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Cuando tenía 15 años de edad, Doris Glaspy asistió a un programa vespertino en su iglesia y vio a un joven que inmediatamente le resultó atractivo. Esta emoción la tomó desprevenida, porque a ella le interesaban los libros, no los chicos. “Tenía puesto un suéter rojo de cuello en V y lo noté enseguida”. Sus amigas la animaron a enviarle una nota que decía “te veo afuera”. Eso era un gran atrevimiento para una adolescente tímida del sur. Él aceptó la invitación y se sentaron afuera para conversar. Le preguntó si podía ir a visitarla en casa, pero ella le explicó que sus padres no le permitían tener “amigos” hasta los 16. Se comunicaron por carta hasta que Doris tuvo edad suficiente para tener novio. Aunque Jay Glaspy ahora está jubilado y ha estado casado con Doris durante cinco décadas, recuerda vívidamente la primera vez que habló con su futura esposa. “El amor y la emoción que sentí al conocerla era algo inexplicable; era como estar en las nubes”. Cincuenta años después, dice: “De sólo pensarlo me dan escalofríos”.

Jay y Doris Glaspy son un ejemplo maravilloso de personas que se casan para bien, no para mal; de matrimonios que duran toda la vida, que son satisfactorios, enriquecedores y una fuente fecunda de gozo repetible. Un matrimonio que anda bien significa una vida llena de esperanza, emociones y felicidad compartida con el cónyuge. He aquí algunos consejos sobre cómo proteger su hogar contra el divorcio y asegurarse de que su relación se mantiene saludable y vital a lo largo de los años.

  1. Alimente la dimensión espiritual de su matrimonio. “Tuvimos a Dios en nuestra vida y nos mantuvimos concentrados en eso”, dice Jay Glaspy de su matrimonio de éxito. Para nutrir la dimensión espiritual de su matrimonio, hagan el hábito de asistir juntos a la iglesia, estudiar la Biblia juntos, y orar ferviente y frecuentemente el uno por el otro. También significa aplicar en su relación los muchos pasajes de las Escrituras que nos animan a ser gente amable, compasiva, gentil y amorosa. Dénle forma a su vida juntos en base a los varios textos que nos piden que seamos auténticos. Siga el consejo bíblico de tratar a su cónyuge honrosamente: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros” (Romanos 12:10). Escuche cuando la Biblia lo exhorta a crecer en el amor: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:24). Aplique la enseñanza bíblica de vivir en paz y respeto mutuo (ver Romanos 14:19). Practique la vocación cristiana de la humildad en su matrimonio: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3).

  2. Haga de su relación la mayor prioridad. Incluso aquellos matrimonios que parecen haberse formado en el cielo requerirán atención y mantenimiento. No dé por sentada la relación. No permita que las actividades externas –por exigentes que sean— infrinjan sobre la prioridad de su matrimonio. Demasiadas parejas colocan inadvertidamente sus mayores energías en asuntos de trabajo, responsabilidades paternales, presiones de familiares y actividades voluntarias. Aunque la carrera, los hijos, las responsabilidades familiares y cívicas son asuntos importantes, las parejas tienen que buscar el equilibrio correcto entre la atención que se dedican a sí mismas y la dedicada a toda otra actividad. Si no se las vigila, hay un sinnúmero de actividades que pueden robarles el tiempo a los cónyuges.

  3. Sea el mejor amigo de su cónyuge. Los autores Jeanette C. Lauer y Robert H. Lauer encuestaron a 351 parejas, que habían estado casadas, para su libro Til Death Do Us Part, (Hasta que la muerte nos separe). Tenían el propósito de determinar aquello que hace que un matrimonio no sólo perdure, sino que sea feliz. De aquellas que respondieron, 300 parejas dijeron que eran felices en el matrimonio. Parte del cuestionario les preguntaba que seleccionaran de entre 39 factores y los colocaran en orden de importancia para señalar qué es lo que hacía que su matrimonio fuese dichoso y duradero. Cerca del 90 por ciento de los esposos y esposas colocaron la misma declaración en primer lugar: “Mi cónyuge es mi mejor amigo/a”. Esa amistad íntima y continua trae consigo los elementos de la confianza, la preocupación por el otro, la confidencialidad, la expresión de los sentimientos y pensamientos más profundos, la atención respetuosa y la diversión mutua.

  4. Sea pronto/a para perdonar. Este es un principio bíblico que se destaca muchas veces en las Escrituras. El apóstol Pablo escribe: “Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32). El perdón es esencial para sanar las heridas en una relación. “Un matrimonio feliz es la unión de dos buenos perdonadores”, señala el autor Robert Quillen. Sin el bálsamo del perdón, ambos socios resultan heridos y abrumados. “Cuando usted decide sentir ira hacia su cónyuge, edifica un muro a su alrededor”, dice Phillip C. McGraw, en su libro Relationship Rescue (El rescate de una relación). “Usted queda atrapado en un complejo emocional de tal dolor y agonía que la energía negativa comienza a dominar toda su vida. Su resentimiento puede llegar a ser tan dominante, que expulsa del corazón todo otro sentimiento. Además, estas emociones no se dirigen únicamente hacia su cónyuge. La amargura y la ira son fuerzas tan poderosas que una vez que entran en su corazón, cambian toda su personalidad . . . la única vía de escape es el perdón: escoger la posición moral más elevada y perdonar a la persona que le hizo daño”.

