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Era una tarde calurosa y húmeda. Nancy no podía entender lo que estaba ocurriendo en su vida. Aunque el calor de aquel día fatídico era infernal y sofocante, no era el calor lo que estaba oprimiendo su corazón, sino una pena profunda. Sus ojos parecían dos fuentes de agua que corrían por unas mejillas agrietadas por el dolor y el sufrimiento. Nancy se acababa de enterar que Manuel, el esposo con el que había compartido su vida durante más de doce años, estaba viviendo con otra mujer. No lo podía creer. No sabía qué hacer. Si vivir o morir.

Todo parecía una terrible pesadilla y no una triste realidad. “No puedo más —se dijo a sí misma—. Terminaré con mi vida de una vez y para siempre. No tengo futuro; y una vida sin futuro no vale la pena vivir”. Mientras Nancy contemplaba el suicidio y luchaba con aquellos pensamientos lóbregos y destructivos que traspasaban su corazón, alguien tocó a la puerta. Aunque no deseaba ver ni hablar con nadie, decidió abrir la puerta. Lo que Nancy menos se imaginaba era que la decisión de abrir la puerta cambiaría por completo su vida.

Frente a ella se encontraba un joven misionero. Lo invitó a pasar y entablaron una conversación. Sorprendida de sus propias palabras, Nancy le abrió el corazón al desconocido. Éste le habló de Jesús y le dijo que había esperanza, que no todo estaba perdido, que ella podía comenzar de nuevo. Le dijo que había un Dios en el cielo que la amaba y estuvo dispuesto a morir por ella.

Nancy escuchó atentamente y dijo: “Yo he cometido muchos errores en mi vida. Yo también le fui infiel a mi marido. Mis sufrimientos y la pena que embarga mi corazón son el seguro resultado de mis malas decisiones. Lo único que deseo en mi vida es la oportunidad de borrar todo mi pasado y comenzar de nuevo”. Luego le preguntó al joven misionero: “¿Puede una persona comenzar de nuevo?”

El joven contestó: “Sí. Y el primer paso es aceptar a Jesús y ser bautizado. Jesús dijo: ‘De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios’ (S. Juan 3:3). Jesús dice claramente que para entrar en el cielo hay que nacer de nuevo. O sea, hay que comenzar de nuevo. Pablo añadió: ‘De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas’ (2 Corintios 5:17)”.

Después de leer varios versículos de la Biblia con Nancy, el joven misionero la animó a abrir su corazón e invitar a Jesús a entrar a su vida. Luego la invitó a prepararse para el bautismo, que es un símbolo visible de la entrega de vida a Jesús. Nancy aceptó a Jesús y expresó el deseo de ser bautizada por inmersión, como dice la Biblia que una persona debe ser bautizada.

¿Por qué tengo que bautizarme?

Algunos se preguntarán: ¿Por qué el bautismo? ¿Acaso no es suficiente aceptar a Jesús? El bautismo, según la Biblia, tiene un poderoso significado. Veamos:

  1. El bautismo simboliza la muerte, sepultura y resurrección del creyente que acepta a Cristo como su Salvador personal (ver Romanos 6:3-6; Colosenses 2:12).
  2. El bautismo representa la salvación ganada por medio de la resurrección de Cristo (1 Pedro 3:20, 21).
  3. El bautismo simboliza el lavamiento de nuestros pecados (Hechos 22:16).
  4. El bautismo simboliza la recepción del Espíritu Santo (Hechos 10:47; 19:2) y la unidad con el cuerpo de Cristo que es su iglesia (1 Corintios 12:13).
  5. El bautismo indica obediencia al mandato de Jesús y su Santa Palabra (Hechos 2:38; S. S. Mateo 28:19, 20).

¿Qué puedo hacer yo?

Como Nancy, algunas personas se preguntan si habrá alguna manera de borrar el pasado y comenzar de nuevo. Tal vez tú también te has hecho esa pregunta. Nancy aprendió que es por medio del bautismo que se ratifica el nuevo nacimiento. Entonces, ¿cuáles son los pasos necesarios para el bautismo?

1. Abre tu corazón a Jesús e invítalo a entrar. El primer paso que hay que dar para comenzar una vida nueva es abrir el corazón a Jesús e invitarlo a entrar. Apocalipsis 3:20 dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Jesús es el único que puede ayudar a una persona a comenzar de nuevo, pues él tiene potestad sobre el tiempo y tu destino. Jesús es tu pasado, tu presente y tu futuro. Abre la puerta de tu corazón a Jesús.

2. Recibe la Palabra de Dios. El segundo paso es recibir la Palabra en el corazón. “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hechos 8:12). Antes de ser bautizada, la persona debe creer el evangelio, o sea, recibir la Palabra de Dios. La Biblia dice: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:41).

3. Arrepiéntete de tus pecados. El tercer paso es arrepentirse. Después de predicar la Palabra de Dios en el Pentecostés, las personas que escuchaban fueron tocadas por el Espíritu Santo y preguntaron a los apóstoles: “Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:37-38). El arrepentimiento consiste en sentir el deseo de dejar atrás lo malo. El Espíritu Santo es quien nos da el arrepentimiento. Entonces deseamos dejar de hacer las cosas malas que hacíamos antes de conocer a Jesús, y comenzar a hacer las cosas que Dios nos manda en su Santa Palabra.

4. Confiesa tus pecados a Dios. El cuarto paso para el bautismo es confesar los pecados a Dios. Recuerda que el único que puede perdonar pecados es Dios. Cuando una persona es bautizada según la Biblia, todos sus pecados son perdonados (Hechos 2:38). Sin embargo, los pecados conocidos deben ser confesados (ver 1 Juan 1:9).

¿Tiene importancia la forma en que soy bautizado?

Una de las preguntas que Nancy se hacía y posiblemente tú también te has hecho es: ¿cómo debe ser bautizada la persona? La Biblia dice que solo hay una forma: por inmersión. Esta es la manera en que Jesús fue bautizado. “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él” (S. Mateo 3:16).

Por favor nota que Juan no sacó un poco de agua del río y roció la cabeza de Jesús. La Biblia dice que Jesús subió del agua. Obviamente, para subir del agua primero hay que descender al agua. Jesús es nuestro ejemplo en todas las cosas y él no solo nos muestra la forma como debemos ser bautizados, sino que también nos enseña la necesidad de ser bautizados, pues si él, que nunca pecó, fue bautizado, cuanto más nosotros lo necesitamos.

Amigo lector, es posible que tú --así como Nancy y yo-- hayas tomado malas decisiones en la vida. Recuerda que por la gracia de Dios puedes comenzar de nuevo. Levántate y bautízate y lava tus pecados en el nombre de Cristo Jesús.


El autor es un evangelista internacional y reside en Portland, Oregón.

El bautismo y el comienzo de un nueva vida

por Ramón Canals
  
Tomado de El Centinela®
de Noviembre 2011