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¿Es posible prevenir las enfermedades cardiovasculares?

Puesto que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en el mundo occidental, cabe la pregunta: ¿hasta qué punto pueden prevenirse?

Primeramente debiéramos entender qué son las enfermedades cardiovasculares.

Naturalmente, son todas las que afectan cualquier parte del sistema cardiovascular: el corazón —órgano central del sistema circulatorio, que con sus latidos impulsa la corriente sanguínea que lleva la vida a todo el cuerpo, nutriendo, oxigenando y sustentando todas las funciones vitales del organismo— y las arterias, los capilares y las venas, por los cuales fluye la sangre.

Con toda razón, Salomón nos dejó un sabio consejo escrito en sus Proverbios: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23). Ocurre que para que el corazón lata necesita nutrirse y también oxigenarse. Su nutrición viene del aparato digestivo y su oxigenación de los pulmones. De aquí se desprende la importancia que tiene lo que comemos, lo que bebemos y lo que respiramos en la función y en la salud del sistema cardiovascular. En otras palabras, es fundamental el estilo de vida que tenemos.

El corazón no se nutre directamente de la sangre que circula por sus cuatro cavidades, sino con la que irriga su miocardio, o músculo cardíaco, a través de dos arterias pequeñas pero de vital importancia: las arterias coronarias derecha e izquierda.

Diversas enfermedades pueden afectar el aparato circulatorio. Pueden ser congénitas o adquiridas, infecciosas o degenerativas, miocárdicas o valvulares, arteriales o venosas, pero, no cabe ya ninguna duda, que es la arteriosclerosis coronaria la principal causa de muerte en la mayor parte del mundo occidental.

La gran pregunta es: ¿Cuál es la causa de la arteriosclerosis, que puede afectar también las arterias cerebrales, produciendo un accidente cerebro-vascular —llamado derrame o embolia— que puede terminar en hemiplejia —parálisis de medio cuerpo— o la muerte?

Luego del “Estudio del corazón de Framingham” (Framingham Heart Study), una investigación que consistió en la observación de miles de habitantes de la ciudad de Framingham, Massachusetts, durante más de 50 años, y que correlacionó diversos aspectos de la condición física y el estilo de vida de las personas con la incidencia de accidentes cardiovasculares, ahora podemos enumerar al menos siete factores de riesgo: 1) El hábito de fumar, 2) la hipertensión arterial, 3) las dislipemias, 4) la diabetes, 5) el sedentarismo, 6) la obesidad y 7) el estrés.

Contestando la pregunta del epígrafe de este artículo, ¿es posible la prevención de las enfermedades cardiovasculares? Ahora podemos decir que ¡sí es posible!

  1. Es posible dejar de fumar. Miles de personas, hombres y mujeres, dejan de fumar cada año en todo el mundo, apoyados por el Plan de cinco días para dejar de fumar que realiza frecuentemente la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

    Si usted todavía fuma y quiere dejar de hacerlo para proteger su corazón, sus pulmones, su salud y su vida, averigüe cuándo se ofrecerá el próximo Plan de cinco días para dejar de fumar en su localidad. Asista cada noche a las reuniones y recibirá información científica para lograr la desintoxicación fisiológica de ese alcaloide tan adictivo, la nicotina.


  2. Es posible controlar la hipertensión arterial. Controle con frecuencia su presión arterial y, si está elevada, consulte a su médico. Hoy existen medicamentos muy efectivos para reducir la presión arterial a sus niveles normales. También le ayudará el ejercicio, como una caminata en forma regular, y el consumo de una dieta sin mucha sal.


  3. Es posible controlar las dislipemias. Las dislipemias son alteraciones en la calidad y cantidad de los lípidos sanguíneos: el colesterol, los triglicéridos, las lipoproteínas y las apolipoproteínas.

    En su próxima cita médica solicite un examen de sangre que analice sus lípidos sanguíneos y luego consulte a un profesional. Recuerde que si su nivel de colesterol en la sangre está elevado, usted puede hacer una dieta baja en colesterol o totalmente sin colesterol. Consuma frutas, verduras, hortalizas, legumbres y cereales, y absténgase de los alimentos que contienen o producen colesterol: las carnes, las grasas, los huevos, particularmente la yema, y los derivados grasos de la leche, como la mantequilla, la crema y algunos quesos. Si a pesar de una alimentación adecuada y de la práctica del ejercicio físico, su colesterol se mantiene elevado, su médico podrá prescribirle medicamentos de probada eficiencia para reducir el colesterol a cifras normales.


