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Los Alvarado vivían en la ciudad de Salinas, California, a pocos kilómetros de la autopista 101 que recorre el Estado de sur a norte, cerca de una salida rápida hacia los campos de trabajo, en el “Estado dorado”, como para no dudar de que rápido también alcanzarían el sueño norteamericano.

Habían llegado de México hacía 17 años y en pocos años ya tenían casa propia, varios automóviles y una camioneta “recién compradita”. Los tres hijos de esta familia se habían criado solos porque ambos padres estaban metidos de “cuerpo entero” en las abundantes cosechas californianas, que corrían, como la autopista, de norte a sur, de invierno a verano, desde la madrugada al anochecer. Ellos pensaban que la mujer que los cuidaba les daba lo que necesitaban; y aquella mujer se arreglaba con el televisor para entretenerlos. Desde muy pequeños, aquellos tres hijos de la familia Alvarado comían y bebían televisión. Cuando adolescentes, sus mejores maestros fueron sus amigos y “esa junta de vagos que recorre el barrio como fantasmas”, como solía decir Francisco Alvarado, el padre de familia. “Trabajamos el año enterito”, decía su esposa. Y lo decía con cierto orgullo. . . pero también con cierto tono de desazón y desorientación.

De tanto trabajar, de tanto acumular, de tanta ausencia e indiferencia, sus tres hijos habían tenido un destino trágico. El mayor había sido asesinado en una balacera entre pandilleros. Los otros purgaban sendas culpas en la cárcel: uno con cadena perpetua por homicidio; el otro con una condena de 20 años por complicidad en una violación. Los Alvarado habían venido a los Estados Unidos para salvar sus vidas, pero sentían que habían perdido la familia, particularmente la vida de sus hijos.

¿Qué pasó en esta familia? ¿Por qué sus tres hijos fueron devorados por las pandillas? ¿Qué hubieran podido hacer los padres de estos niños para identificar a tiempo las señales de advertencia? ¿Qué podemos hacer nosotros para evitar que nuestros hijos se tornen pandilleros?

La pandilla: La otra familia

De acuerdo a la organización Family Information Services de Minnesota [Servicios de información para familias de Minnesota] las pandillas se originan a causa del vacío que existe en la vida de un individuo y que no puede ser llenado por la familia. Este vacío se debe a que la familia no cumple con su función de unir y proteger. La pandilla es un problema familiar. Pero no queda allí: La comunidad también falla. La elevada tasa de pobreza en algunas comunidades, la falta de oportunidades económicas, los valores que se transmiten a través de la televisión y el cine, la “norma social” para determinar quién es exitoso y merece el respeto de los otros, son algunos de los factores de riesgo que propician la violencia y las pandillas.

“El pandillero no nace porque no haya suficientes policías... Es un problema comunitario y es ahí donde tenemos que enfocarnos para brindar soluciones”, consideró Eduardo Cordero, supervisor del Departamento de Libertad Condicional del condado de Los Ángeles, en un encuentro organizado por la Asociación de Investigadores contra las Pandillas de California. En ese encuentro, realizado en Anaheim, participaron 1.700 agentes policiales, detectives y especialistas de 38 estados norteamericanos.

La sociedad está preocupada porque el problema es grave: Según cifras del Departamento de Justicia, en los Estados Unidos existen unas 25 mil pandillas activas en tres mil jurisdicciones, integradas por unos 750 mil miembros. Según el Centro Nacional para la Prevención y el Control de Daños Físicos (NCIPC, por sus siglas en inglés), en el año 2002 más de 877 mil jóvenes entre 10 y 24 años sufrieron heridas por actos violentos, y uno de cada 13 de ellos recibió atención médica.

¿Por qué nuestros hijos caen en las pandillas?

Desde el punto de vista psicológico, el joven se rinde a la tentación de las pandillas por las siguientes razones:

  • Carece de autoestima.
  • Busca una identidad propia en un grupo que lo haga sentir aceptado.
  • No puede lidiar con la presión de sus amigos.
  • Ha perdido el control sobre su vida en la búsqueda del respeto y el poder.
  • No ha tenido ejemplos positivos en su familia ni en la comunidad.
  • El desequilibrio entre el deseo por tener cosas, alimentado por los medios de comunicación, y la pobreza en la que vive su familia.
  • Desde el punto de vista social, estas son las condiciones que favorecen el fenómeno:

  • El estilo de vida extravagante y tentador que muestran los miembros de las pandillas.
  • La necesidad de dinero y un modo fácil de obtenerlo.
  • El sentido de estatus social que brindan los amigos o los “contactos”.

¿Cómo saber si su hijo está en una pandilla?

