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Hay dos puntos de vista distintos respecto de dónde pasaremos el milenio. Afortunadamente, la Biblia nos da una clara respuesta.

Yo estudio la Biblia con un grupo de creyentes, y buena parte de 2005 y 2006 lo ocupamos en la lectura del Apocalipsis. Una de las cuestiones que surgieron en el estudio fue dónde pasará el milenio el pueblo de Dios. Alguien dijo que pasaremos el milenio en esta tierra. Yo pienso que lo pasaremos en el cielo. En este artículo compartiré las razones bíblicas por las que creo esto.

La descripción del milenio se encuentra en Apocalipsis 20. Sin embargo, en todo el capítulo sólo el versículo cuatro dice algo acerca del pueblo de Dios en el milenio. Esto es lo que dice: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (la letra cursiva es agregada).

El término señalado en letra cursiva (vivieron) expresa que los hijos de Dios resucitarán en ocasión de la segunda venida de Cristo, para luego reinar con él. Por lo tanto, este versículo es una imagen que describe al pueblo de Dios durante el milenio, después del retorno de Jesús. Sin embargo, se guarda absoluto silencio respecto de dónde estará el pueblo de Dios en ese tiempo. Afortunadamente, otros textos de la Biblia, algunos en el mismo Apocalipsis, proveen evidencia significativa de que los hijos del Señor pasarán el milenio en el cielo.

La promesa de Jesús

Durante la última cena con sus discípulos, Jesús les anunció que pronto los dejaría (S. Juan 13:33). Esta información perturbó el ánimo de cada uno de ellos, por lo cual, con la intención de consolarlos, el Señor les reveló dónde pasarían el milenio. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis (S. Juan 14:1-3). Las siguientes declaraciones resumen lo que Jesús dijo:

  • En primer lugar, él iría a la “casa” de su Padre (que la Biblia dice que está en el cielo; véase Hebreos 1:3; 8:1) a fin de preparar un lugar para sus discípulos.
  • Luego, él retornaría a la tierra.
  • Cuando volviera, él tomaría a sus discípulos (y a nosotros) para que estuvieran con él.
  • Para que, finalmente, todos pudieran estar donde él está; es decir, en el cielo. Según el mismo Jesús, estaremos en el cielo con él después de su segunda venida, no en esta tierra.

Y hay más.

La separación de los justos y de los impíos

He encontrado que la mayoría de las personas que creen que los justos pasarán el milenio en esta tierra también creen que los impíos vivirán con ellos. La diferencia, dicen ellos, es que mientras hoy el mundo es gobernado por los impíos, después de la segunda venida de Cristo será gobernado por los justos.

El problema con esta interpretación es la siguiente: en ningún lugar del Nuevo Testamento se sugiere en absoluto que los justos y los impíos vivirán lado a lado después de la segunda venida de Cristo. Al contrario, Jesús dejó muy claro que los dos grupos estarán separados. En San Mateo 13:24-30, el Señor relató una parábola acerca de un labrador que sembró buena semilla en su campo, y luego una noche un enemigo esparció semillas de cizaña en todo el campo. Así es cómo Jesús interpretó esta parábola para sus discípulos: “De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (S. Mateo 13:40-43; la letra cursiva es agregada).

Las palabras en letra cursiva expresan claramente que en la segunda venida de Cristo los ángeles separarán a los impíos de los hijos de Dios.

Jesús enseñó la misma lección en la parábola de las ovejas y los cabritos: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (S. Mateo 25:31, 32). Jesús concluyó su parábola con esta declaración inequívoca: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (S. Mateo 25:46).

Si los impíos son separados de los hijos de Dios a la segunda venida de Cristo, no pueden al mismo tiempo convivir durante el milenio.

Un planeta devastado

La Biblia también dice que antes de la segunda venida de Cristo el mundo será devastado por terribles desastres naturales.

En Apocalipsis 7:3 y 4 leemos que los 144.000 justos vivirán en el mundo justo antes de la segunda venida de Cristo. El versículo tres dice que un ángel mandará a cuatro ángeles a que no hagan “daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos [los 144.000] de nuestro Dios”. Obviamente, una vez que los hijos de Dios sean sellados, la tierra, el mar y los árboles serán destruidos.

