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Quizá ya eres padre, estás por llegar a serlo, o te gustaría tener hijos. Tal vez estás ejerciendo la función de padre como mentor, consejero o familiar. Lo cierto es que la paternidad ejerce una gran influencia. Una de las formas más notables del papel del padre es la que juega en el desarrollo de la personalidad de los hijos o en la vida de quienes lo ven como figura paterna.

Formación de la personalidad

Puede definirse la personalidad como el patrón de actitudes, pensamientos y sentimientos, y el repertorio conductual que caracteriza a un individuo, y que tiene una cierta constancia y duración durante su vida. La personalidad es el resultado de una mezcla de genética, ambiente y entrenamiento. Es decir, nacemos con una herencia transmitida por nuestros padres, una carga genética que forma las bases de nuestra personalidad. Esta herencia es solo una tendencia que contribuye a nuestra personalidad futura, pero no es determinante.

Al nacer, el nióo percibe el mundo por medio de los sentidos, y a pesar de venir con un temperamento predominante, en el principio tiene poco conocimiento de sí mismo. La personalidad comienza a configurarse en referencia a su entorno, por medio de quienes lo rodean, principalmente los padres. Para conocerse físicamente, basta con que el nióo se mire en el espejo, pero para aprender acerca de las características que no se ven a simple vista, el nióo empieza a conocerse mediante el reflejo de la imagen que las demás personas le ofrecen. Si se describe al nióo como travieso, empezará a verse y sentirse como tal. Si juzgamos sus acciones como buenas o malas, el nióo las verá como defectos o virtudes.

El padre y la personalidad del hijo

Los estudios muestran que los hijos de padres involucrados en su crianza tienden a ser más seguros emocionalmente, se atreven más que otros a explorar su medio ambiente, y al crecer son más sociables. La forma en que los padres juegan con los nióos tiene una importancia vital en el desarrollo y la regulación de las emociones. Más aun, numerosos estudios han encontrado que un estilo de padre amoroso e involucrado está asociado con mejores destrezas verbales y un mejor rendimiento académico, lo que conlleva a tener una estima propia saludable, y como resultado una personalidad sólida.

Otros estudios indican que los padres son más propensos a incitar a los nióos a aceptar desafíos, como hablar con extraóos, y a pensar por ellos mismos. Estas cualidades les serán de gran utilidad en la edad adulta. Otras investigaciones han puesto de manifiesto la manera exclusiva en la que la presencia de un padre influye en la personalidad de los hijos; por ejemplo, el nióo varón que goza de la presencia de su padre tiende a ser menos ansioso cuando se encuentra frente a una situación difícil en la vida. En general, los rasgos de personalidad que adquieran los nióos a una edad temprana mediante su interacción con el padre y del ejemplo que este les brinda, servirán para crear sus propios patrones de emparejamiento y paternidad en el futuro.

El padre ausente y el efecto en el hijo

Todos los nióos tienen un padre, un progenitor, pero no todos tienen un padre presente en su vida. Las consecuencias de ser criado sin padre, además de cobrar mayor impresión a una edad temprana, se ven en el desarrollo del adulto. Informes de la organización The National Fatherhood Initiative [Iniciativa Nacional sobre la Paternidad], revelan que los hijos criados sin su padre biológico tienen problemas de comportamiento social.

Cuando el efecto no es tan dramático, la ausencia del padre biológico tiene diferentes expresiones en el desarrollo y la vida de los hijos. Hay en el hijo sin padre un eterno nióo que aóora o anhela una relación paternal. Va por la vida con una agenda inconclusa, persiguiendo la respuesta de esta pregunta: “¿Dónde está papá?” Esta carencia puede impedirle inconscientemente establecer relaciones saludables o aun inhabilitarlo para conocerse a sí mismo.

El propósito de Dios y la paternidad

Era el propósito de Dios al crearnos que pudiéramos conocerlo y reconocerlo como Padre. Ahora él quiere adoptarnos como hijos. El evangelio confirma este propósito: “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (S. Juan 1:12).

El Dios y Padre quiere establecer un nuevo pacto con nosotros, un pacto que nos libera de los rasgos desfavorables de personalidad adquiridos desde la nióez y a lo largo de la vida. él promete: “En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de  los hijos tienen la dentera. . . He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá” (Jeremías 31:29, 31).

El pacto de Dios con los hebreos de antaóo se fundamentaba en su amor paternal. Ya sea que haya tenido un padre amoroso y presente, o un padre indiferente o distante, esta promesa es también para usted, pues no basta con el padre terrenal: todos necesitamos al Padre celestial.

Conducta social de los hijos criados sin padre en los Estados Unidos

92 por ciento de las mujeres que se divorcian

90 por ciento de los que escapan del hogar

85 por ciento de los trastornos de conducta

85 por ciento de los confinados en las cárceles

80 por ciento de los violadores sexuales

75 por ciento de los pacientes en centros de abuso de sustancias

71 por ciento de los desertores escolares

70 por ciento de los confinados en instituciones juveniles

64 por ciento de las jóvenes que se embarazan sin casarse

63 por ciento de los suicidas

53 por ciento de las jóvenes que se casan o conviven durante la adolescencia

*www.fatherhood.org

La autora es psicóloga. Escribe desde Miami, Florida.

¿Dónde está papá?

por Ailen Zaceta
  
Tomado de El Centinela®
de Junio 2016