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Hoy día, con el agitado estilo de vida que obliga a ambos padres a tener más de un trabajo para sostener la familia, en tiempos de presiones económicas que amenazan con controlar cada momento de nuestras vidas, sentimos que el hogar, en vez de ser un remanso de unidad y paz, se ha convertido más bien en un lugar de tránsito en el que pasamos muy poco tiempo. Pareciera ser que su sagrado propósito de proporcionarnos bienestar y felicidad se viera opacado o disminuido por la falta de un tiempo de calidad.

¿Quién realmente goza de unidad familiar hoy en día? Todos deseamos tener unidad en la familia, pero ¿cómo lograrla? ¿Es posible lograrla en este tiempo tan agitado en que vivimos? En tiempos pasados, las familias estaban unidas por una gama de tareas y un estilo de vida que lo facilitaba. Las familias trabajaban juntas, comían juntas, se divertían juntas. Los familiares cercanos y lejanos vivían a una distancia bastante fácil de cubrir a caballo, carreta o aun a pie. Se veían y se visitaban con bastante frecuencia, a diferencia de nuestros días.

El plan de Dios para unir la familia

A fin de obtener respuestas a tan importantes preguntas es indispensable acudir a aquel que inventó la familia desde la misma creación, y proveyó el tiempo necesario para estar unidos entre sí y con él. Dios, quien instituyó la familia en el Jardín del Edén, proveyó esta bendición para preservar la unión familiar, una solución a la gran crisis que hoy está padeciendo el hogar moderno. Esta se encuentra en las Sagradas Escrituras, en el segundo capítulo del primer libro de la Santa Biblia: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos. El séptimo día concluyó Dios la obra que hizo, y reposó el séptimo día de todo cuanto había hecho. Entonces bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis 2:1-3 RV 1995).

¿Significa esto que Dios estaba cansado y necesitaba reposo? ¡Ciertamente no! Dios no se cansa como el ser humano. Para entenderlo mejor vayamos al significado de la palabra Shabat o sábado. Esta palabra viene del verbo en hebreo (shabat), que no significa que Dios tomó un descanso para recuperar sus energías, sino que sencillamente cesó su obra creadora.

Posteriormente, y sabiendo que el hombre tiene la tendencia a olvidar, escribió con su propio dedo las palabras que se encuentran en los Diez Mandamientos, y que hasta el día de hoy son válidas. De esos diez preceptos, hay uno que nos ayuda en forma tangible a tener familias unidas y saludables. Ese concepto lo encontramos bien establecido en el cuarto mandamiento de la Ley de Dios: “Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó” (Éxodo 20:8-11, RV 1995).

El plan de Dios para renovar la salud en la familia

En su infinita sabiduría, Dios estableció este día para recordarlo y reconocerlo como el creador de todo lo que existe en nuestro universo. Un día en que unidos lo adoremos y le rindamos culto. Un día en el cual descansemos de todas nuestras tareas cotidianas, y nuestros cuerpos puedan relajarse y se renueven nuestras energías. Se han efectuado estudios científicos que comprueban que un día de descanso semanal es esencial para gozar de buena salud, no solo física sino también mental y espiritual.

El escritor Richard Exley declara: “En nuestra cultura el trabajo ha llegado a ser un dios. Es el factor preeminente en la organización de la vida humana y el establecimiento de la identidad personal. Domina de tal manera la vida de las personas que hay muy poco tiempo para ellos o sus familias. El sábado de Dios es la respuesta… Está diseñado para protegernos de los peligros del agotamiento físico, el estrés psicológico y la alienación interpersonal que resulta de la idolatría y la sobre identificación con el trabajo” (The Rhythm of Life [El ritmo de la vida], Tulsa Oklahoma, Honor Books, p. 73).

El descanso que los seres humanos necesitan puede ser variado. Para los que trabajan en la construcción, en jardinería, en fábricas o talleres, donde se realiza esfuerzo físico, descansar podría ser la lectura de un buen libro, escuchar buena música, dormir horas extras, o sencillamente quedarse sentado en un sillón cómodo. Para aquellos cuyo trabajo es intelectual, salir al campo, escalar una montaña, andar en bicicleta, jugar al fútbol o realizar alguna otra actividad deportiva, podría entenderse como descanso. Pero todas estas actividades se relacionan únicamente con el descanso físico, y bien convendría que pensáramos también en los beneficios del descanso mental, social y espiritual. Aquí es donde el Señor guarda sus mayores bendiciones para que la familia disfrute. Cada sábado debiéramos levantarnos, asearnos y prepararnos para ir al templo, acompañado de toda la familia; para participar en el culto de adoración a Dios; es decir, cantar, orar y participar en el estudio de la Palabra de Dios. Esto bajará el nivel de estrés, elevará nuestros pensamientos, alimentará nuestro espíritu y desarrollará nuestra salud mental, recreando en nosotros todas nuestras energías corporales.

