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Dios nos creó con una gama de emociones, pero con la entrada del pecado surgieron emociones que tenemos que afrontar mientras nos toque vivir en este mundo. Una de estas es el miedo. Antes de continuar, es importante recordar que no hay nada de malo con sentir miedo. De hecho, nacemos con la capacidad de sobresaltarnos ante el miedo. Un bebé puede llorar por el ruido de una puerta que se golpea con fuerza, por ver un rostro desconocido, por sentir que se está por caer o por la ausencia de su mamá. Estas situaciones producen un cambio que agrede su seguridad.

¿Qué miedos son comunes?

Algunos miedos que los niños tienen son a animales: ratones, arañas o perros. También pueden tenerles miedo a elementos naturales como el agua, el viento, los truenos, los relámpagos o el fuego. Objetos urbanos como los elevadores (ascensores), las grúas y los camiones pueden causar temor; así como personajes o figuras desconocidas; por ejemplo "el hombre del costal", un dentista, el médico, o una persona desconocida que toque el timbre de la casa. Y aunque no existen, los monstruos, las fantasmas, los ogros y demás personajes míticos o imaginarios pueden causarles miedo a los niños. Por último, podemos mencionar el miedo a situaciones como la soledad, la oscuridad, un determinado lugar de la casa, las alturas y los exámenes escolares, entre otros miedos a situaciones diarias de la vida.

Los miedos son normales, así como las preocupaciones que los niños experimentan, porque son parte del proceso de crecimiento y de maduración. A veces es saludable que los niños se preocupen y tengan un poco de miedo, porque los ayuda a desarrollar las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos de la vida. Por ejemplo, ponerse nervioso antes de empezar un examen o una obra de teatro de la escuela motiva a los niños a esforzarse y dar lo mejor de sí. Los miedos y las preocupaciones menores ayudan a forjar el carácter de los pequeños, y les plantean desafíos de los que pueden aprender.

A los 10 años, aproximadamente, los niños se reirán recordando esos temores de “cuando era más pequeño” y que ya han superado. Pero al mismo tiempo surgirán otros temores como a la muerte, el juicio final, la eternidad y ciertas actitudes de conductas adultas como el regaño o el enojo.

Cuando el miedo es muy grande

Muchos niños pueden tomar los miedos y preocupaciones como retos, pero a otros les pueden causar una angustia desmedida. Un niño con una inquietud así no puede afrontar lo que teme; por ejemplo, puede tener un nudo en el estómago que le impida salir del auto antes de ir a un partido de futbol. Los niños que sufren este tipo de ansiedad necesitan más ayuda que otros.

Los niños pueden llegar a sufrir en silencio de temores importantes y sobrecogedores, porque no entienden qué les pasa o no pueden explicar sus sentimientos. Por su parte, los padres pueden pasar por alto la inquietud de sus hijos, minimizarla o malinterpretar los síntomas, ya que los niños expresan ansiedad de diversas maneras; por ejemplo, mostrando timidez excesiva, irritabilidad e incluso rebeldía. Los padres deben estar muy atentos para detectar el problema, ya que la ansiedad crónica puede generar baja autoestima en el niño, inseguridad, depresión, dificultad para establecer relaciones sanas y, en casos extremos, llevarlo al suicidio. No tome a la ligera los miedos de sus niños. Considérelos con seriedad.

Desde que los hijos son pequeños, enséñeles la seguridad de confiar y aferrarse a las promesas divinas cuando sean presas del miedo y del temor. Leer los salmos ayuda a calmar el miedo, así como cantar himnos tranquilos. Los niños se sentirán más seguros al saber que Dios los ama y los quiere cuidar en todo momento.

¿Cómo puedo ayudar a mi hijo?

1. Enfrente sus miedos como padre: Un adulto que se preocupa demasiado enseña a sus hijos a hacer lo mismo. Si los padres evaden sus miedos, tampoco los niños podrán enfrentar los suyos.

2. Hable abiertamente: Son muy importantes las conversaciones entre padres e hijos en las cuales se hable sobre los temores y los sentimientos, ya que ayudan a disminuir la ansiedad. Los hijos sabrán que sus padres no minimizan sus miedos ni se burlan de ellos y, como consecuencia, refuerzan la seguridad en sí mismos y son más capaces de resolver problemas.

3. No amenace: Las amenazas son perjudiciales en cualquier ocasión, y eso aplica también a los miedos. No use nunca amenazas como: “Te voy a encerrar en el cuarto con la luz apagada” o “El hombre del costal te va a llevar si sigues portándote mal”.

4. Evite situaciones que propicien los miedos: En lo posible, se deben evitar aquellas situaciones que producen miedo. Si el niño le teme a la oscuridad, no lo deje solo a oscuras ni lo obligue a salir solo de noche. Si le tiene miedo a los perros, evítele el contacto con ellos.

5. Juegue con los miedos: Enseñar a los niños a enfrentar al miedo con sentido del humor ayudará a prevenir los miedos exagerados. Si el niño le tiene miedo al agua, jueguen a la orilla de la piscina; si tiene miedo a la oscuridad, ponga una luz tenue en su habitación o duerma con él hasta que pueda vencer el miedo; pero siempre hágalo de una manera amena y divertida, hasta que el niño se familiarice con los miedos y se sobreponga a ellos.

La autora es maestra de educación preescolar. Escribe desde Fresno, California.

Ante los miedos infantiles

por Cesia Alvarado Zemleduch
  
Tomado de El Centinela®
de Abril 2024