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El cristiano goza de preciosos privilegios en su relación con Dios. Algunos son: la salvación en Cristo, la presencia del Espíritu Santo en su vida, y la mente de Cristo.

El hombre fue creado para vivir, pero se apartó de Dios y sobrevino la muerte, porque su vida dependía de Dios. Al vernos en desgracia, el Hijo de Dios adquirió nuestra naturaleza para sufrir nuestra muerte y ofrecernos su vida. Murió sin culpa y así pagó nuestra deuda con la justicia divina. En la cruz, Dios trató a Cristo como nosotros merecemos. Aceptó el sacrificio de su Hijo en lugar de nuestra ejecución. Ahora basta con aceptar a Cristo como Salvador para recibir vida eterna. Que el Hijo de Dios se haya sacrificado por nosotros es un gran privilegio.

Cuando el pecador recibe a Cristo, Dios le concede su presencia por medio del Espíritu Santo. Esto resuelve el problema de la separación de Dios. Ahora Dios está no solo con el hombre sino en el hombre. San Pablo aseguró: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:16). Reiteró: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios?” (1 Corintios 6:19). Y recalcó: “Vosotros sois el templo del Dios viviente” (2 Corintios 6:16). Que el mismo Dios habite en nosotros es otro gran privilegio.

Con el Espíritu en nuestro ser, Dios comienza a reconstruir nuestra vida hacia un sublime objetivo: llegar a pensar como Jesús. Que aquellos que maquinan el mal lleguen a tener mentes santificadas parece inalcanzable, pero es posible. El mismo San Pablo dijo de su vida pasada: “Nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros” (Tito 3:3). Y luego testificó de su transformación: “Nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16).

Roguemos a Dios que nos conceda los tres privilegios: la salvación, la presencia del Espíritu Santo y la mente de Cristo.

El autor es editor asociado de El Centinela.

Privilegiados

por Alfredo Campechano
  
Tomado de El Centinela®
de Julio 2020