Es bueno y conveniente disfrutar una sana comida con una interesante conversación de sobremesa con la familia, escuchar música elevadora, y por la tarde salir al campo a fin de contemplar las lecciones que la naturaleza guarda para nosotros, o hacer visitación a personas menos afortunadas que tengan a bien recibirnos con el propósito de compartir con ellos nuestras bendiciones y momentos de sana alegría. Esto hará del sábado una bendición positiva y fomentará la restauración de todas nuestras facultades.

Nunca el uso del tabaco, del alcohol, las drogas, el abuso del café y otras bebidas traerán el descanso que el cuerpo necesita. Estos son solamente recursos artificiales que nos engañan y esclavizan, que a larga nos hacen caer en enfermedades que cobrarán un alto precio en materia de salud.

El plan de Dios para fortalecer los valores de la familia

Los principios anteriormente mencionados sientan la base para tener familias fuertes, saludables, con valores que transmitidos a nuestros hijos, contribuyan a formar no solo familias estables y robustas, sino también sociedades sanas que no se corrompan con el crimen, la injusticia, el abuso y la decadencia social. Las familias modernas carecen de valores, porque estos han sido deteriorados, y en algunos casos hasta eliminados. Se ha olvidado que la familia es la escuela donde los hijos aprenden la manera en que deberán conducir sus vidas cuando salgan del hogar de sus padres para formar el suyo.

Uno de los valores más importantes que debiera practicarse en el día de reposo es la lectura de la Biblia en familia, el canto y la oración. Si la familia fue instituida por Dios y él estableció el sábado como el día de la unidad de ésta con él, entonces en ese día la presencia de Dios debe estar con la familia. En vez de ello, en no pocas familias, la presencia de Hollywood deja mensajes que arruinan los verdaderos valores que preservan la unidad de la familia y la felicidad a la cual todos tenemos el legítimo derecho. El divorcio, el adulterio, el crimen, la violencia, el sexo explícito y toda clase de aberraciones morales, golpean incesantemente las mentes y la moral de la familia, destruyendo los valores éticos y espirituales que preservan su bienestar. Todas estas enseñanzas parecieran ser dejadas a la interpretación del humanismo y el relativismo, que lejos de edificar nuestros hogares, los destruyen.

El sábado como día de reposo proporciona un tiempo especial cuando la familia entera tiene la oportunidad de elevar sus pensamientos en adoración a Dios y promover los más elevados valores que los padres necesitan enseñar a los hijos en el hogar. A través del ejemplo y por medio del precepto, los hijos aprenderán: la dignidad, la honestidad, la responsabilidad, la veracidad, el servicio, la fidelidad, la justicia, la generosidad, la paciencia, la bondad, la lealtad, la gratitud, la honradez y, el perdón. También aprenderán la solidaridad, la prudencia, la templanza, el respeto, la tolerancia, la misericordia, la sinceridad, la abnegación, la obediencia, el pudor, el respeto a la mujer, la compasión, la religiosidad, la hospitalidad, el amor conyugal y a la familia.

En fin, el día de la unión familiar, cuando nos unimos no solamente con los miembros de nuestra familia sino también con los de la familia de Dios, es el sábado, el séptimo día de la semana. Ese día fue apartado y santificado para que la familia pueda disfrutar de manera especial un tiempo sagrado de restauración de las energías físicas, mentales, sociales y espirituales. Es un día cuando adoramos a Dios porque es nuestro Salvador y Sustentador y el Salvador y el sustentador de la familia.

Querido lector, ponga en práctica en su vida de familia este principio y verá que su hogar se unirá como nunca antes, y los valores olvidados cobrarán vida y enriquecerán sus relaciones entre esposo y esposa, padres e hijos, e incluso con todos nuestro semejantes. Entonces su hogar será un pedacito de cielo aquí en la Tierra. Y al llegar a ser ciudadanos de la nueva Tierra, nos gozaremos adorando a nuestro Dios y Creador por toda la eternidad, como lo señala el profeta Isaías en el capítulo 66 y en los versículos 22 y 23.


Adly C. de Campos es colaboradora de El Centinela, evangelista y presidenta del ministerio Bienestar Familiar Internacional, fundado en 1992.

Un día de unión familiar

por Adly Campos
  
Tomado de El Centinela®
de Mayo 2009