas y el surgimiento de las primeras armas con el potencial de exterminar la humanidad completa. Durante el momento más crudo de la Segunda Guerra Mundial, en abril de 1940, la revista EL CENTINELA publicó un artículo titulado: “¨Está el mundo moribundo?” y que incluía las siguientes palabras:
“Los torbellinos de pasiones que conmueven la Tierra, en sus momentos de agonía, no nos inspiran miedo. En todas estas condiciones vemos los signos precursores de cambios importantes, los heraldos del reino de Dios, en donde habrá paz eterna”.
Hoy, entrados en un nuevo siglo, luego de varias décadas de logros mezclados con violencia, guerras, inmoralidad y desasosiego, no hay menos razones para proclamar no solo el cumplimiento de las señales bíblicas, sino también la esperanza que Dios quiere que arda en el corazón de todo creyente.
Quizá el problema más serio de nuestro mundo actual no sea la crisis financiera o el calentamiento global o la violencia que explota como una olla de presión en un país o en otro, sino la manera en que hemos abandonado y rechazado a Dios. Inspirados por actitudes desconfiadas de todo dogma e institución, nos hemos quedado a la deriva, sin la posibilidad de interpretar nuestros tiempos, y ni siquiera entender nuestros propios problemas.
Hoy como nunca el ser humano necesita cobrar aliento. El gran drama de las últimas décadas: el éxito de la tecnología y el fracaso de nuestras familias; una sociedad festoneada de vidas más largas plagadas de depresión, de niños precoces y sensualizados, de rostros hermoseados por la cirugía estética e interiores enfermos, de festines y lágrimas, va a llegar a su fin. Es más, está por llegar a su fin.
Jesús prometió al final de su discurso profético: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (S. Lucas 21:28). Tal discurso y otras declaraciones de la Biblia pintan el cuadro de los últimos días de la historia de esta Tierra. Incluyen el progreso notable del conocimiento humano, la violencia, la maldad, las guerras, el olvido de Dios, los conflictos entre clases sociales y la propagación del evangelio de Jesucristo, que incluye la fe en un Dios creador (ver Daniel 12:1; S. Mateo 24:6, 37; 2 Timoteo 3:1-4; S. Mateo 24:13, 24, y Apocalipsis 14:6-12).
Refiriéndose al regreso de Jesús, el apóstol Pablo escribió: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Romanos 13:11). Durante más de un siglo, EL CENTINELA ha seguido proclamando esta preciosa esperanza. A usted que lee estas palabras, lo animamos a aferrarse con nosotros a esta promesa, que es como un ancla segura en el mar tormentoso de la existencia.