Varios fenómenos naturales amenazan nuestro futuro, pero podemos reclamar las promesas de las Escrituras.
Hace pocos años, las mentes fértiles de los guionistas de Hollywood produjeron películas que cautivaron a sus audiencias con las imágenes de asteroides que se estrellaban contra el planeta Tierra. Dos de éstas fueron Armagedón e Impacto Profundo.
Lo que antes era un tema de la ciencia ficción ahora es tratado por revistas científicas y noticieros en Internet. Frecuentes artículos advierten del peligro de asteroides que caen del cielo y causan serios perjuicios e incluso la muerte de personas o animales. Podría suceder en un futuro lejano o podría sorprendernos en cualquier momento. El caso es que quizá nos conviene aprender un poco sobre el tema de los asteroides.
Los científicos japoneses están a la vanguardia en esta área de la investigación. Recientemente construyeron y lanzaron una nave espacial automática de seis metros de longitud con planes de aterrizar en un asteroide en forma de papa bautizado con el nombre Itokawa, extraer muestras y regresar a la Tierra en 2007. Al determinar la composición del asteroide, esperan aprender cómo desviar objetos similares que se encuentran en una trayectoria de enfrentamiento con la Tierra. Sus primeros intentos han encontrado problemas técnicos, pero esperan conseguir muestras antes de 2010.
Hasta los niños pequeños saben que hay nueve planetas1 en órbita alrededor del Sol. Pero, ¿qué sabemos respecto de miles de cuerpos celestes de menor tamaño? Los asteroides o planetoides son objetos astronómicos rocosos, que en su mayoría giran alrededor del Sol entre Marte y Júpiter.
El mayor de todos es Ceres, descubierto en 1801 por Giuseppe Piazzi, un astrónomo siciliano. Tiene un diámetro de 950 kilómetros (590 millas). Hay unos treinta asteroides cuyo diámetro es de más de 124 millas. En la década de 1990 los astrónomos les asignaron números a 5.000 asteroides que han completado al menos una órbita alrededor del Sol.
Aunque la mayoría de los asteroides se encuentra en un cinturón que viaja a millones de kilómetros del planeta Tierra, un buen número, conocido como OCT (objetos cercanos a la Tierra), habitan el sistema solar. Según Charles Liu, profesor de Astrofísica en la Universidad de Nueva York, “los astrónomos han descubierto más de 3.000 OCT, 700 de los cuales tienen un diámetro de más de un kilómetro, suficientemente grandes como para aniquilar la humanidad si apenas uno de ellos impactara directamente la Tierra”.2
NASA ha dedicado una porción pequeña de su presupuesto a apoyar la búsqueda de asteroides que puedan chocar algún día con la Tierra. Pero el astrónomo Bill Cooke advierte que “ninguna agencia del gobierno, especialmente NASA, es responsable por emitir alertas acerca del impacto inminente de un asteroide”.3
En el mismo artículo habla de astrónomos que emplean telescopios para localizar y determinar la órbita de asteroides. El equipo más exitoso opera bajo el programa Lincoln de Investigación de Asteroides Cercanos a la Tierra, (LINEAR por sus siglas en inglés), con sede en Nuevo México. Algunos astrónomos aficionados cooperan con la investigación.
Los asteroides cuyas órbitas cruzan la de la Tierra se llaman asteroides Apolo. Éstos les interesan especialmente a los astrónomos porque son los que podrían impactar la Tierra algún día. Se han identificado definidamente 91 de ellos.
¿Han chocado alguna vez alguno de estos mini planetas con los planetas del sistema solar? Observe los mapas de Mercurio y la Luna, y verá que están cubiertos de cráteres por el impacto de asteroides. ¿Qué en cuanto a la Tierra?
Aunque la posibilidad de que una de estas rocas choque con la Tierra es pequeña, ha sucedido. El astrónomo Duncan Steel declara que se han identificado más de 200 cráteres de impacto alrededor del mundo.4 La fotografía satelital nos ayuda a identificarlos.
El cráter más conocido es el Cráter del Meteoro de Barrington, en Arizona. Hace algunos años lo visité con mi familia, a una corta distancia de la Autopista 40 entre Winslow y Flagstaff. Parece un cráter volcánico, pero no se ven rocas volcánicas. Viajamos en auto hasta el borde y observamos un agujero en el suelo de unos 200 metros de profundidad. Según los científicos, hace miles de años un trozo de hierro y níquel de unos 50 metros de diámetro, con un peso de cerca de 200.000 toneladas, golpeó la Tierra a gran velocidad, lo que desplazó violentamente 400 millones de toneladas de piedras. Dejó un cráter de 1,2 km de ancho. Los científicos calculan que sólo se han encontrado unas 25 toneladas de fragmentos en el lugar del impacto.
