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Transcribo a continuación una noticia de un diario en Belgrado, bajo el título “Una pareja se divorcia tras descubrir que flirteaban entre ellos en la red”. Los hechos ocurrieron en Zenica, una ciudad de la región central de Bosnia. Leamos:

“Se conocieron por Internet. Estaban hartos de sus respectivos matrimonios y se dedicaron a intercambiar mensajes, a seducir. Él la llamaba Azúcar; él era el Príncipe de la Satisfacción. ¿Cuánto tiempo estuvieron así? No se sabe. Lo cierto es que un día decidieron verse las caras, conocerse. La relación era seria y tenían que dar el siguiente paso. Así que se citaron. Se arreglaron para el encuentro y se presentaron en el lugar convenido. Y ahí llegó el horror: ella era su mujer; él era su esposo.

“¿Qué sucedió después? ¿Qué ocurrió cuando Azúcar y el Príncipe de la Satisfacción se dieron cuenta de que la persona con la que habían estado flirteando en la red era la misma con la que dormían todas las noches? ¿La persona con la que ya no podían convivir? Se divorciaron. Nunca en su vida se habían llamado más que por sus nombres, pero en la red se comportaban como quinceañeros. En casa discutían, pero en Internet eran idílicos. Puede ser incluso que en la vida real se detestaran, pero ante el periodista del Zabavnik declararon que no podían imaginarse la vida sin los mensajes del otro. De manera que solo podían divorciarse. Los dos se acusaron de infidelidad.

El periodista de Zabavnik remató su artículo preguntándose por qué una pareja puede llevarse bien por Internet y mal ‘sin el ordenador’. El reportero debería saber que no se trataba de la misma pareja”.1

¿Cómo es posible que dos personas que un día unieron sus vidas con ojos brillantes y esperanzados, hoy persiguen una fantasía a expensas de su matrimonio?

El Internet ha transformado las relaciones humanas, y quizá uno de sus rasgos más fascinantes es la manera en que permite que la persona construya una imagen idealizada de sí misma, protegida por una total anonimidad. Permite, por medio de palabras y fotos participar en una relación virtual que puede llegar a ser tan intensa como cualquier relación real.

El Internet no va a convertirse súbitamente en la primera causa de los divorcios. Otros asuntos producen roces mucho más comunes y más serios, tales como la infidelidad, el abuso o la adicción, el manejo del dinero, la carrera, la falta de comunicación y la incompatibilidad. Todo esto se complica aun más cuando los miembros de la pareja no están genuinamente dedicados a mantener intacto el matrimonio.

No es difícil deducir que el problema a la raíz del fracaso de la pareja enamorada por Internet es que no se comunicaban románticamente fuera del mundo virtual. Y son muchas las parejas que apenas dedican tiempo a interacciones genuinamente románticas. Hablan de todo menos de su atracción mutua, y sus muchas actividades y/o áreas de interés, compartidas o no, ahogan las posibilidades de comunicarse a un nivel íntimo.

Algunos expertos se atreven a decir que causas notorias del divorcio, tales como el adulterio, son más bien un síntoma del distanciamiento entre esposos que la causa del mismo.2 Las parejas que sobreviven son aquellas que aprenden a relacionarse como amigos a lo largo de la vida. Si ambos cónyuges o cualquiera de los dos carecen de la inclinación o la habilidad básica para desarrollar esta amistad profunda, es difícil que el matrimonio tenga éxito.

Hay factores específicos que influyen sobre el bienestar de la pareja.

  • La calidad del noviazgo puede predecir en gran medida la situación de la pareja en el matrimonio. Los problemas que se desarrollan antes del matrimonio generalmente no desaparecen con la boda y a menudo se convierten en causas del divorcio más adelante.
  • Vivir juntos sin casarse resulta en mayor proporción de divorcios.
  • La familia de origen de la persona a veces predice la calidad del matrimonio que tendrá, porque en la familia se aprenden elementos importantes para la vida de adultos, tales como los valores, la manera de relacionarnos y cómo tratar a personas del sexo opuesto.

Aunque muchas parejas requieren la ayuda de un profesional para restaurar las conexiones necesarias, he aquí algunas ideas generales que brotan del consejo de expertos y de la experiencia personal.

1. No renuncie al enamoramiento. Si algún día estuvo enamorado(a) de su cónyuge, sabrá cómo las emociones despertadas creaban en usted los deseos de conversar, de pasar tiempo juntos, de disfrutar de actos íntimos, de admirar y proteger. Todo esto es algo natural para aquel que está enamorado. Las parejas más felices son las que permanecen enamoradas.

2. Establezcan un “banco de amor”.3 Casi todo lo que una persona casada hace afecta a su cónyuge de una manera positiva o negativa. Cada persona lleva en su mundo de emociones un “banco de amor” que le permite llevar cuenta de la manera en que otros la tratan. Cuando usted asocia a alguien con emociones y experiencias positivas, está haciendo un depósito en el “banco de amor”. Cuando el banco de amor llega a cierto nivel de depósitos, se despierta el amor romántico. Cuando su “cuenta” desciende bajo el nivel clave, se pierde la emoción del amor.

De manera similar, las emociones nos animan a apartarnos de aquellos que nos hacen infelices. Cuando asociamos a una persona con sentimientos negativos, hacemos retiros del banco de amor. Si usted retira más que lo que deposita en su banco de amor, su cuenta podría descender a una condición de deuda. Cuando esto sucede, el amor se transforma en odio.

