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DESPUÉS de haber terminado mi presentación acerca del Espíritu Santo, me dispuse a despedir a los que habían venido a adorar a Dios. Al final, un hermano de blanca barba me dijo: “Usted hizo mal”. Yo lo oí alarmado. “¿Qué hice mal?”, fue mi pregunta. “Usted prometió el Espíritu Santo ahora y él no vendrá hasta que haya una reforma”. “Bien —le dije—, ¿y cómo puedo reformarme sin el ministerio del Espíritu Santo? ¿Sabe usted?, mi problema espiritual necesita con urgencia el ministerio y el poder del Espíritu Santo ahora, y él está dispuesto a venir cuando uno lo necesita”.

Hay personas que a pesar de profesar la fe cristiana ignoran lo que la Escritura dice acerca del Espíritu Santo o que están confundidas acerca de:

  1. Su personalidad y divinidad.
  2. Su recepción y plenitud, o cómo llenarse de él.
  3. Su obra en relación con Cristo.
  4. Su obra en el creyente y a través del mismo.
  5. Su poder y autoridad.
  6. Su ministerio pedagógico y su señorío evangelizador.

La Palabra de Dios llama al Espíritu Santo Espíritu de Dios o el Espíritu de Jesucristo. El Espíritu estuvo asociado con Jesucristo en toda la trayectoria de su vida en la tierra. Jesucristo:

  1. Fue concebido por el Espíritu Santo.
  2. Fue bautizado por el Espíritu Santo.
  3. Venció la tentación por el Espíritu.
  4. Predicó y enseñó por el Espíritu.
  5. Hizo milagros por el Espíritu.
  6. Echó fuera demonios por el Espíritu Santo.
  7. Fue a la cruz por el Espíritu.
  8. Resucitó por el Espíritu.
  9. Dio mandamientos por el Espíritu.

La prominencia que se le da al Espíritu en toda la Biblia es digna de mención y con particularidad en el Nuevo Testamento, donde hay una ampliación más directa y abarcante de su persona y su obra. Así como el Espíritu estuvo conectado con la vida de Jesucristo, de la misma manera está relacionado con la iglesia en general y con el creyente en particular.

La frecuencia, la variedad y la riqueza de las referencias en torno al Espíritu en el Nuevo Testamento demandan una atención decidida, un examen cuidadoso, así como enriquecen nuestra vida en Cristo re-espiritualizándola.

El nacimiento, vida, muerte, resurrección y ascensión de Cristo tienen como objetivo ponernos en contacto con la persona poderosa del Espíritu.

Este Espíritu Santo es la garantía del triunfo del Evangelio en la tierra y el triunfo individual de cada creyente y de la iglesia cristiana. La proclamación del Evangelio de Cristo será acompañada por la manifestación del señorío poderoso del Espíritu. Pero el Espíritu ha sido ignorado en muchos púlpitos, minimizado en muchas iglesias y rechazado en otras como un falso pentecostalismo. Necesitamos predicar más, enseñar más, y orar más por el Espíritu de Cristo. Para confrontar el materialismo rampante que permea nuestra sociedad, así como el secularismo indiferente que predomina en muchos y la tibieza paralizante que traiciona la falta de pasión por Cristo y su causa, necesitamos imperativamente el concurso dinámico del Espíritu.

Esta doctrina del Espíritu es tan importante que sin ella la iglesia se cae, y su futuro se esfuma en la nada.

Analicemos someramente la obra del Espíritu.

El Ministerio Pedagógico del Espíritu Santo

“Mas el consolador (Abogado, Maestro, Ayudador), el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (S. Juan 14:26, la cursiva ha sido añadida).

El Señor Jesús nos entrega en este texto dos verdades categóricas e iluminadoras. Aquí encontramos singularizados dos ministerios fundamentales del Espíritu. Son ministerios pedagógicos de suma importancia para la iglesia en general y para el creyente en particular. El Espíritu es el otro Maestro, el que tomó el lugar de Jesucristo, quien fue, es y será el Maestro de todos los maestros.

