La Biblia es mucho más que una colección de libros de historia, filosofía o especulaciones humanas.
Ningún otro libro ha tenido un impacto similar sobre la historia. Ha guiado la vida de las naciones, ha provisto las semillas de la filosofía política que produjo la democracia. Ha influido sobre incontables individuos y ha transformado a criminales embrutecidos en ciudadanos pacíficos. Nos referimos, por supuesto, a la Biblia. Pero, ¿qué es la Biblia en esencia?
Algunas personas han comparado la Biblia con una biblioteca. Se asemeja a una biblioteca en el sentido de que se trata de una colección de libros escritos independientemente y que luego fueron reunidos. El Antiguo Testamento se compone de los libros escritos antes del nacimiento de Jesús, algunos de ellos cerca de 1.500 años antes. Los libros escritos después de su crucifixión conforman el Nuevo Testamento.
Muchas personas participaron en la escritura de la Biblia; algunos eruditos sugieren que unas 40. Algunos de estos autores fueron cronistas anónimos de la historia de Israel; otros fueron famosos personajes de la Biblia, tales como Moisés, David y Salomón. Gran parte del Nuevo Testamento fue escrito por los discípulos de Jesús o sus asociados más cercanos.
Casi todo el Antiguo Testamento fue escrito originalmente en hebreo. (Algunas porciones de Esdras y de Daniel fueron escritas en arameo, el idioma de Babilonia, bastante parecido al hebreo.) El Nuevo Testamento fue escrito en griego, el idioma común del mundo del Mediterráneo en ese entonces. Éste no era el griego clásico de la filosofía y de la literatura, sino el dialecto utilizado en las cartas personales y en los negocios, en las cuentas y recibos. Era literalmente el lenguaje de la persona común.
No existen manuscritos originales
La imprenta no fue inventada hasta mediados del siglo XV. Previo a esto, cuando se quería una copia de un libro de la Biblia, se la hacía a mano. Cuando un libro de la Biblia se gastaba, se lo tiraba o destruía. Desafortunadamente, no existe ningún manuscrito original de un libro de la Biblia. El Codex Vaticanus (llamado así porque se lo mantiene en la Biblioteca del Vaticano en Roma) es el manuscrito casi completo del Nuevo Testamento más antiguo. Fue escrito durante la primera parte del siglo IV d.C., unos 300 años después de haberse escrito el último libro del Nuevo Testamento.
Por otra parte, los eruditos han encontrado algunas porciones del Nuevo Testamento que son más antiguas que el Codex Vaticanus. Por ejemplo, hay un fragmento del Evangelio de Juan que fue escrito en 125 d.C., 35 años después del original. Las copias más antiguas de los libros del Antiguo Testamento que tenemos son los Rollos del Mar Muerto.
A causa de que los profetas y apóstoles que escribieron la Biblia no hablaban idiomas modernos, las Sagradas Escrituras que leemos hoy son traducciones. Los traductores de la Biblia han adoptado una de estas dos “filosofías”: Unos decidieron hacer traducciones literales, palabra por palabra, los otros se concentraron en expresar simplemente el significado del pasaje.
La mayoría de las traducciones modernas caen entre los extremos de estas dos filosofías. La versión de King James, la versión Reina-Valera y la Biblia de Jerusalén se inclinan hacia una traducción literal de palabra por palabra. Las versiones como Dios habla hoy y la Versión Popular son ejemplos del segundo enfoque. La versión Nueva Internacional y otras combinan ambos estilos.
Historia, poesía y cartas
La Biblia se asemeja a una biblioteca no sólo en que consiste de muchos libros, sino en que tanto la forma como el tema de los tales varían grandemente. Ya hemos mencionado que algunos libros en la Biblia son libros de historia. El apóstol Pablo dijo que los hechos que le ocurrieron al antiguo Israel “sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (1 Corintios 10:6).
Muchos de los libros del Antiguo Testamento fueron escritos en la forma de poesía. Los Salmos son un ejemplo conocido de poesía bíblica. Eran los himnos del pueblo hebreo, la letra de sus cantos de adoración. Pero la mayoría de los libros de los profetas también fueron escritos en forma poética. Contrariamente a lo que esperaríamos, la profecía bíblica no tenía como propósito primario la predicción del futuro. Más bien los profetas invitaban a sus lectores a rechazar la religión falsa, a ser fieles a Dios y a seguir sus principios de justicia y misericordia.
El Nuevo Testamento contiene cuatro libros que a primera vista podrían ser históricos o biográficos: Los Evangelios. Aunque se refieren a hechos históricos y relatan incidentes de la vida de Cristo, se tratan de un género literario distinto. Sus autores tenían la intención de darnos un cuadro claro de Dios por medio del registro de ciertos incidentes y enseñanzas particulares de la vida de Jesucristo (ver S. Juan 14:9). Su propósito principal era llevarnos a la fe (S. Juan 20:30, 31).
Algunas partes del Nuevo Testamento son “epístolas”, cartas de parte de dirigentes de la iglesia a individuos, a congregaciones o a la comunidad cristiana en general. A menudo los jefes escribieron estas cartas para ayudar a las iglesias nuevas a enfrentar los problemas que tenían. Cuando sabemos cuáles eran los problemas, podemos entender mejor el consejo que dieron los líderes y cómo aplicarlo a nuestra vida actual.
Juntándolo todo
La “biblioteca” que constituye la Biblia completa no fue formada de la noche a la mañana. En el siglo cuarto antes de Cristo, los judíos habían comenzado a considerar como sagrados los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. En el segundo siglo añadieron los Profetas, y el resto, los Escritos, en el tercer siglo después de Cristo. Los protestantes aceptan las mismas escrituras del Antiguo Testamento que los judíos, aunque las colocan en una secuencia diferente. El Antiguo Testamento protestante contiene 39 libros. Las biblias católicas tienen todos estos libros y otros doce que son conocidos como libros apócrifos.
Los protestantes y católicos tienen básicamente el mismo Nuevo Testamento. La aceptación de estos 27 libros como parte de las Escrituras también significó un proceso que requirió varios concilios de la iglesia durante los siglos IV y V. Los primeros cristianos tenían varios requisitos para otorgarle a un libro un lugar en el canon: la aceptación y el uso del libro por parte de la iglesia, la fidelidad del libro a la doctrina cristiana y su conexión con los apóstoles, tenía que haber sido escrito o autorizado por uno de ellos.
Todo lo que hemos dicho podría aplicarse a una colección de libros de historia, filosofía o especulaciones humanas. La Biblia es mucho más que esto. Es la Palabra escrita de Dios: su comunicación con nosotros por medio de palabras plasmadas en tinta y papel.
Al igual que Jesús, la Palabra viva de Dios (ver S. Juan 1:1, 14), la Biblia, es tanto humana como divina. Sus palabras llevan la impronta de sus autores humanos: sus características, su historia y su cultura. Pero también es “inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16). Como dijera San Pedro: “Nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).
Pablo escribió que las Sagradas Escrituras “te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15). En las Escrituras de por sí no hay magia alguna, sino que al encontrar a Jesús en ellas, recibimos vida eterna (ver S. Juan 5:39; Hebreos 1:1-3). Por supuesto, sólo podremos encontrar a Jesús en la Biblia si lo buscamos, o sea, si la leemos. Depende de nosotros que nos beneficiemos o no de su extraordinario mensaje.
David Jarnes es redactor de libros en la Pacific Press®, en Nampa, Idaho. Tiene un doctorado en Teología.