A comienzos del siglo XX, Daniel Barrington identificó el cráter. Compró la tierra con la esperanza de enriquecerse con la extracción de hierro y nickel. Cavó agujeros hasta el fondo y por los lados del cráter y encontró piedra caliza y arenisca. Sus descendientes todavía son dueños de la propiedad y la administran como lugar turístico. La mayor parte del proyectil cósmico se vaporizó cuando desaceleró bruscamente en su impacto contra tierra firme.
Cráteres similares se han encontrado en Texas y Australia. Un ejemplo del impacto de un asteroide en la historia moderna fue la devastación causada por una enorme roca de unos 60 metros de ancho que cayó en el área del río Tunguska, en Siberia, el 30 de junio de 1908. Una gigantesca bola de fuego se aproximó del sureste. Cuando llegó a ocho kilómetros de distancia explotó en millones de fragmentos pequeños, con una energía equivalente a una bomba nuclear de diez megatones. Los árboles fueron arrasados en un área de 2.200 kilómetros cuadrados. La primera expedición científica no llegó al sitio sino hasta 1927. Encontraron muchos árboles caídos pero ningún cráter ni fragmentos de rocas. El enorme objeto se vaporizó completamente cuando golpeó la atmósfera.
Charles Liu, citado arriba, predice que “tarde o temprano otra bola de cañón impactará nuestro planeta”. Ojalá que no golpée un área habitada.
Los asteroides no son la única amenaza para la vida sobre la Tierra. El astrofísico Neil deGrasse Tyson escribe sobre los rayos gama liberados por las estrellas hipernova. Los estallidos de rayos gama fueron descubiertos accidentalmente en los 1960 por la Fuerza Aérea Norteamericana. Explica que los “estallidos de rayos gama son eventos extragalácticos extremadamente distantes, que quizá indican la explosión de una estrella gigante y el nacimiento resultante de un agujero negro”. Si llegase cerca, un rayo gama podría hacer más daño a la vida sobre la Tierra que cualquier choque con un asteroide.5
Hay otras maneras de extinguir la vida sobre la Tierra. Si no tiene suficientes motivos de preocupación, considere lo que ocurriría si cada volcán del planeta súbitamente se tornase activo. ¿Recuerda el monte St. Helens en 1980?
Le voy a decir por qué ninguna de estas amenazas me preocupan:
1. Como cristiano que soy, creo firmemente que Dios, el Creador y Sustentador del Universo, todavía está en control. “Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha... Jehová te guardará de todo mal; él guardará tu alma” (Salmo 121:5-7).
2. En el segundo día de la semana de la creación, Dios creó la atmósfera (Génesis 1:6-8). La atmósfera terrestre es única. Ningún otro cuerpo celeste en nuestro sistema solar tiene una atmósfera con la proporción exacta de nitrógeno y oxígeno que pueda sustentar la vida que conocemos. Sirve como un manto o bóveda que nos protege del bombardeo constante de objetos voladores que llegan del espacio. La mayoría de los meteoros y asteroides se vaporizan cuando chocan con la atmósfera superior. Muy pocos llegan a la superficie de la Tierra. Observe un mapa de la Luna. Esa sería la apariencia de la Tierra sin la protección atmosférica.
3. Las Escrituras predicen una invasión desde el espacio exterior. Pero no será de rocas ni de rayos gama, sino de ejércitos de ángeles celestiales (S. Mateo 25:31). Acompañarán a nuestro Rey Jesús, que viene en una misión de rescate para salvarnos. Entonces clamaremos: “He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará” (Isaías 25:9).
4. Las únicas personas sobre el planeta que tienen razones para temer esta invasión espacial son aquellas que persisten en su rebelión contra el Creador. Por eso dirán “a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono” (Apocalipsis 6:16).
5. Algunos científicos enseñan que el Sol en cierto momento se expandirá hasta el punto que se extinguirá toda la vida sobre la Tierra. Jesús enseñó que cuando él venga todavía habrán personas buenas y malas en el mundo (S. Mateo 25:31, 32).
6. La idea de asteroides, estallidos de rayos gama y erupciones volcánicas provocan temor en el corazón de muchos. Pero todos podemos reclamar el cumplimiento de la antigua promesa: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar” (Salmo 46:1, 2).
El autor es un ministro y maestro jubilado que escribe desde Collegedale, Tennessee.