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Imagino que usted conoce a personas sumamente desorganizadas. A individuos que ya sea por letargo o por obsesión, no pueden organizar su ambiente o dejar de acumular cosas. En los últimos años se habla del síndrome de la “acumulación obsesiva” (hoarding), un tipo de enfermedad obsesiva compulsiva. Como otras conductas similares, existen varios niveles de acumulación obsesiva; en los casos más graves, la persona tiene problemas serios de baja autoestima, de relaciones interpersonales, de vivienda, asuntos legales o de salud.

Los síntomas pueden variar, pero la persona afectada por este síndrome generalmente: (1) guarda objetos que otras personas consideran inservibles, (2) compra compulsivamente cantidades excesivas de ciertas cosas, (3) trata todo lo que guarda como si tuviera el mismo valor y (4) experimenta una intensa ansiedad cuando intenta desechar alguna de sus posesiones. Si no se interviene, la persona es capaz de llenar cada espacio de su vivienda hasta el punto que pierde el uso y el acceso a funciones tan básicas como el aseo personal o la preparación de alimentos.

El tratamiento de esta conducta obsesiva debe incluir terapia y medicina que ayude a reducir la ansiedad que perpetúa la conducta. La recuperación tiende a ser difícil y requiere atención de por vida, como en el caso de otras adicciones.

La acumulación obsesiva es una manifestación extrema de un problema muy común. La lucha por mantener nuestro ambiente organizado es una batalla que muchos perdemos en distintos momentos. La mayoría de nosotros siente que mantener el orden en nuestra vida moderna es un desafío bastante serio. La situación se complica en sociedades tecnológicas donde la información se multiplica y se comprime, obligándonos a tratar muchos más asuntos que antes. También nos toca enfrentar la tentación del consumismo, simbolizada en los suburbios de los Estados Unidos por garajes tan atestados que los automóviles deben ser estacionados afuera.

Una organización práctica ofrece muchas ventajas. Reduce nuestro nivel de estrés, aumenta nuestra productividad, nos produce satisfacción, mejora nuestra calidad de vida y nos da tiempo y energía para dedicar a las relaciones interpersonales. Para ayudarlo a usted que lee, y reforzar mi propia determinación de organizar mi ambiente, permítame compartir algunas sugerencias de organizadores profesionales.

  1. Póngase una fecha para comenzar su proyecto de organización. Consiga recipientes o cajas y etiquetas.
  2. Planifique el trabajo por zonas y póngase objetivos realistas. No intente hacerlo todo en un día.
  3. Comience por las áreas más visibles. Esto le producirá mayor satisfacción y lo animará a continuar.
  4. Tire o regale lo que no utiliza. No se limite a sacarlo todo y volver a colocarlo en orden.
  5. Vaya por zonas, incluyendo los estantes de la cocina, el refrigerador, los armarios de los dormitorios, los libreros, los dormitorios de los niños, los baños y el gabinete de las medicinas. Elimine todo lo que ya no utiliza o necesita, o todo aquello con fechas caducadas.
  6. Coloque todo en su lugar. Coloque etiquetas si es necesario.
  7. Controle sus adquisiciones. Algunos organizadores aconsejan que cada vez que se compra algo, se tire o regale alguna cosa. Por ejemplo, si compra un vestido nuevo, regale un vestido o prenda de ropa que ya no usa. Compre solo lo que necesita, no compre simplemente porque hay una venta especial.

El proceso de organizar o reorganizar no termina. En la casa o la oficina debe hacerse por lo menos una vez al año. Ver todo en su lugar y limpio, seguramente nos dará un sentido de control y satisfacción. Quizá para algunos esto no resulte tan importante, pero si obtenemos una medida de control sobre nuestro ambiente inmediato, quizá nos animemos a obtener control de otras cosas aun más importantes.

Organice su vida emocional y espiritual

Al igual que debe importarnos la organización física de nuestra vida, nos debiera importar la organización emocional y espiritual. Quizá no hay algo más importante para nuestro sentido de satisfacción que mantener relaciones sanas con otras personas. En esta área, también es importante desechar lo menos importante y colocar las cosas en un orden de prioridad.

¿Qué es lo más importante en nuestra vida? Si decimos que es nuestra familia, ¿reflejan nuestras actividades y nuestro uso del tiempo esta prioridad? Podemos poner orden a nuestras conexiones emocionales con otras personas. No tenemos que obsesionarnos, pero sí podemos planificar nuestro tiempo de manera que nos mantengamos en contacto con nuestros seres queridos y amistades, y dediquemos la atención deseada a nuestro cónyuge y a nuestros hijos.

También debemos organizar nuestra relación con la persona de Dios. No ignoremos el lugar de la fe en la vida humana. La relación con Dios no solo produce satisfacción, sino que nos provee el fundamento seguro desde el cual proyectarnos hacia el mundo que nos rodea. Quizá debamos comenzar nuestra reorganización personal por allí: con una oración, con la lectura de las promesas divinas, con la confianza de que tenemos un poderoso Aliado en la vida. ¿Por qué no damos hoy mismo el primer paso hacia una vida mejor?

Organice su casa y su vida

por Miguel A. Valdivia
  
Tomado de El Centinela®
de Marzo 2011