Cinco consejos sencillos sobre cómo recibir las bendiciones contenidas en las Escrituras
Hace unos días me tocó hablarle a un grupo de adolescentes sobre un tema que no estaba precisamente en su lista de prioridades: la Biblia. Así que llevé conmigo un vaso de “jugo verde”, de esos hechos a base de espinaca, apio y lechuga. También llevé una lata de soda Sprite. Y puse las dos bebidas delante de los muchachos. “¿Cuál de estas bebidas se tomarían ahora mismo?”, les pregunté. Como coro en pleno concierto gritaron: “Sprite”. “Y..., ¿cuál es más saludable?”, volví a preguntar. En silencio los dedos apuntaron al humilde vaso de jugo verde.
Entonces les mostré la Biblia. “¿A cuál se parece más, al jugo verde, o a la Sprite?”, les pregunté otra vez. En medio del silencio, tímidamente algunas vocecitas susurraron: “Al jugo verde”. Yo los entendí. Durante mucho tiempo la Biblia me pareció tan buena, tan saludable, pero tan poco atractiva como un jugo verde. Hasta el día cuando ese maravilloso libro me sedujo y me atrapó, hace muchos años ya. Antes de eso la Biblia me resultaba misteriosa y aburrida, por lo que no me sentía interesado en intentar descifrarla. Pero un día, toda esa letra menuda, sin ilustraciones, y derramada en una cantidad infinita de páginas, cobró otro significado para mí.
Fue el día en que descubrí que la Biblia contenía la llave con la cual podría abrir muchas puertas. Se trataba de puertas que me urgía abrir. Por ejemplo, la puerta de mi futuro. Sabía que tenía que hacer algo con mi vida, pero no sabía qué. La Biblia abrió un horizonte infinito delante de mí.
Y allí estaba también la puerta del conocimiento. Había tantas opciones en aquellos días. Desde la ignorancia callejera hasta el comunismo ateo. La Biblia, sin embargo, me mostró una forma balanceada y correcta de entender las cosas de la vida.
Pero la puerta que más me interesaba abrir era, sin duda alguna, la de la salvación. ¡Y ése es justamente el tema por excelencia en el que se especializan las Sagradas Escrituras!
Entonces surge la pregunta: ¿Cómo puede uno estudiar las Sagradas Escrituras y obtener de ellas el máximo provecho? Voy a compartir con usted cinco consejos sencillos.
Explore la Biblia por usted mismo. La pregunta que todo el mundo se hace cuando no está familiarizado con la Biblia es “¿por dónde comienzo?” No se sienta intimidado ante lo voluminoso del libro. Primero familiarícese con los libros de la Biblia. Para ello, ante que todo busque el índice. Allí los libros están listados generalmente de dos maneras: en el orden en que aparecen en la Biblia y también en orden alfabético.
Explorar las Escrituras es una aventura en sí misma. ¿Cuántos libros en total tiene la Biblia? ¿Cuáles son los libros del Antiguo Testamento? ¿Y cuáles los del Nuevo Testamento? ¿Cómo se abrevian los libros, y cuántos capítulos tiene cada uno? Las respuestas a todas estas preguntas pueden ser encontradas con sólo mirar el índice.
Y si observa más detenidamente ese índice, muy posiblemente encontrará otros detalles adicionales, tales como “Notas”, “Tablas de Pesos y Medidas”, “Glosario”, “Mapas” y otras ayudas especiales para el lector. Si busca en ese material adicional, va a encontrar todo un tesoro de información que lo ayudará a familiarizarse más rápido con el mundo de la Biblia.
Lea la Biblia por usted mismo. A primera vista, la Biblia puede parecer intimidante por su volumen. Sin embargo, ésta está dividida en libros, y éstos, a su vez, en capítulos y versículos. De modo que la primera decisión a tomar cuando vamos a leer las Escrituras es decidir cuál libro estudiaremos. En esto, el índice puede sernos de gran ayuda; no obstante, yo recomiendo empezar por uno de los evangelios, en el Nuevo Testamento. Hay cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La razón por la que recomiendo empezar a leer los Evangelios, es porque éstos nos ponen en contacto directo con Jesús, el personaje central de las Escrituras.