  5. No tome en cuenta los pequeños descuidos o irritaciones. Evite levantarse en pie de batalla por cada descuido o motivo de irritación de parte de su cónyuge. Seleccione con cuidado aquello que vale la pena discutir y resolver. La futura suegra de Ruth Bader Ginsburg –uno de los jueces del Tribunal Supremo de los Estados Unidos— le aconsejó tal cosa a su nuera. Como resultado, ésta gozó de una exitosa carrera y de un matrimonio altamente satisfactorio que ha durado más de 50 años. En junio de 1954, Ruth se disponía a casarse con Marty Ginsburg. La mañana del día de bodas, la madre de Marty le dijo a Ruth: “En todo matrimonio vale la pena hacerse un poquito el sordo”, y le colocó en las manos un par de tapones de oído. Ruth Bader Ginsburg puso en práctica el consejo de su suegra y dice: “Mi suegra simplemente me quiso decir esto: a veces la gente dice cosas pesadas o descuidadas. Cuando hacen tal cosa, es mejor no escuchar muy bien, sintonizar otra cosa y no responder con ira o impaciencia . . . a veces es mejor ser un poco sordo”. Analice su respuesta y sus palabras cuidadosamente para que su matrimonio crezca y progrese. Tome en cuenta este consejo de la Biblia: “Los sabios guardan la sabiduría; Mas la boca del necio es calamidad cercana” (Proverbios 10:14).

  6. Aprenda a pelear sin hacer trampas. Toda pareja tiene diferencias de opinión, experimenta choques de personalidad y discute. La clave se encuentra en cómo manejar esas diferencias y discutir de una manera justa. Mari L. Clements, profesora de la Facultad de Psicología del Seminario Teológico de Fuller, en Pasadena, California, ha estudiado matrimonios de éxito. Basada en sus investigaciones, ofrece estas tres ideas para discutir de una manera justa:

    • Escuche de verdad. La Dra. Clements señala: “Mientras nuestro cónyuge está hablando, a veces estamos ocupados en preparar una respuesta, pero cuando usted hace esto, no está escuchando lo que él le dice”.

    • No ataque. Concéntrese en sus sentimientos respecto de la situación. Decir, “cuando dejastes la ropa tirada en el piso, me molesté porque sentí que debía recogerlas”, es mejor que decir, “eres un cochino”.

    • Nunca amenace con terminar la relación. Por supuesto que esto va a captar la atención de su cónyuge, pero debilita la relación y produce mucho daño a largo plazo.


  7. Evite el perfeccionismo. El psiquiatra Mark Goulston, autor de The Six Secrets of a Lasting Relationship (Los seis secretos de una relación duradera), aconseja: “Guárdese de buscar la perfección en usted mismo o en su pareja”. Es buenísimo tener normas elevadas, pero no deben ser inalcanzables. También es bueno tener principios y reglas, pero no deben ser tan rígidos que resulten inflexibles. Si usted espera perfección, se está preparando para una vida de descontento.

  8. Nunca se acueste enojado/a. Juan y María han estado casados durante ocho años. “Como todas las parejas, tenemos desacuerdos. A veces éstos han sido bastante intensos, pero a comienzos de nuestra relación, decidimos que nunca nos íbamos a acostar enojados” explica él. “Intentamos calmar los sentimientos antes de apagar las luces diciendo: Ya vamos a resolver el problema, retomemos el asunto con ojos descansados y emociones tranquilas mañana. Entonces nos damos un abrazo y un beso. De esa manera le damos un respiro a la discusión y podemos dormir algo. A veces, a la manana siguiente, el asunto que parecía tan importante la noche anterior, ha perdido bastante urgencia”.

  9. Destaque lo positivo. Finalmente, esfuérzese por alimentar sus esperanzas, no sus heridas. Cada vez que se sienta frustrado con su relación o enojado con su cónyuge, respire profundo y haga una pausa para cambiar su énfasis, de sus sentimientos heridos a la esperanza de una solución. Aunque pueda haber algo de dolor en el presente, proyéctense y anticipen una solución satisfactoria. La fe, la esperanza y el amor forman una poderosa trinidad para sostener y transformar nuestras relaciones.


Víctor Parachin escribe desde Tulsa, Oklahoma.

Proteja su hogar contra el divorcio

por VĂ­ctor Parachin
  
Tomado de El Centinela®
de Febrero 2006