¿Inspiró Dios las palabras especificas o los pensamientos de os profetas y escritores bilbicos?
Las palabras son cosas resbaladizas. A menudo pensamos que sabemos exactamente lo que estamos diciendo hasta que alguien nos pide que definamos con precisión el significado de las palabras que estamos usando.
El significado de la inspiración
Más allá de que pueda ser bueno y verdadero, ¿qué quiere decir la Biblia cuando afirma “que toda la escritura es inspirada por Dios”? (2 Timoteo 3:16).
Esta pregunta es particularmente interesante cuando nos damos cuenta de que la expresión griega traducida como “inspirada por Dios” significa “Dios respiró”, indicando así que la Santa Escritura que llamamos Biblia nos ha sido dada por el mismo Señor. Pedro expresa este mismo pensamiento cuando escribe que “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).
A partir de esto, podemos decir que cuando la Biblia misma habla de su inspiración, significa que la influencia sobrenatural del Espíritu Santo guió a los escritores bíblicos de tal manera que sus escritos proveen un registro seguro de la voluntad de Dios. Así, lo que escribieron los autores bíblicos bajo la inspiración del Espíritu Santo llegó a ser la Palabra de Dios, tal como la tenemos en los 66 libros de la Biblia.
Mientras esta definición es lo suficientemente clara, usted podría llegar a preguntarse cómo funciona la inspiración. Más específicamente, ¿de qué modo el Espíritu Santo informó y guió a los escritores bíblicos?
Orientación profética e información
La mayoría de las personas piensa en la revelación como el modo en que Dios pasa información a los profetas. Por lo tanto, siempre la gente piensa en un profeta que tiene un sueño o una visión, o que de alguna manera se comunica directamente con Dios. Así, el apóstol Juan pudo escribir: “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Apocalipsis 21:2). Y Jeremías pudo hablar de la “palabra de Jehová que vino” a él (Jeremías 18:1). Muchos pasajes de la Biblia reflejan el hecho de que Dios reveló su voluntad mediante palabras o visiones, que fueron dadas a individuos que anotaron esas revelaciones como la Palabra de Dios.
Pero, necesitamos preguntarnos: ¿hay otros modos en que Dios usó la revelación para dar información a los autores de la Biblia? Vienen dos a mi mente. El primero es que Dios se reveló a sí mismo en la historia. Acontecimientos como la creación, el llamamiento de Abraham y la encarnación de Cristo son registrados en la Biblia como obras poderosas de Dios. Desde una perspectiva bíblica, Dios no está meramente fuera del espacio, en algún lugar desconocido. Más bien, el Señor ha actuado en la historia a través de una serie de acontecimientos divinos registrados en la Biblia, y que forman una porción muy importante de ella.
Otra forma de revelación, relacionada estrechamente con la acción de Dios en la historia, es la vida y las enseñanzas de Jesús. Nosotros podemos pensar que ésta es la más elevada y plena forma de la revelación de Dios. El libro de Hebreos refleja esta verdad cuando su autor afirma que “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:1,2).
Todas las revelaciones antes de la encarnación fueron incompletas. Ninguna de ellas individualmente ni todas sumadas y combinadas podrían alcanzar todo lo que Dios necesitaba decirle a su pueblo. Pero en Cristo, la revelación de Dios llegó a su plenitud. Como afirma W. H. Griffith Thomas: “En vez de un fragmento, Cristo es una revelación completa; en vez de temporaria, es permanente; en vez de preparatoria, es final; y en vez de venir a través de subordinados, está corporizada en el Supremo”.1 F. F. Bruce presenta el mismo argumento, aunque, según él, es un poco diferente: “La historia de la revelación divina es una historia de progresión hacia Cristo, pero no hay progresión más allá de él”.2
Es tentador pensar que todos los escritos inspirados vienen a través de alguna forma de revelación especial de Dios. Pero esto no es verdad. Lucas, por ejemplo, nos informa que él estudió varios relatos disponibles de la vida de Jesús y los usó como la base para escribir “un relato ordenado” de la vida y de las enseñanzas de Jesús (Lucas 1:1-4). En otras palabras, Lucas investigó registros orales y escritos para reunir información acerca de Jesús. Y después de examinar cuidadosamente los hechos compilados por otros, se puso a escribir su Evangelio.
Lucas no estaba solo en el uso de técnicas de investigación y de documentos ya existentes. Por ejemplo, Esdras 7 consiste en una larga carta del rey Artajerjes (véase los versículos 11 al 26). Y otros escritores utilizaron fuentes como el libro de Jaser (Josué 10:13; 2 Samuel 1:18) y los registros oficiales encontrados en el “en el libro de las crónicas de los reyes de Media y de Persia” (Ester 10:2; 2:23; 6:1).
