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Era una tarde calurosa de verano, y Patricia, una mujer joven y culta, había hecho una cita con su consejero espiritual. Ella sentía que no le encontraba sabor a la vida y deseaba desahogarse. “Estoy hastiada —le dijo—; en este mundo no existe la felicidad”. Al igual que muchos otros, Patricia deseaba una vida mejor.

El deseo de una vida feliz y llena de alegría es inherente a la naturaleza humana. Desde pequeño el ser humano aprende a soñar y a desear algo mejor, pero para muchos, la felicidad resulta inalcanzable y su búsqueda más bien produce frustración. Afortunadamente, usted y yo podemos obtener mejores resultados. Podemos alcanzar nuestros sueños. Podemos tener un destino feliz. ¿Cuándo? El día que tomemos una decisión.

La clave para cambiar su vida y alcanzar sus sueños radica en una decisión; la decisión de ser diferente. “Nunca en mi vida he tomado una buena decisión —siguió diciendo Patricia—. Cuando contemplo mi vida retrospectivamente, lo único que encuentro son problemas y dolores de cabeza, los que, estoy completamente segura, son el resultado directo de mis malas decisiones. A veces pienso, ¿qué tal si pudiera cambiar mi vida, si pudiera borrarlo todo y comenzar de nuevo?

¿Puede una persona cambiar de raíz? Jesús contestó esta pregunta en su conversación con un hombre llamado Nicodemo. Este hombre era un dirigente de Israel, miembro de un grupo de líderes muy destacados llamado el Sanedrín. Nicodemo se acercó a Jesús de noche con una mente inquisitiva (S. Juan 3:1, 2). Sin reparar en su inquietud Jesús lo miró y le dijo: “De cierto de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede entrar en el reino de Dios” (S. Juan 3:3). Expresado en forma más directa, Jesús le estaba diciendo: “Nicodemo, si tú deseas entrar en el cielo, tienes que nacer de nuevo”.

Es obvio que Nicodemo no entendió lo que Jesús le quiso decir, por eso replicó: “¿Puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (vers. 4). Mucha gente se pregunta precisamente esto: “¿Será posible comenzar de nuevo?” Posiblemente usted se haya hecho la misma pregunta. Y si es posible, ¿cómo puede lograrse? ¿Cómo puedo comenzar de nuevo? La Biblia tiene una respuesta para esta pregunta.

¿Por qué necesito nacer de nuevo?

Según Jesús el nuevo nacimiento es esencial para la salvación. Las Sagradas Escrituras declaran que el ser humano está en una condición completamente perdida, alejado de Dios por causa del pecado (Isaías 59:2), y destinado a la muerte, porque “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). La buena noticia es que Jesús nació, murió y resucitó para que nosotros que vivimos, muramos al pecado y resucitemos a una nueva vida (ver Romanos 6:3-5), una vida completamente transformada por Dios.

La Biblia nos enseña que Jesús murió en la cruz como nuestro sustituto. Él tomó sobre sí la culpa de nuestros pecados y recibió en su cuerpo el castigo que nosotros merecíamos. En la cruz, Jesús pagó la deuda de todos nosotros, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Pero añade que somos “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:23, 24). Es esa justificación gratuita recibida por la fe lo que da al pecador acceso al cielo.

¿Cómo se logra el nuevo nacimiento?

La gente desea cambiar. De hecho, toda la mercadotecnia de las grandes industrias está basada en la suposición de que la mayoría de las personas quiere cambios positivos en su vida. Quieren verse mejor, sentirse mejor, pensar mejor, actuar mejor y vivir mejor. Quieren cambiar su vida pero a excepción de algunos rasgos externos, no lo pueden lograr.

Solo Cristo tiene el poder para transformar las personas y librarlas del pecado, de Satanás y del juicio venidero. Hechos 4:12 dice: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.

Somos pecadores y no podemos remediar nuestra condición pecaminosa. Por eso es que necesitamos un poder exterior que nos transforme. Ese poder ilimitado que puede transformar nuestras vidas viene de Dios. Actualmente muchas personas se someten a la cirugía plástica para cambiar algún aspecto de su físico que no les gusta, pero la cirugía que Cristo realiza no trata de solucionar problemas superficiales. Implica un verdadero cambio de corazón.

Es una operación practicada por manos invisibles, pero sus resultados son visibles. Es una operación espiritual que Dios realiza el día que nos entregamos a él y recibimos la salvación (Efesios 2:1). Hemos sido resucitados con Cristo por la fe. Hemos muerto a la vida de pecado, nuestros pecados han sido perdonados y hemos sido limpiados de todo mal (Colosenses 2:11-13). Dios tiene todo listo para darle un nuevo nacimiento, pero esa decisión le corresponde a usted.

Nacimiento del Espíritu

El nuevo nacimiento comienza con la obra del Espíritu Santo en el corazón de una persona (Romanos 8:9-14). Ningún ser humano puede realizar esta obra; solo Dios puede hacerlo mediante su gran poder, cuando la persona se somete totalmente a Jesús.

