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La noche anterior a que el pueblo de Israel fuera liberado de la esclavitud de Egipto, Dios le dijo a Moisés: “Esa noche pasaré por la tierra de Egipto y heriré de muerte a todo primer hijo varón y a la primera cría macho de los animales en la tierra de Egipto. Ejecutaré juicio contra todos los dioses de Egipto, ¡porque yo soy el SEÑOR! Pero la sangre sobre los marcos de las puertas servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo. Esa plaga de muerte no los tocará a ustedes cuando yo hiera la tierra de Egipto. Este será un día para recordar. Cada año, de generación en generación, deberán celebrarlo como un festival especial al SEÑOR. Esta es una ley para siempre” (Éxodo 20:12-14, NTV).*

El ángel exterminador no consideró si las personas de esa casa obedecían normas morales y eran decentes y buenas. No se detuvo a medir la situación económica de esa familia o su influencia política y social. Solo una cosa determinaba si la muerte entrara a ese hogar: la sangre en los dinteles de las puertas. Cuando Dios ve la sangre de su Hijo, que fue crucificado por nuestros pecados, “pasa” de nosotros toda condenación y muerte heredada por el pecado.

Estar bajo la sangre de Jesucristo significa que soy perdonado, justificado, como si nunca hubiese pecado. Entonces tengo acceso al trono de gracia. No tengo por qué sentirme abochornado. No temo la culpabilidad. El Padre me ve como si fuese su mismo Hijo amado.

La pregunta más importante para nuestra vida presente y futura es: ¿Estoy bajo la sangre del Cordero de Dios? Esta será la única razón de nuestra victoria y redención. Ojalá tú y yo seamos parte de los redimidos de los que habla el apóstol Juan en Apocalipsis 12:11: “Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el testimonio que dieron. Y no amaron tanto la vida como para tenerle miedo a la muerte” (NTV).

* Las citas bíblicas fueron tomadas de La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados.

El autor es doctor en Teología y dirige las iglesias adventistas hispanas en Norteamérica. Escribe desde Columbia, Maryland.

Editorial: La primera Pascua

por Minervino Labrador
  
Tomado de El Centinela®
de Abril 2024