Leer las Escrituras es como escalar un monte. Uno sube paso a paso, sintiendo la emoción de empezar a ver las cosas desde otra perspectiva. A veces uno descubre ciertas palabras, o declaraciones, que no entiende. Tales declaraciones son una invitación a esforzarnos más, a expandir nuestra mente y nuestro espíritu. Por lo tanto no debemos dejarnos desanimar por eso. En situaciones así, es importante anotar el texto, o la palabra que no entendimos, y preguntarle a alguien con más conocimiento. O bien podemos buscar ayuda en algún libro que comente sobre ese pasaje.
Ore antes de empezar a leer. Algunas personas utilizan una adaptación del Salmo 119:18 como oración antes de leer las Escrituras. Dice así: “Abre mis ojos, para que pueda ver las maravillas de tu ley”. El objetivo principal al leer las Escrituras no es adquirir conocimiento, sino hacernos amigos de Dios, y entender su propósito para nuestra vida. Por eso, antes de empezar a leer ese maravilloso libro, es bueno cerrar los ojos por un momento y preguntarse: “¿Por qué estoy aquí en este momento? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué espera Dios de mí?”. Entonces, en forma breve, hablarle a Dios y decirle: “Permíteme escuchar tu voz ahora que voy a leer tu Palabra”.
Adquiera herramientas y/o guías de estudio de la Biblia. Permítame empezar por estas últimas. Las guías son muy útiles por su sencillez y claridad. Son lecciones en forma de preguntas y respuestas. También se las llama “estudios bíblicos”. Estas lecciones están organizadas por temas, de tal modo que le permiten comprender lo que la Biblia enseña acerca de un tema específico. Por ejemplo, ¿qué dice la Biblia sobre el fin del mundo?
En cuanto a las herramientas para estudiar la Biblia, hay muy buenos diccionarios y comentarios que pueden ser encontrados en las librerías cristianas. Entre otras cosas, estas obras lo ayudarán a comprender mejor los lugares y las costumbres, y las circunstancias bajo las cuales fueron escritos los distintos libros de la Biblia.*
Una hora y un lugar específicos. Un secreto que lo ayudará a extraer el máximo beneficio del estudio de la Biblia, es apartar una hora del día y un lugar específico para este ejercicio. Las horas de la mañana son las mejores. Puede ser en la sala, o en algún lugar preferido de su casa. Sin embargo, hay personas que prefieren aprovechar algún tiempo de descanso, al mediodía o en algún recreo, en el lugar de trabajo. En cualquier caso, asegúrese que el momento que escoja no sea cuando el cansancio o las preocupaciones más lo agobien.
Formule preguntas de aplicación a su vida. Siempre que lea las Escrituras, procure hacerle las siguientes preguntas al texto: ¿Quién está hablando aquí? ¿Cuándo, en qué momento fue dicho esto? ¿Por qué lo está diciendo? Luego, es bueno que también se interrogue a sí mismo: ¿Qué me dice este pasaje acerca de Dios? ¿Puedo encontrar a Jesús en este texto? ¿Hay alguna promesa para mí aquí? ¿Qué cambios en mi vida me invita a hacer esta porción de la Biblia?
Dos milagros ocurrirán irremediablemente al estudiar con sinceridad las Escrituras: Experimentará libertad. La libertad que da el saber por cuál camino ir en esta vida. Y, en segundo lugar, experimentará la salvación. La lectura de la Biblia suaviza la mente y el corazón, y lo rinde a uno ante el amor Salvador de Cristo Jesús, quien perdona y limpia. Definitivamente, las Escrituras contienen vida y salud. ¡Como el humilde jugo verde!
El autor es pastor de la Iglesia Hispana de Nampa, Idaho, y además cursa estudios doctorales en Teología en la Universidad de Andrews, Berrien Springs, Michigan.