Si usted no es cristiano, quizá se haya preguntado: ¿Habrá alguna razón para serlo? Quizá se ha extrañado de que tantas personas se hagan cristianas. En los cinco artículos cortos que siguen, leerá sobre los beneficios que cinco cristianos han encontrado en la práctica de su fe.
Amigos de Dios
Miguel Valdivia
El mundo es un mercado, no sólo de productos y niveles de vida, sino de ideas. Las ideologías impulsan las guerras y la economía. Impactan la historia y ayudan a moldear nuestra vida como individuos. La mayoría de nosotros tiene una ideología central que guía nuestra vida. Yo he escogido el cristianismo, y he aquí algunas de las verdades espirituales básicas que he descubierto.
- Dios es bueno. Una lectura cuidadosa de la Biblia muestra que Dios está involucrado en una confrontación cósmica con un enemigo que desea perjudicarnos, y una de las maneras en que intenta tal cosa es impulsándonos a hacer el mal, lo que llamamos pecado.
La Biblia dice que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), pero Dios no desea que muramos, así que ideó un plan para rescatarnos. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (S. Juan 3:16).
- Dios tiene un propósito para nuestra vida. Dios tiene un plan y propósito para cada uno de nosotros como individuos. El Dios de la Biblia nos ruega: “Dame, hijo mío, tu corazón,
Y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26). El Espíritu Santo nos ha sido prometido para guiarnos y enseñarnos las verdades salvíficas de Dios: “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (S. Juan 16:13).
- Dios quiere librarnos de la culpa. Uno de los mayores dones del cristianismo es la oferta gratuita de perdón a través de Jesucristo. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). Esta renovación es posible por medio del sacrificio de Cristo. “Nos hizo aceptos en el Amado [Jesús], en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:6, 7).
- Dios desea ser nuestro Amigo. La Biblia enseña que Dios no está distante ni despreocupado por nuestros asuntos. ¡Él desea ser nuestro Amigo! Jesús dijo “os he llamado amigos” (S. Juan 15:15). La vida puede ser difícil, pero saber que tenemos un Amigo en el cielo puede ayudarnos a transitar sin temor por sus pasajes más tenebrosos.
Miguel Valdivia es el director de El Centinela®.
Tres Beneficios de un Hogar Cristiano
Randy Maxwell
Seamos completamente honestos. Un matrimonio cristiano no es un seguro garantizado contra el divorcio. ¿Se sorprendió? Es la verdad. Estudios realizados recientemente revelan que el índice de divorcios entre los matrimonios cristianos es mayor que el de los no cristianos.*
Este no es el mejor modo para comenzar a discutir acerca de los beneficios de un hogar cristiano, ¿verdad? Espere un momento. Quizá lo sea.
Si al enfrentar la verdad, llegamos a entender que un matrimonio cristiano exitoso requiere más que el mero intercambio de votos con alguien que va a la iglesia y dice seguir a Jesús, podremos descubrir los principios reales y los beneficios de vivir como Cristo para tener un hogar feliz. Estos son tres de esos principios.
Una vida sacrificada
Jesús dijo de sí mismo: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (S. Marcos 10:45). Los verdaderos seguidores de Jesús viven vidas sacrificadas y practican los principios de servicio que caracterizan la vida del Maestro. Los cristianos no esperan ser “el número uno de la relación”. Ellos buscan saber cuáles son las necesidades y preocupaciones de los otros, incluyendo a su esposa y a sus hijos (véase Filipenses 2:3, 4). Porque una actitud del tipo “tengo que preocuparme primeramente por mí”, puede destruir el matrimonio. Es fácil ver cómo la actitud “me preocupo primeramente por ti”, practicada por ambos cónyuges, trae muchas bendiciones al matrimonio.
Una atmósfera de perdón
A causa de que hemos recibido el perdón de nuestros pecados por parte de Dios, a cambio somos “benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también nos perdonó en Cristo” (Efesios 4:32).
