Aunque se producen actualmente suficientes alimentos para satisfacer las necesidades globales, millones de personas no tienen acceso a tales.
¿Ha sufrido hambre alguna vez? Si llamamos hambre al deseo normal de ingerir alimento, creo que todos la sentimos cada día. Pero si definimos como hambre a la escasez de alimentos básicos, tal vez no la hayamos experimentado.
Es un hecho que mientras millones de personas están permanentemente luchando contra la obesidad, millones más sufren y mueren de desnutrición. Los científicos dicen que tanto el hambre como la saciedad son productos de un complejo proceso neurobiológico, que maneja desde la síntesis de las grasas en el organismo hasta las indicaciones al cerebro respecto a cuándo sentir hambre o cuándo sentir saciedad. Algunos afirman que comer es una adicción. Se basan en que uno de los mensajeros químicos que regula el hambre es la dopamina, un neurotransmisor también relacionado con la adicción a las drogas. La dopamina aparentemente deja una estela permanente en nuestros senderos neuronales. “La primera vez que una persona prueba un alimento que le agrada, una descarga de dopamina acompaña el momento de placer”, explica Marcelo Rubinstein, docente de la Facultad de Ciencias Exactas e investigador de INGEBI-CONICET, Buenos Aires, Argentina.
La serotonina, también cumple un rol protagónico en el escenario del hambre. La serotonina esta relacionada con el estado de ánimo. Por ejemplo; las personas que tienen bajos niveles de serotonina tienden a padecer estados depresivos, son impulsivas y hasta violentas. Marcelo Rubinstein sigue explicando que en el centro de decisiones del cerebro en materia de hambre y saciedad existen dos tipos de neuronas que controlan la ingesta de alimentos: una actúa como un acelerador y la otra como un freno.
Acceso insuficiente
El Dr. Jacques Diouf, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) dijo: “Lamentablemente, en muchos países el crecimiento de la población continúa sobrepasando la disponibilidad de alimentos”. En la mayoría de estos países ya se está cultivando prácticamente toda la tierra disponible, pero la producción agrícola está por debajo de la demanda de alimentos necesarios.
Es cierto que globalmente se producen alimentos suficientes para suplir las necesidades de casi 6.000 millones de habitantes. Pero desafortunadamente millones de personas no tienen acceso a estos alimentos. Los recursos naturales, la población y las tecnologías de producción agrícola están distribuidos de manera desigual en el mundo. Algunos países producen más alimentos de los que necesitan para el consumo interno, mientras que otros no producen lo suficiente para garantizar el acceso de todos sus habitantes a una alimentación adecuada. Una mejor distribución de los alimentos es un componente esencial de cualquier estrategia mundial para combatir el hambre.*
El hambre asalta a las personas sin importar la nacionalidad, el nivel económico, el sexo, la religión o la profesión. El hambre es algo que todos experimentamos o podemos llegar a experimentar. La diferencia es que algunos están en mejores condiciones de poder saciarla que otros. Hay países que por diversas condiciones tienen mayores problemas de desnutrición que otros, pero todo el mundo sufre de hambre.
- En el año 2004 había 842 millones de personas que sufrían hambre y en el año 2005 había 852 millones.
- Cada día más de 16.000 niños mueren por causas relacionadas con el hambre, esto equivale a un niño cada 5 segundos.
- Los países en los cuales una gran parte de la población combate el hambre generalmente son países pobres cuyos gobiernos no tienen la posibilidad de financiar programas de ayuda.
- Uno de cada ocho niños menores de doce años se va a la cama con hambre en los Estados Unidos.
- La mitad de los niños menores de cinco años en el sur de Asia sufre desnutrición; lo mismo sucede con un tercio de los niños en la región sub-Sahariana de África.
- La desnutrición es responsable por más de la mitad de la mortalidad infantil a nivel mundial.
- Combatir los problemas de sanidad y abastecimiento de alimentos a nivel mundial, costaría US$ 13.000 millones por año.
- Cada 3,6 segundos alguien muere de hambre en el mundo.
Una de las preguntas que surge es: ¿Qué se está haciendo para ayudar a las víctimas del hambre? La Iglesia Adventista del Séptimo Día, a través de la Agencia de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA), ayuda a combatir el hambre de varias maneras. Inspirados por las palabras de Jesús: “Porque tuve hambre y me disteis de comer...” (S. Mateo 25:35), ADRA Internacional dedica más de 70 de las 125 oficinas que tiene en distintos países del mundo para el alivio del hambre. Los programas que se están implementando buscan principalmente solucionar el problema del hambre a largo plazo y en forma permanente. Algunos ejemplos de su trabajo incluyen: enseñar a los agricultores nuevas técnicas para aumentar la producción, proveer herramientas y mejores semillas, enseñar a implementar el cuidado y la rehabilitación de tierras cultivables, enseñar a satisfacer en forma adecuada las necesidades nutritivas de niños y adultos. ADRA también provee alimentos a quienes los necesitan en situaciones de emergencia, ya sea comida preparada o víveres para llevar a la casa y preparar luego.
¿Hay solución?
¿Se puede combatir el hambre? Sí, hay esperanza. Algunos de los factores que pueden jugar un papel importante para lograr el éxito al combatir el hambre son: un sistema coordinado de incremento de la producción agrícola, el mejoramiento de la distribución de alimentos, el manejo más equitativo de los recursos, la educación y la contribución de cada uno de nosotros. Dios nos invita a hacer lo que podemos en Isaías 58:10: “Si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía”.
Sabemos que este mundo no puede saciar el hambre de todos sus habitantes pero hay alguien que sí puede. En Apocalipsis 7:16 y 17, Dios nos promete: “Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de agua de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”. Un día no muy lejano, Dios solucionará para siempre los grandes problemas de la humanidad. Mientras tanto, pongámonos en sus manos para traer aliento a los más necesitados.
El autor es vicepresidente de ADRA Internacional, con sede en Silver Spring, Maryland.