El nuevo nacimiento no es una remodelación de la vieja vida. Ni siquiera es una reforma de los hábitos del pasado. El nuevo nacimiento es precisamente eso, una nueva creación realizada por el Espíritu de Dios (2 Corintios 5:17). Cuando el Espíritu Santo viene al corazón humano lo transforma. El marido áspero llega a ser bondadoso y tierno; como Manuel, un hombre que maltrataba a su esposa hasta que el Espíritu Santo tocó su corazón, y entonces empezó a ser más amoroso con su familia.

Cuando el Espíritu Santo viene al corazón humano el borracho llega a ser sobrio. Recuerdo a un hombre que estaba tan enojado conmigo porque yo predicaba a Cristo, que me lanzaba botellas cada vez que pasaba frente a su casa. Pero un día ya no me tiró más botellas. El Espíritu de Dios se apoderó de su corazón, y lo convirtió en un cristiano amable.

Cuando el Espíritu Santo viene al corazón humano el burlador llega a ser piadoso. Me viene a la memoria un joven de 18 años de edad que entraba en la iglesia a burlarse de todo lo que allí se hacía, hasta que el Espíritu Santo tocó su corazón, y lo cambió en un poderoso predicador de la Palabra de Dios.

El nuevo nacimiento no es obra de la casualidad. Se produce cuando el alma humana decide recibir en su corazón al Santo Espíritu de Dios. De hecho, es el Espíritu Santo quien nos llena de amor, gozo, paz, paciencia, fe y bondad (Gálatas 5:22). Usted puede nacer de nuevo, pero eso depende de su decisión.

Nacimiento por la Palabra

El estudio de la Biblia es clave en el plan de Dios para crear nuevas personas que vivan de acuerdo a su voluntad. “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23). Me acuerdo de la primera vez que fui a la iglesia. Mi intención no era escuchar la Palabra de Dios, sino burlarme de lo que allí se hacía. Sin embargo, Dios tenía otros planes.

Cuando la Palabra de Dios sale, nunca regresa vacía, siempre produce el cumplimiento de la voluntad Dios (Isaías 55:11). Por eso es que todos los que reciben la Palabra de Dios y creen, experimentan el nuevo nacimiento. “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hechos 8:12). Antes de ser bautizada, la persona debe creer el evangelio, es decir, recibir la Palabra de Dios (Hechos 2:41). Usted puede nacer de nuevo, pero eso depende de su decisión.

Nacimiento por el agua

Al ver que Nicodemo no entendió lo que significaba el nuevo nacimiento, Jesús se lo explicó (S. Juan 3:5, 6). El nuevo nacimiento implica nacer del Espíritu Santo, pues es el Espíritu Santo quien toca los corazones y llama a las personas al arrepentimiento.

El nuevo nacimiento incluye el cambio obrado en la persona por la Palabra, pues el evangelio contenido en la Palabra de Dios es lo que tiene poder para convertir los corazones (Romanos 1:16). Pero también el nuevo nacimiento implica el nacimiento por el agua. Este nuevo nacimiento es el bautismo. El bautismo es esencial para la salvación “el que creyere y fuere bautizado, será salvo” (S. Marcos 16:16).

Es importante destacar que el nuevo nacimiento ocurre cuando una persona es bautizada “en” agua, es decir, sumergida en una “tumba” líquida. Muchos son bautizados “con” agua, pero hay una diferencia entre ser bautizado “con” agua y ser bautizado “en” agua. Jesús fue bautizado “en” agua (S. Mateo 3:16). El bautismo en agua es el único que bíblicamente puede conectarse a un nuevo nacimiento, según lo explica Romanos 6:3-5.

En el sermón de San Pedro el día de Pentecostés se encuentran estos tres elementos de los cuales hemos hablado. La Palabra de Dios fue predicada. Las personas fueron impresionadas por el Espíritu Santo, y fueron bautizadas en agua (Hechos 2:37, 38). En la historia de Felipe y el eunuco de Etiopía también encontramos estos tres elementos (Hechos 8:26-40).

“He tomado muchas decisiones erradas —dijo Patricia—, pero me alegro de haber tomado la decisión más importante que una persona puede tomar, la decisión de entregarle mi corazón a Jesús y nacer de nuevo. Ese día mi vida cambió para siempre”.

Amigo lector, así como Patricia, tal vez usted está hastiado de la vida. Tal vez no le encuentra sabor a su existencia. Posiblemente ha cometido tantos errores que cree que ya Dios no lo puede perdonar, y que está perdido. Quiero que sepa que no importa lo que usted haya hecho, Jesús nunca dejará de amarlo. Yo a usted no lo conozco, pero creo que si se ha tomado el tiempo de leer este artículo es porque probablemente siente simpatía por Jesús.

Me atrevo a pensar que quizá lo ama en lo más profundo de su corazón y desea su ayuda para ser diferente. Quizá usted anhela ser un mejor padre o madre, un mejor esposo o esposa, un mejor hijo o hija. Acérquese a Jesús, lea la Biblia, ore y pida ser bautizado. Mientras más se acerque a Jesús más se parecerá a él, pues es por la contemplación como somos transformados (2 Corintios 3:18). Su vida puede cambiar para siempre, pero eso depende de su decisión.


El autor es evangelista y dirigente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en la zona noroeste de los Estados Unidos. Escribe para EL CENTINELA desde Portland, Oregon.

El día que mi vida cambió para siempre

por Ramón Canals
  
Tomado de El Centinela®
de Enero 2009