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¿Es posible la alegría en este desencantado siglo XXI? ¿No es acaso una ingenuidad hablar de alegría o felicidad? ¿Todavía podemos creer en la alegría? El siglo XVIII fue optimista. De allí surgió la idea del progreso indefinido y necesario, movido por la fuerza de la razón. Así lo proclamaron los filósofos enciclopedistas: Voltaire, Diderot, Montesquieu, D´Alamber¬t, Rousseau. Este último, en su obra Emilio, expresaba que el hombre es bueno (y alegre) por naturaleza; basta dejar que desarrolle sus potencialidades en contacto con la naturaleza. “Vivimos en el mejor de los mundos posibles”, aseguraba Leibniz, otro filósofo de aquellos tiempos idílicos.1 Pero a partir del siglo XIX se ha ido instalando el pesimismo. Fue un siglo aguafiestas que destrozó la creencia del paraíso terrenal. Malthus demostró que los recursos del planeta crecen en proporción aritmética (1, 2, 3, 4...) en tanto que la población lo hace en proporción geométrica (1, 2, 4, 16...), lo que significa que en algún momento sobrevendrá la catástrofe. Luego llegaron Darwin, Marx, Nietzsche, Freud, entre otros, quienes explicaron, con diferentes discursos, la misma idea de que hay pocas razones para reír.

El siglo XX glorificó la amargura y el pesimismo con Heidegger, Sartre, Camus, las guerras mundiales, la bomba atómica, Auschwitz y otros episodios bélicos en Oriente Medio y África.

¿Cómo estar alegre mientras los terroristas acechan, y la delincuencia, la corrupción y el hambre se ensañan con tantos millones en el mundo?

“Renunciar a la alegría porque las cosas vayan mal —dice el filósofo Julián Marías— es hacer que vayan peor, sin beneficio para nadie. Uno de los errores mayores que se pueden cometer, casi un pecado. Es probable que si se hubiera sonreído más, si se hubiese dejado brotar toda la alegría posible y se hubiera vertido sobre el mundo, este hubiese sido menos atroz”.2

Es cierto que el mundo exterior se derrumba, pero hay un mundo interior al que podemos tornar en fuente de felicidad. Me gustan los cuatro secretos de la felicidad (ver p. 6) propuestos por Pat Humphrey, pero cambiaría el orden: Primero perdón, luego gratitud, después bondad, para terminar siendo optimista. Por supuesto, esto no podemos logarlo solos, por eso Jesús nos dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (S. Mateo 11:28).

1. es.wikipedia.org/wiki/Gottfried_Leibniz.
2. es.wikipedia.org/wiki/Julián_Marías.


El autor es el director de la revista El Centinela.

La alegría de vivir

por Ricardo Bentancur
  
Tomado de El Centinela®
de Junio 2015