En síntesis, es importante reconocer que sólo parte de la información que encontramos en la Biblia viene a través de alguna forma de revelación de Dios. Las otras partes vienen mediante investigaciones de los registros existentes.
Orientación profética para escribir
Pero mientras sólo una porción de la Biblia proviene de la revelación, toda la Biblia es un don de Dios a través de la inspiración. Al principio vimos que la expresión griega traducida al castellano como “inspirada por Dios”, realmente significa “Dios respiró” (2 Timoteo 3:16).
Hemos examinado brevemente cómo los escritores bíblicos obtuvieron su información. Ahora necesitamos visualizar cómo el Espíritu Santo los guió cuando escribieron bajo la inspiración divina. Antes de todo, deberíamos puntualizar que el Espíritu Santo está involucrado en cada aspecto de la inspiración. Esto implica no sólo ayudar a los escritores bíblicos a que obtengan información mediante la revelación y orientarlos en el selectivo uso de los documentos, sino también pasar en limpio el mensaje que Dios quiso trasmitir a su pueblo.
Hemos examinado brevemente cómo los escritores bíblicos obtuvieron su información. Ahora necesitamos visualizar cómo el Espíritu Santo los guió cuando escribieron bajo la inspiración divina. Antes de todo, deberíamos puntualizar que el Espíritu Santo está involucrado en cada aspecto de la inspiración. Esto implica no sólo ayudar a los escritores bíblicos a que obtengan información mediante la revelación y orientarlos en el selectivo uso de los documentos, sino también pasar en limpio el mensaje que Dios quiso trasmitir a su pueblo.
Hemos examinado brevemente cómo los escritores bíblicos obtuvieron su información. Ahora necesitamos visualizar cómo el Espíritu Santo los guió cuando escribieron bajo la inspiración divina. Antes de todo, deberíamos puntualizar que el Espíritu Santo está involucrado en cada aspecto de la inspiración. Esto implica no sólo ayudar a los escritores bíblicos a que obtengan información mediante la revelación y orientarlos en el selectivo uso de los documentos, sino también pasar en limpio el mensaje que Dios quiso trasmitir a su pueblo.
Pero ni la teoría del dictado ni de la inspiración verbal parecen resistir a un análisis profundo de la inspiración cuando leemos la Biblia. Es verdad que a veces la Escritura nos dice que Dios les dio a los profetas las palabras exactas. Pero en la mayoría de los casos el Señor parece permitirles a los autores bíblicos una gran cuota de libertad individual en la selección de las palabras y aun en el orden de su presentación. Así, aunque escribieron acerca de los mismos acontecimientos y enseñanzas, en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas encontramos una gran diversidad, tanto en el orden en que fueron relatados los hechos como en la variedad del vocabulario. Sólo tenemos que mirar los diferentes relatos del nacimiento de Jesús (Mateo 1:2; Lucas 1-3) o del Sermón del Monte (Mateo 5-7; Lucas 6:17-49) para formarnos una idea de la flexibilidad que tuvieron los autores cuando escribieron bajo la inspiración del Espíritu Santo.
El autor de Eclesiastés nos ayuda a ver cómo funciona el proceso de la inspiración, cuando nos dice: “Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios. Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y escribir rectamente palabras de verdad” (Eclesiastés 12:8,9). Este proceso ocurre a través de la orientación del Espíritu Santo.
La evidencia bíblica se aleja de la teoría de la inspiración verbal y se dirige a una idea de pensamiento o inspiración dinámica. Esta teoría utiliza tanto elementos humanos como divinos en el proceso de escribir materiales inspirados. Desde esta perspectiva, “la obra del Espíritu Santo está en dirigir al escritor hacia los pensamientos y conceptos que debería tener, y que la personalidad distintiva propia del escritor se ponga en juego en la elección de las palabras y expresiones”.3
Por lo tanto, los escritores son los inspirados, no las palabras. Por esta razón, James Orr ha sugerido que “para expresar la idea de una inspiración que trascienda todas las partes del registro, la palabra ‘plena’ [que significa lleno o completo] es más apropiada que ‘verbal’”.4 El sentido es que cada parte de la Biblia es inspirada a través de un proceso que combina la orientación divina con la actividad humana. Mediante este proceso, las palabras humanas llegan a ser Palabra de Dios.
George Knight es profesor emérito de Historia de la Iglesia en la Universidad Andrews, en Berrien Springs, Michigan, y escribe desde Rogue River, Oregon.