Con el propósito de prevenir, estas son algunas preguntas que usted debe formularse:

  • ¿Cómo es el comportamiento de mi hijo? ¿Cambió su estilo de vida? ¿Escucha otro tipo de música?
  • ¿Tiene una actitud y una conducta diferente a la normal? ¿Se lo ve apático y desinteresado en los miembros de su familia? ¿Sale en la noche y no regresa durante varios días?
  • ¿Quiénes son sus amigos? ¿Tendrá relación con algún pandillero?
  • ¿Tiene problemas de aprendizaje y bajas calificaciones?
  • ¿Tiene tatuajes o símbolos de pandillas en su piel o parches raros en la ropa?
  • ¿Cambió en forma muy llamativa su manera de vestir?
  • ¿Tiene dinero que no puede explicar cómo lo consiguió? ¿Apareció en la casa con un automóvil nuevo, sin razón alguna?
  • ¿Estará ingiriendo drogas o bebiendo alcohol?
  • ¿Qué tipo de relación tiene con la policía o con las figuras de autoridad, como el maestro de la escuela o el dirigente religioso de su iglesia?

Lo que usted puede hacer

Claro que los maestros, los líderes religiosos y los servidores públicos pueden hacer mucho por sus hijos, pero la responsabilidad primaria es suya, como padre. La vida adulta de un hijo comienza en el vientre de la madre. Y la prevención es fundamental para evitar sorpresas trágicas o preguntas sin respuestas. Tenga en cuenta los siguientes consejos:

  • Conozca a los amigos de sus hijos: Cómo influyen sobre ellos y qué hacen cuando están juntos.
  • Hable con ellos acerca de los peligros de las pandillas.
  • No les compre ni les permita usar ropa de pandillas. Esto podría atraer la atención de personas indeseables.
  • Pase su tiempo libre con sus hijos. Juegue con ellos.
  • Comuníquese. Una buena comunicación es abierta, frecuente y positiva. Esto permitirá que sus niños se expresen y confíen en usted.
  • Déles tareas para hacer en la casa; inscríbalos en actividades extraescolares, deportivas, en programas comunitarios o de la iglesia.
  • Enfatice el valor de la educación y motívelos a rendir bien en la escuela.
  • Busque modelos positivos para ellos. Incentívelos en la lectura de biografías de personas con vidas ejemplares e inspiradoras.
  • Planifique actividades con toda la familia. Intégrelos.
  • Establezca límites y reglas para sus hijos. Que sepan qué es y qué no es aceptable desde una edad temprana; por ejemplo, que lleguen a casa a una hora razonable.
  • Involúcrese en la educación de sus hijos: vaya a su escuela, llegue a conocer a sus maestros y asista a los eventos para padres y maestros.

Y lo más importante: Acérquese a Dios, pídale ayuda y asista a una iglesia con el propósito no sólo de darle el pan espiritual, sino también el marco social, la red de contención, la ciudad de refugio, que su hijo necesita en esta hora difícil que está viviendo.

Epílogo

Edwin, el hijo menor de la familia Alvarado, fue visitado en la cárcel por un pastor adventista del séptimo día, a quien le contó su historia. Le dijo que de niño tuvo todos los juguetes y que no le faltó nada. . . de las cosas materiales. Pero que hubiera deseado tener a su madre o a su padre en los momentos que más los necesitó: Cuando en la escuela se burlaban de él por ser un niño hispano, cuando tuvo su primer relación afectiva con una compañerita, cuando lo tentaron, de niño aún, con un cigarrillo de marihuana, cuando se involucró con una pandilla y tuvo “su bautismo de fuego” baleando a los autos en la autopista. . . En todos esos momentos hubiera necesitado a alguien que lo escuchara, lo reprendiera y lo guiara.

Cuando el pastor, luego de escucharlo, le hizo esta pregunta, Edwin no tuvo respuesta: ¿Alguna vez tus padres te enseñaron acerca de Jesús y de su amor?

Querido lector, usted que ha leído este artículo, hoy tiene la responsabilidad en sus manos: El conocimiento de Jesús en los años de la infancia es muy importante. “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Quizá su hijo no conozca a Jesús porque usted tampoco lo conoce. Lo invito a ir al Maestro de Nazaret, a dejar a sus pies toda su debilidad e ignorancia como padre, para qué el Señor le dé la sabiduría necesaria para evitar que su hijo sea un pandillero.

En caso de que necesite ayuda, visite los siguientes sitios de Internet o llame a estos teléfonos:

  • GRASP (Gang Rescue and Support Project) [Proyecto de apoyo y rescate a pandilleros]: teléfono: (303)777-3117;
  • www.graspyouth.org/PDFS/graspbrosp.pdf
  • Tareas Familiares: www.urbanext.uiuc.edu/familyworks_sp/gangs-00.html
  • Girl Scouts: www.girlscouts.org/espanol/familias/gang_free.asp
  • En California: California Youth Crisis Line: 800-843-5200.

El autor es editor asociado de El Centinela.

Cómo evitar que su hijo sea un pandillero

por Ricardo Bentancur
  
Tomado de El Centinela®
de Febrero 2008