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Vivimos en un mundo muy agitado donde la intemperancia en el beber, en el comer y en el trabajo es común. Con el afán de obtener riquezas y reconocimiento, algunos trabajan en exceso y debilitan las fuerzas vitales que podrían ser usadas en una causa mejor. El equilibro es necesario; la pregunta es: ¿cómo hacerlo?

Temperancia

Dios desea que seamos prosperados en todas las cosas, pero no a cambio de la salud. Cierta vez uno de mis clientes, quien es muy rico, me dijo llorando: “Oscar, me gustaría estar en tu posición. Te ves enérgico, tienes buen sentido del humor y expresas mucha felicidad. En cambio, yo soy un desastre. No puedo viajar por avión ni visitar a mis nietas, ya que el médico me lo impide a causa de mi débil corazón. Todo esto se debe a que trabajé en exceso durante muchos años, queriendo acumular riquezas a cambio de la salud”. Ahora yo te pregunto: ¿Cuál es tu condición?

Propósito

Con el deseo de ganar riqueza, lujos y prestigio muchos pervierten el propósito original del trabajo. La necesidad de realización propia y de recibir elogios nos impulsa a esforzarnos más de lo necesario. Cuando trabajes, no pierdas el propósito. Trabaja para glorificar a Dios y tendrás resultados gratificantes. El inflar el ego por causa de los reconocimientos no te dará plena satisfacción pero la tarea realizada para servir a Dios satisfará tu corazón.

Bendición

Para muchos, el trabajo es solo una rutina y un medio para conseguir dinero, pero la Biblia nos cuenta otra historia. Desde el principio Dios puso al hombre en el huerto del Edén “para que lo labrara” (Génesis 2:15). El hecho de que el hombre usara sus facultades físicas y mentales para trabajar contribuiría a conservar su cuerpo así como el huerto. Así que el trabajo es una bendición.

Ahora te pregunto: ¿Cómo consideras tu trabajo? ¿Como una manera de lograr que los demás te aplaudan, como un medio para obtener riquezas, o como una bendición? Es mi deseo que veas tu lugar de trabajo como un lugar para testificar, y que la gente pueda ver en ti algo diferente. Esa diferencia se llama Cristo Jesús. Que la obra de tus manos sea una delicia, como dice nuestro Dios: “Mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos” (Isaías 65:22).

Muévete

por Oscar Santana
  
Tomado de El Centinela®
de Abril 2015