Cuando perdonamos los desprecios y los errores de quienes comparten nuestra vida, los sentimientos duros, los rencores y las venganzas no tienen la oportunidad de supurar y llegar a convertirse en heridas profundas que no sanan. Las dos palabras más poderosas pronunciadas en un hogar feliz, son: “Lo lamento”. Úselas. Siempre.
Ayuda divina
En un hogar cristiano, uno más uno es igual a tres. Dios es el compañero invisible de la unión, y su poder de amar, de perdonar y de sanar está disponible abundantemente para la pareja cuyos miembros oran el uno por el otro. Este único y solo beneficio provee la mejor defensa contra la infidelidad, el egoísmo y el abuso. La presencia de Dios en el matrimonio (no la mera asistencia a la iglesia o práctica religiosa), traerá felicidad y la clase de hogar con el cual todos soñamos.
Aunque no haya garantía, una vida sacrificada, una atmósfera de perdón y la ayuda divina constituyen una ventaja definitiva en la lucha por tener un matrimonio feliz y pleno.
Randy Maxwell es orador y autor de varios libros. Escribe desde Nampa, Idaho.
Los Beneficios del Cristianismo para la Salud
Leonardo Ortiz
Uno de los imperativos morales del cristianismo en relación al cuidado del cuerpo, y por supuesto de la salud toda, fue expresado por el apóstol San Pablo, quien en la primera epístola escrita a los creyentes de Corinto dice lo siguiente: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” Y luego añade: “Porque habéis sidos comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19, 20).
La expresión “en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu” manifiesta la totalidad de la persona: No sólo se debe aspirar a la integridad espiritual y emocional, sino también al respeto y al cuidado del cuerpo, como parte esencial del ser humano. Y debe ser así porque somos creación divina, hechos a la imagen y semejanza del Creador (Génesis 1:26).
Jesús y la salud del hombre
El Evangelio de San Mateo nos dice que “recorrió Jesús toda Galilea... sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo... Y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos... y los sanó” (4:23, 24).
El señor Jesús quería que el hombre fuera salvo y sano. Hoy, todavía quiere impartir salud y salvación. Estas virtudes son tan propias de Jesús como del Creador, y constituyen el elemento radiante del cristianismo.
La salvación y la salud
Cuando el hombre salió de las manos del Creador era saludable, gozaba de salud y estaba a salvo, porque estaba en la compañía de su Creador. La labor de Cristo es volver a poner al hombre en esa posición original. La raíz latina de la palabra salud (salus) y de la palabra salvación (salvus) son semejantes. Desde el origen de los términos hay una relación de similitud entre la salud y la salvación: No podemos gozar de salud plena si no gozamos la salvación. Y, por otra parte, aceptar la salvación en Cristo redunda en salud mental, espiritual y, consecuentemente, física.
Si hay un beneficio explícito que entra en la vida del hombre como corolario de su fe y su lealtad a Dios, es precisamente la restauración de la salud. Esto lo confirma el testimonio de quienes, habiendo logrado la victoria sobre su vida pasada de pecado y de vicios, alaban al Creador porque se sienten con más energía y deseos de vivir, y tienen voluntad para decidirse por un estilo de vida saludable.
Según estudios recientes, las personas mayores de 65 años que gozan de buena salud generalmente asisten a la iglesia de un modo regular. Además, las parejas cristianas que asisten a la iglesia y participan activamente en la comunidad religiosa, tienden a gozar de una mejor salud respecto de las personas que no tienen fe ni están comprometidos con ningún grupo religioso. Esto se verifica en los informes de los hospitales.
Ocho verbos saludables
Un estilo de vida saludable implica reconocer que somos vulnerables al mal que nos rodea y evitar las prácticas que pueden ofender a nuestros cuerpos. Reconocer que no somos perfectos, aceptar nuestras limitaciones y evitar el estrés es algo importantísimo para tener una buena salud. Obviamente, todos sabemos el daño del alcohol, del tabaco y de las drogas para nuestro organismo. Pero la salud es más que evitar lo malo. Es también conjugar ocho verbos naturalmente saludables: Beber agua pura y fresca, comer frutas y verduras, caminar treinta minutos por día, tomar el sol matutino o vespertino, respirar aire puro, evitar el estrés, asistir a la iglesia y confiar en Dios.