En primer lugar, el Espíritu nos recuerda todo lo enseñado por Cristo y sus apóstoles. A éstos el Espíritu les recordó la vida y las enseñanzas de Jesús y ellos las escribieron. Así fue como llegó hasta nosotros el Nuevo Testamento. También el Espíritu trae a nuestra memoria lo que hemos aprendido de Jesús en los evangelios y en las cartas apostólicas. El Espíritu nos enseña y recuerda en dos niveles importantes:

  1. Nos enseña y recuerda en relación con el testimonio que damos a otros acerca de Jesús como Señor y Salvador.
  2. Nos enseña y recuerda en relación con nuestras necesidades personales y espirituales, fortaleciéndonos para mantenernos en la salvación.

A veces necesitamos una palabra animadora; en otras ocasiones necesitamos una inyección de gozo espiritual; a veces necesitamos paz y seguridad en Cristo o estamos urgidos de la palabra que vence la tentación y nos hace vencedores en Cristo.

Muchas veces no sabemos lo que una persona necesita oír, o no sabemos qué decir. Es en estos momentos críticos cuando necesitamos la sabiduría elocuente del Espíritu para tocar el corazón. Es obvia nuestra total dependencia del Espíritu en su servicio relevante por nuestro Salvador Jesús. Es el Espíritu el que hace eficaz el Evangelio de Cristo y su Palabra viviente.

Aprenda usted cada día un texto de la Palabra de Dios con la seguridad de que el Espíritu se lo recordará. Y por favor no diga “he perdido la memoria, no recuerdo nada”. El texto no dice que el Espíritu les recordará a los que tienen grandes facultades para recordar, sino que el Espíritu le recordará al creyente el texto oportuno para el momento o la circunstancia precisa. ¡Pruebe y verá que así es!

El Espíritu Enseñó Todas las Cosas

En el capítulo 16 del Evangelio de San Juan, Jesús sigue ampliando el ministerio pedagógico del Espíritu:

“Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío y os lo hará saber” (S. Juan 16:12-14, la cursiva es nuestra).

La promesa fue hecha primeramente a los apóstoles, pero con la finalidad de pasarla a todos los fieles de todos los tiempos. Es el privilegio de cada creyente ser enseñado directamente de Dios por su Espíritu. Está escrito que seríamos enseñados por Dios: “Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Así que todo aquel que oye del Padre, y aprendió, viene a mí” (S. Juan 6:45).

Los apóstoles escribieron para enseñarnos, pero su enseñanza era del Espíritu. Cuando usted aprende de la Palabra, de la Biblia, está aprendiendo directamente de Dios, porque el Espíritu es Dios. En el Espíritu tenemos al santo maestro de la Palabra; su enseñanza es santa pues lleva a la perfección de la santidad.

Para conocer la verdad, para conocer a Cristo Jesús y al Padre, necesitamos al Espíritu que guía a toda verdad.

“Él os revelará las cosas que han de venir”

Algunos dicen que no podemos saber nada del futuro. Pero el Espíritu es el revelador del futuro por medio de los profetas y la profecía. Conocer el futuro no es mera adivinación, sino parte del ministerio pedagógico del Espíritu. Hay indicadores inequívocos que señalan directamente hacia la culminación del plan de salvación y la Segunda Venida de Cristo.

La gran necesidad del cristiano del siglo XXI es una re-espiritualización, una revitalización y una resurrección bajo el ministerio del Espíritu.

Si el gran pecado de los cristianos consiste en no abrirse a la enseñanza y el poder del Espíritu, decidamos hoy abrir nuestro corazón al Espíritu y enfocarnos al estudio de Cristo, su obra y su Palabra.


El autor es dirigente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Norteamérica, en el área de evangelismo. Tiene un doctorado en Ministerio y colabora frecuentemente con EL CENTINELA.

Conociendo el EspĂ­ritu de Cristo

por Eradio Alonso
  
Tomado de El Centinela®
de Septiembre 2005