  4. La diabetes también es controlable. Si un análisis de sangre efectuado en ayunas mostrara hiperglicemia, es decir, cifras de glucosa por encima de lo normal, consulte a su médico. Hay medicamentos inyectables como la insulina y otros orales que, junto con una dieta adecuada, sin exceso de azúcar o grasas, pueden normalizar totalmente su nivel de azúcar en la sangre. La diabetes que se mantiene controlada con un adecuado tratamiento deja de ser un factor de riesgo cardiovascular.


  5. El sedentarismo, por supuesto, también es corregible. El cambio de la vida sedentaria consiste simplemente en comenzar a hacer ejercicio físico. Hay un acuerdo general entre los cardiólogos del mundo de que la forma de ejercicio más adecuada para el público en general es la caminata (no menor de 30 minutos cada día). Hay varias razones para ello: la caminata es la forma de ejercicio que tiene menos riesgo, porque es un ejercicio de bajo impacto. Es la que más fácilmente se incorpora al estilo de vida de todas las personas (recordemos que las buenas costumbres también crean hábito), y es la que produce a largo plazo los mejores resultados.

    Para la salud cardiovascular, los beneficios del ejercicio físico podrían resumirse en pocos puntos: a) aumenta la oxigenación cardiaca y cerebral, b) disminuye la adhesividad plaquetaria, c) aumenta la capacidad fibrinolítica del plasma, reduciendo así el riesgo de trombosis (formación de coágulos intravasculares), d) aumenta la síntesis de lipoproteínas de alta densidad (colesterol bueno), que cumplen la función de extraer el colesterol de sus depósitos vasculares y transportarlo al hígado para eliminarlo en forma de ácidos biliares, e) aumenta la producción de beta-endorfinas por parte del hipotálamo, que tienen un efecto analgésico y euforizante 200 veces más efectivo que la morfina, pero sin efecto tóxico alguno, f) disminuye el exceso de peso corporal, al quemar grasas acumuladas, y g) descarga el estrés por la vía neuromuscular, evitando que se descargue por la vía visceral y produzca espasmos vasculares, úlceras u otros problemas.


  6. La obesidad es tratable. La obesidad, al igual que el uso del tabaco, es un factor de riesgo común, tanto para las enfermedades cardiovasculares como para el cáncer, en especial para el cáncer de seno en la mujer y el de colon en ambos sexos.

    Definidamente, el peso corporal depende del equilibrio entre las calorías que comemos con el alimento y las que quemamos con el ejercicio. Este factor de riesgo, para ser corregido, demanda un cambio profundo, saludable y permanente en el estilo de vida de la persona obesa. Este cambio consiste en comer menos calorías, consumir en abundancia frutas y verduras, y abstenerse de las calorías vacías, como las grasas, las pastas, los dulces y el azúcar. Al mismo tiempo debe quemar más calorías, haciendo caminatas seis días por semana, que aumenten en tiempo hasta llegar a una hora, procurando alcanzar cada semana distancias mayores.


  7. El estrés es controlable. La pregunta es: ¿Cómo controlar el estrés, factor de riesgo tanto cardiovascular como de muchas otras patologías, entre ellas las úlceras del tubo digestivo? Yo diría que aprendiendo de quienes lo lograron, alcanzando la paz aun en medio de la tormenta, y el gozo aun en medio del dolor.

    Para ello, no hay nada mejor que escuchar, al igual que los discípulos de Cristo que se sentían solos y aterrados en medio de las aguas agitadas del Mar de Galilea, la voz del Maestro: “Tened ánimo; yo soy, no temáis” (S. Mateo 14:27).

    Sí, de veras, hay tratamiento eficaz para el estrés. Pero no consiste en tomar medicamentos del tipo de las psicodrogas: ansiolíticos, hipnóticos o antidepresivos. Consiste en reconocer que como seres humanos todos somos criaturas de Dios, pero que para “ser hechos hijos de Dios” (S. Juan 1:12) tenemos que dejarnos conducir “por el Espíritu de Dios” (Romanos 8:14). Entonces, ¡qué maravilla!, el fruto del Espíritu, que “es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22, 23), madurará en nuestras vidas, y nos curará del estrés fruto de la ansiedad, el miedo, el egoísmo, el rencor y el descontento.

El doctor Pedro Tabuenca es cardiocirujano de vastísima experiencia, fundador de la Facultad de Medicina de la Universidad Adventista del Plata, y escribe desde Villa Libertador San Martín, Entre Ríos, Argentina.

Corazón Sano

por Pedro Tabuenca
  
Tomado de El Centinela®
de Abril 2006