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Se ha escrito mucho acerca de la segunda venida de Cristo, desde extensos tratados de teología, con fundamento bíblico, hasta libros que lindan con la ciencia ficción. A propósito de este género de la literatura, hace unos días leí por Internet un libro que se ocupa del tema desde la pura imaginación humana. Se trata de La última utopía, una versión ciertamente pintoresca de la venida del Señor.

Es la historia de un muchacho de Oaxaca, México, que en 2029 se siente llamado por Dios para salvar el mundo. A fin de cumplir su misión, deja a su mujer y se va al desierto de San Luis Potosí durante 40 días. Allí, Dios le revela que se viene una guerra atómica: “Tras el desenlace del Harmaguedón, Imani, el Hijo del Hombre [el joven en cuestión], inicia una revolución planetaria en contra de los poderosos de la tierra para refundar una nueva Humanidad y establecer la Paz Universal”. El personaje lucha primeramente por el poder en su propio país, hasta convertirse en presidente, y luego invade los Estados Unidos.

El libro no es una joya de la literatura, pero lo que le da valor es el diagnóstico que el joven autor hace del mundo en el que vive: “La última utopía viene a ser un compromiso por la paz, en momentos en que la esperanza de vivir como hermanos se ve pisoteada por quienes deberían ser ejemplo ante los ojos del mundo en vez de estar envueltos en la violencia . . . Hoy, la responsabilidad es grande, y este libro nace para todo aquel que sueña con un mundo mejor”.

Soñar con un mundo mejor a comienzos de este siglo parece cosa de ingenuos, porque jamás la humanidad ha sentido tanta ansiedad por el futuro como en nuestros días. A diferencia de los comienzos del siglo XX (ver p. 11), hoy la gente no tiene esperanza.

“Mami —dijo una niñita al acostarse—, me siento muy solita sin Jesús. ¿Cuándo va a volver?” Esa niña no imaginaba que su corazón expresaba el anhelo de los creyentes de todas las edades, y particularmente el deseo de mucha gente que vive en estos tiempos aciagos. Hoy, hay mucho dolor en el mundo, pero las palabras finales de la Biblia son muy alentadoras: “Ciertamente vengo en breve”. El ruego de la humanidad parece calcado del clamor de Juan: “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).

¡Ver a Jesús! ¡Ver el rostro de quien terminará con todos los sufrimientos terrenales! ¡Disfrutar la eternidad con nuestros amados resucitados que ahora descansan! No es de extrañar que sus amigos lo hayan esperado desde su ascensión hasta hoy.

Aunque aun para los santos su venida será una sorpresa, pues todos estarán dormidos por la demora (S. Mateo 25:5), un día Cristo volverá. A “medianoche”, a la hora más oscura de la historia, Dios manifestará su poder para liberar a su pueblo. La Escritura describe el acontecimiento con solemne dramatismo: “Salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: ¡Hecho está!”. Esta voz hace estremecer la tierra, causando “un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra” (Apocalipsis 16:17, 18). El planeta entero se sacude, las montañas tiemblan, los ríos salen de su cauce y la superficie terrestre se mueve como las olas de los océanos, abriéndose y tragándose “a las naciones . . . Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados” (vers. 19, 20).

A pesar del caos del mundo físico, el pueblo de Dios no temerá al ver “la señal del Hijo del Hombre” (S. Mateo 24:30). Cuando descienda de las nubes de los cielos, todo ojo verá al Príncipe de la vida. Viene, esta vez, no como varón de dolores, sino como un conquistador victorioso a reclamar a los suyos.

Esta es la esperanza que usted puede atesorar en su corazón en estos días inciertos.


El autor es editor asociado de El Centinela.

La segunda venida de Cristo

por Ricardo Bentancur
  
Tomado de El Centinela®
de Julio 2008