El autor es doctor en Medicina y columnista de El Centinela.
No te Preocupes
David C. Jarnes
Ser cristiano significa confiar que Dios sabe lo que necesitamos –tanto financiera como espiritualmente— y que vela para que esas necesidades sean satisfechas. Yo lo sé. He experimentado su protección.
Cuando estudiaba en la universidad, mi esposa, Jeanne, y yo trabajábamos para pagar la matrícula escolar y cubrir los gastos de una familia de cuatro miembros. Nos fuimos arreglando para satisfacer las necesidades básicas de la vida... la mayoría de las veces. Cierta vez yo había dejado de trabajar durante varias semanas, y la alacena y el refrigerador estaban bastante vacíos. No habíamos hablado con nadie respecto de nuestra situación. Pero recién cuando estábamos llegando al punto de padecer hambre, un amigo muy generoso nos envío varias cajas y bolsas con víveres. Los alimentos que nos dio alcanzaron hasta que encontré trabajo nuevamente y nuestras finanzas se equilibraron.
Jesús dijo que los cristianos no necesitan preocuparse acerca de tener lo suficiente para comer, beber y vestirse. Él dijo que nuestro Padre Celestial conoce nuestras necesidades, y por eso “recibirán también todas estas cosas” (S. Mateo 6:33; versión Dios habla hoy). Lo que dijo Jesús no significa que podemos dejar de trabajar y esperar que Dios nos alimente y nos vista, como tampoco Jesús podía tirarse desde el pináculo del Templo y esperar que su Padre impidiera que se hiciese daño (S. Mateo 4:5-7). Pero cuando estamos haciendo todo lo posible para satisfacer nuestras necesidades, podemos confiar en la capacidad y en el amor del Padre para cubrir el resto. No necesitamos preocuparnos.
El salmista David lo puso de este modo: “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Salmo 37:25).
David C. Jarnes es editor de libros en Pacific Press.
Esperanza para el Futuro
Marvin Moore
Usted habrá escuchado el refrán: “Lo único seguro en la vida es la muerte y los impuestos”. Es cierto que algunos buscan maneras de esquivar los impuestos, pero no hay forma de esquivar la muerte.
¿O será que sí?
Tarde o temprano la muerte nos alcanza a todos. Pero la Biblia promete vida eterna a todos los que creen en Jesús. “Porque la paga del pecado es muerte –escribió el apóstol Pablo—, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Incluso si mueren, aquellos que aceptan a Jesús como su Salvador vivirán nuevamente, porque vendrá un día de la resurrección.
La Biblia promete que “el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16, 17).
Poco antes de su crucifixión, Jesús les dijo a sus discípulos que pronto los dejaría y que adonde él iba, ellos no podrían seguirlo (ver S. Juan 13:36). Esto significaba que iba a dejar esta tierra y que regresaba a su hogar en el cielo. Los discípulos quedaron aterrados por esta noticia y preguntaron por qué no podrían seguir a Jesús inmediatamente.
Jesús les respondió: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (S. Juan 14:1-3).
La promesa que Jesús les hizo a sus discípulos también es para usted y para mí. Él regresará a esta tierra un día y resucitará a aquellos que creyeron en él. Y San Pablo dijo que éstos, al igual que aquellos que tengan el privilegio de estar vivos cuando él regrese, serán transformados “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta” (1 Corintios 15:51, 52).
El cambio del que habla San Pablo es una noticia maravillosa: “Es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (vers. 53). Esto significa que los que han colocado su fe en Jesús vivirán para siempre.
Pero esta noticia es buena únicamente si el cielo adonde Jesús nos llevará es mejor que el ambiente en esta tierra. ¡Y ciertamente será así! He aquí lo que dice el Apocalipsis sobre el nuevo mundo de Dios: “Ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
Sin lugar a dudas, este es el beneficio culminante del cristianismo.
Marvin Moore es el director de la revista Signs of the Times®.