Número actual
 

¿Qué haría usted si lo perdiera todo?

A comienzos de octubre, 2008, Addie Polk, una anciana de 90 años, se disparó dos tiros al pecho mientras los comisarios del sheriff de Akron, Ohio, tocaban a su puerta para sacarla de su casa por no pagar la hipoteca. La Sra. Polk, viuda desde 2004, se llenó de angustia ante la posibilidad de perder su casa. Para cuando intentó suicidarse, el banco le había colocado más de 30 notas amenazantes en la puerta en el transcurso de varios meses.1

En Roosevelt, Nueva York, Lisa Brown y sus tres hijas tienen que abandonar su casa de alquiler porque el dueño no hizo los pagos. Más de veinte por ciento de las casas en desfalco son ocupadas por inquilinos.2 En Los Ángeles, Laura Guzmán y Alberto Guerra, hispanos nacidos en los Estados Unidos, han tenido que acudir al albergue Union Rescue Mission seis meses después de haber perdido ambos su empleo, ella su trabajo en una aerolínea, y él en el Aeropuerto Internacional de la ciudad. “Mi esposo ha buscado trabajo incansablemente en todas partes y no ha encontrado. A mí ya no me dan trabajo porque tengo ocho meses de embarazo”, declaró Laura.3

Alrededor del país millones de dueños de casa enfrentan la ansiedad de deber mucho más de lo que su casa vale. Los precios han caído estrepitosamente desde 2006, cuando registraron su mayor aumento. En Riverside County, California, hay 23.000 casas reposeídas por los bancos, y algunas se venden por bastante menos de la mitad de su precio anterior.4

Otro fenómeno provocado por la crisis de la vivienda en los Estados Unidos es el aumento de hogares multigeneracionales por el regreso de hijos casados a la casa de sus padres. En Omaha, Nebraska, se dio un caso diferente: una pareja con dos hijas se mudó a la casa del ex esposo de ella, quien los invitó a compartir su vivienda cuando se enteró de la situación difícil que atravesaban. La pareja ocupa el primer dormitorio, el ex esposo el segundo, y las niñas el tercero. La ventaja más obvia del nuevo arreglo es que las niñas ahora ven a su padre todos los días en vez de una vez a la semana.5

CÓMO NOS AFECTA LA CRISIS

¿Cuál es el efecto de esta marejada de malas noticias? ¿Qué sucede cuando una persona corre el peligro de perder su vivienda? ¿Cómo se sentiría usted o yo si lo perdiéramos todo?

Hay un costo humano conectado con cada crisis. Este costo puede analizarse en términos de reacciones comunes. El sentimiento que impera ante una crisis mayor como la de perder el empleo o la casa donde se vive es el temor. El temor tiene un efecto sumamente poderoso en el ser humano según su intensidad y duración. Existe el temor momentáneo y súbito que sentimos ante un peligro inminente, tal como un accidente, una confrontación fuerte, una situación difícil que se presenta sin previo aviso. Todo esto puede causar una reacción de estrés en nuestro cuerpo y mente. Existe también el temor prolongado, que suele ser de menor intensidad pero mucho más dañino para el organismo. La persona que sabe que podría perder algo tan básico como el lugar donde vive, siente un profundo desasosiego.

Otra de las reacciones comunes a un cambio drástico o su posibilidad es la confusión. Las familias que están perdiendo sus casas actualmente casi siempre sufren un periodo intenso de adaptación a una nueva situación. Usualmente han perdido uno o más empleos. Los bancos los inundan con reclamos y amenazas. La pregunta que se hacen es: ¿Qué será de nosotros ahora? ¿Cómo haremos para cubrir nuestros gastos? ¿Qué podemos hacer?

Hasta que estas preguntas sean contestadas, la persona se siente insegura, preocupada, con una sombra que revolotea sobre su cabeza como un pájaro de mal agüero. Si hay niños en la familia, la presión se multiplica varias veces. Se afecta el estado de ánimo, el apetito, la actitud hacia la vida misma. En el caso de Addie Polk, la desesperación la llevó a la expresión máxima del dolor: el deseo de poner fin a la vida.

Algunos deciden no hacer nada. Creen que la inacción hará que el problema desaparezca tarde o temprano. No es así. Como en casi cualquier situación en la vida, no es saludable postergar las acciones que pueden llevar a una solución. Los expertos aconsejan la comunicación pronta y clara con los bancos. Los bancos hipotecarios generalmente están dispuestos a ayudar a la persona con problemas para pagar por evitar los costos y la duración del proceso de reposesión.

¿QUÉ LECCIONES PODEMOS APRENDER DE LA CRISIS FINANCIERA?