3. Preocúpese por las necesidades emocionales de su pareja. Para mantenerse juntos y enamorados, cada cónyuge debe aprender a satisfacer las necesidades emocionales de su pareja. Las necesidades de cada cónyuge pueden diferir, pero es importante que advirtamos qué es lo que la otra persona necesita, ya sea aceptación, admiración, protección, seguridad, compañía, etc.

4. Dedique tiempo a su cónyuge. Para enterarnos de cuáles son las necesidades emocionales más importantes para nuestro cónyuge, es esencial pasar tiempo juntos: tiempo de calidad, atención total y completa. Este tiempo debe emplearse en satisfacer las necesidades emocionales de ambos, en conversación y en actividades recreativas e íntimas. Este trozo de tiempo para los cónyuges debe ser sustancial, quince o más horas por semana,4 y no se refiere al tiempo que uno pasa frente a la televisión mientras el otro cocina o hace cualquier otra cosa. Esta inversión de tiempo es lo que permitirá atender y fortalecer los elementos importantes en la relación. Al igual que el tiempo que pasamos en comunión con Dios, el tiempo con su cónyuge debe ser algo sagrado.

5. No deje que entre la discordia. Todos nosotros nacemos con una medida importante de egoísmo, indiferencia hacia los demás y mal genio o impaciencia. Son rasgos humanos que se tornan en tendencias destructivas. Cada vez que permitimos la expresión de estos rasgos negativos y egoístas, causamos la infelicidad de nuestra pareja.

Un principio importante en el matrimonio es la honestidad. Esto implica que se debe revelar todo lo que uno conoce sobre sí mismo. Esto hará que la pareja se acerque más emocionalmente e impedirá que uno o ambos desarrollen hábitos perjudiciales para la relación.

6. Permita que Dios influya en su matrimonio. La consejería matrimonial que ignora el poder de la fe para superar los conflictos en el hogar no está aprovechando un importante recurso. He aquí algunos conceptos bíblicos que pueden ayudar muchísimo a toda pareja que acuda a Dios como la base de apoyo en su relación.

  • La presencia de Dios es indispensable. “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Salmo 127:1).
  • El amor es indispensable. “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios… El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:7, 8; leer también 1 Corintios 13).
  • El matrimonio tiene primacía sobre la relación con los familiares. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).
  • La unión del matrimonio es sagrada. “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (S. Mateo 19:6).
  • La gozosa expresión sexual del amor entre esposos es un plan divino: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla” (Hebreos 13:4).
  • La fidelidad es indispensable. “No cometerás adulterio” (Éxodo 20:14).
  • Los hijos son una bendición de Dios. “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre” (Salmo 127:3).

Cuando damos lugar en nuestra mente a las sabias enseñanzas de la Palabra de Dios, y pedimos su ayuda en oración para encontrar solución a los desafíos del matrimonio, tendremos una posibilidad mayor de permanecer unidos. No dejemos que el éxito de nuestro matrimonio quede librado a la suerte, las estadísticas ni a las relaciones virtuales por Internet; con la ayuda de Dios podemos convertirnos en parejas felices.


El autor es director de EL CENTINELA. Si desea obtener materiales sobre cómo fortalecer su matrimonio, puede escribir a esta editorial, ver página 5, o contactarnos por Internet a: www.elcentinela.com.

1http://www.absurddiari.com/s/llegir.php?llegir=llegir&ref=13597.2Ver www.divorcereform.org/rates.3Ver www.marriagebuilders.com.4Ibíd.

La fantasía y la realidad en el matrimonio

por Miguel A. Valdivia
  
Tomado de El Centinela®
de Febrero 2008
  

ESTADÍSTICAS DEL DIVORCIO EN LOS ESTADOS UNIDOS


  • En 2000, el último año disponible para estas estadísticas de parte del Buró del Censo de los Estados Unidos, se casaron 2.366.623 personas y se divorciaron 957.200.
  • La proporción de matrimonios contraidos hoy que se divorciarán dentro de 15 años o menos es de 43 por ciento.
  • Alrededor de 50 por ciento de los primeros matrimonios de hombres menores de 45 años de edad, y entre el 44 y el 52 por ciento de los primeros matrimonios de mujeres de edad similar terminan en divorcio.
  • La proporción de divorcio es menor entre hombres y mujeres de 60 años, ya que solo el 36 por ciento de los hombres y el 32 por ciento de las mujeres de esa edad terminan en el divorcio.
  • Entre 1970 y 1996, el número de personas divorciadas se cuadruplicó.
  • Un 10 por ciento de todos los norteamericanos adultos se ha divorciado y no se ha vuelto a casar.
  • Los matrimonios son más susceptibles al divorcio durante los primeros años. Después de 5 años, 10 por ciento de los matrimonios se divorcia. Otro 5 por ciento se divorcia a los 10 años de casados, y a los 18 años de casados, un 30 por ciento de las parejas se divorcia.
  • Las parejas que viven juntas antes de casarse tienen un riesgo dos veces mayor de divorciarse en los primeros 5 años que las que no viven juntas. Después de 10 años de casadas, un 62 por ciento de las parejas que vivieron juntas antes de casarse recurre al divorcio.

Ver www.divorcereform.org/rates.html