Y la tierra, el mar y los árboles forman parte del mismo sistema ecológico por el que hoy se preocupa la mayoría de los científicos. El Apocalipsis nos está diciendo que poco antes de la segunda venida de Cristo el mundo será devastado por desastres naturales terribles.

En Apocalipsis 6:12-14 leemos que el mundo será devastado por un terremoto global en la segunda venida de Cristo: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto... y todo monte y toda isla se removió de su lugar”. Este mismo terremoto es descrito en Apocalipsis 16:18: “Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra”. El versículo 20 agrega que “toda isla huyó, y los montes no fueron hallados”.

Se trata de un terremoto tan poderoso que pulverizará toda montaña y hará desaparecer las islas en el océano, dejando la tierra en la absoluta ruina. Pensemos en cómo quedaron las torres gemelas de Nueva York luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001. ¡El terremoto de la segunda venida de Cristo destruirá los rascacielos de todas las ciudades de la faz de la tierra!

Finalmente, Jesús mismo dijo que la tribulación previa a la segunda venida de Cristo será tan severa que “si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo” (S. Mateo 24:22). En otras palabras, la raza humana se extinguiría si Dios no limitara los desastres naturales en el mundo durante el conflicto final. La segunda venida de Cristo pondrá fin a estas calamidades, ¡pero nuestro planeta no será un lugar muy habitable!

Ahora, preguntémonos: ¿vivirán los hijos de Dios en un lugar que fue devastado por la segunda venida de Cristo? La respuesta es obvia: ¡No!

Qué dice el Apocalipsis

De hecho, el Apocalipsis dice exactamente lo contrario. La Biblia nos da cuatro visiones de los hijos de Dios luego de la segunda venida de Cristo, y cada una de ellas es del cielo, no de la tierra.

La primera visión, en el capítulo 7, es de “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero” (Apocalipsis 7:9; la cursiva es agregada).

Y notemos la condición ideal en la que su pueblo vivirá: “Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos... y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:16, 17). Nuevamente, ésta es una descripción de una vida perfecta en el cielo, ¡no una existencia entre los impíos en un planeta destruido!

La segunda visión del pueblo de Dios durante el milenio está en Apocalipsis 14:1, 3. Juan dice: “Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil... y cantaban un cántico nuevo delante del trono” (la cursiva es agregada). Nuevamente, los redimidos están delante del trono de Dios en el cielo, no en esta tierra.

La tercera visión, en Apocalipsis 15:2, nos muestra “a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio”. Apocalipsis 4:6 dice que “delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal”, lo cual significa que el mar de vidrio está en el cielo.

La contienda entre el pueblo de Dios y los poderes de la bestia terrenal (véase especialmente Apocalipsis 13) es el conflicto final entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal en nuestro planeta, y la escena de Apocalipsis 15 nos muestra quiénes han vencido “a la bestia y a su imagen”. Así, el conflicto entre el bien y el mal ha llegado a su fin. Los hijos de Dios están en el cielo delante del trono de Dios. Esto obviamente ocurre después de la segunda venida de Cristo, durante el milenio.

La visión final de los justos que vierte el Apocalipsis después de la segunda venida de Cristo, durante el milenio, está en el capítulo 19. Y aquí Juan lo dice claramente: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud [los justos] en el cielo” (Apocalipsis 19:1; la cursiva es agregada).

Así, la evidencia de la Escritura es muy clara: El pueblo de Dios estará separado de los impíos en la segunda venida de Cristo; y estará con Dios en el cielo, no viviendo con los malvados en un mundo devastado.

En la conclusión de la investigación acerca del milenio, todas las personas del grupo de estudio de la Biblia coincidieron en el punto más importante: Cada uno de nosotros queremos pasar el milenio con Jesús. Esto significa que debemos conocerlo hoy y comprometernos a mantener una relación con él hasta que vuelva.

Yo invito a cada lector de El Centinela a tener el mismo compromiso.


Marvin Moore es el editor de Signs of the Times®.

¿Dónde pasará usted el milenio?

por Marvin Moore
  
Tomado de El Centinela®
de Septiembre 2006