En primer lugar, advierta que esta crisis fue inevitable. Quizá esta percepción no resuelva nuestro problema, pero puede ayudarnos a aceptar su existencia. No todos los días son soleados, excepto en muy pocos lugares. La avaricia que movió a los ejecutivos a aprobar hipotecas riesgosas y revenderlas alrededor del mundo, tarde o temprano iba a reventar como una burbuja de jabón. Los empleos perdidos y las dificultades que muchos viven hoy, son parte de los resultados.

Una lección obvia de esta crisis es la necesidad de prepararnos para los días difíciles. Podemos usar menos el crédito, ahorrar, esmerarnos en el trabajo, comenzar una empresa propia. A veces se necesita recurrir a ayuda profesional para reorganizar nuestras finanzas. Necesitamos aprender a reducir los gastos, a no comprar por capricho. Ni siquiera una necesidad real es una excusa para comprar algo que no podemos pagar.

Cuando se las descuida, las finanzas pueden convertirse en una esclavitud. Dios también desea librarnos de este tipo de opresión. El creyente necesita reconocer los peligros de las deudas y los gastos excesivos. Con la ayuda de Dios, podemos aprender a ser responsables y cuidadosos con nuestras finanzas. Él desea que tengamos una vida abundante, equilibrada, en la que aprendemos con su ayuda a tomar decisiones sabias y cuidadosas.

Debemos asegurarnos de mantener los problemas financieros dentro de su círculo. Cuando permitimos la recriminación y las discusiones interminables en el núcleo familiar, la crisis se torna personal y mucho más dolorosa.

Las situaciones desesperadas siempre nos enseñan algo. Entre otras cosas pueden mostrarnos cómo estamos equipados para la crisis, cuáles son nuestros recursos. También nos enseñan en quiénes podemos confiar, a valorar aquello que es realmente importante. Pregúntese, por ejemplo, ¿qué es más importante? ¿Su matrimonio y sus hijos, o su vivienda? ¿La salud o las posesiones? ¿El amor de sus seres queridos o el estatus social? La crisis a veces nos obliga a escoger.

En medio de una situación difícil, cuesta reconocer que estamos aprendiendo algo útil. Pero tarde o temprano, las condiciones cambiarán y tendremos la capacidad de analizar mejor lo que ocurrió y cómo afectará el resto de nuestra vida.

En situaciones normales no somos tan conscientes de nuestras acciones; la crisis nos obliga a reestudiar lo que hacemos y lo que somos. A veces se necesitan condiciones dramáticas para que la persona implemente cambios a nivel profundo. Cuando se pierden recursos importantes como una vivienda o un empleo, la persona queda en una condición vulnerable que le abre las puertas a otros recursos poderosos. Uno de ellos es la fe en Dios.

La persona que ha aprendido a confiar en Dios conoce otra dimensión de las cosas. Sabe reconocer la compañía divina en medio de la tragedia y el desencanto. La oración es una ayuda valiosísima en momentos de crisis. Nos permite acceso a la consolación de Dios por medio de su Santo Espíritu y nos da la oportunidad de verbalizar nuestras necesidades, de analizar nuestra situación y concentrar nuestros pensamientos.

Orar en momentos verdaderamente difíciles requiere perseverancia y la disposición de escuchar. Aquí no se trata de elevar dos o tres frases apuradas al cielo. Cuanto mayor es nuestra necesidad, mayor debe ser nuestra persistencia ante Dios. Ore y abra su mente a la realidad de una respuesta divina. Dios le hablará, ya sea por medio de su Palabra o por medio de impresiones. Aunque no escuche palabras específicas, él irá llenando su alma de certidumbre y de paz.

El apóstol Pablo escribió: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).

Este texto contiene un mensaje extraordinario para cualquier persona que enfrenta desafíos difíciles. Nos aconseja que no estemos “afanosos” (perturbados, preocupados), porque la preocupación de por sí no ofrece solución. Nos anima a acudir a Dios, la mayor fuente de consuelo y ayuda para el alma atribulada. Lea la Biblia, medite en ella, deje que la fuerza y la paz de la Palabra de Dios inunde sus pensamientos. Luego levántese y prepárese para enfrentar sus desafíos.

1http://www.cnn.com/2008/US/10/03/eviction.suicide.attempt/
2http://www.cnn.com/2009/US/03/23/landlord.foreclosure/index.html?iref=newssearch
3http://www.impre.com/laopinion/noticias/2009/4/8/situacion-inesperada-118356-1.html
4http://www.cnn.com/2009/LIVING/04/02/foreclosure.dream.homes/index.html?iref=newssearch
5http://www.cnn.com/2009/LIVING/04/02/update.economic.survivor/index.html?iref=newssearch


Puede enviar su pedido de oración al personal de EL CENTINELA. Todos los jueves oramos por sus peticiones. Véa el cupón en la página 15 o contáctenos a través de nuestra página, elcentinela.com.

Sin nada, con mucho

por Miguel Valdivia
  
Tomado de El Centinela®
de Julio 2009